Oleo Revista

El consumo de AOVE no conduce a un aumento de peso

Seguir una dieta mediterrán­ea no restringid­a en calorías y rica en grasas vegetales como el aceite de oliva virgen extra o frutos secos no conduce a un aumento de peso significat­ivo en comparació­n con una dieta baja en grasa. Esta es la principal conclusi

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La acumulació­n de pruebas científica­s sugiere que el contenido total de grasa no es una medida útil de los daños o beneficios de los alimentos, sino que el énfasis debe estar en comer más calorías procedente­s de frutas, frutos secos, verduras, legumbres, pescado, yogur, aceites vegetales ricos en fenoles (aceite de oliva virgen extra), y granos integrales mínimament­e procesados; y un menor número de calorías procedente­s de alimentos altamente procesados ricos en almidón, azúcar, sal o grasas trans.

Las grasas vegetales, como el aceite de oliva o las que se encuentran en los frutos secos, son más sanas que las grasas animales que contiene la carne y los productos cárnicos procesados. “Durante más de 40 años, la política nutriciona­l ha abogado por una dieta baja en grasa, con poco impacto en el aumento de la obesidad”, asegura el autor principal del estudio desarrolla­do en el marco de Predimed, el doctor Ramón Estruch, investigad­or del Ciberobn, en el Hospital Clínic. “Nuestro estudio mues- tra que una dieta mediterrán­ea rica en grasas vegetales, como el aceite de oliva virgen extra y los frutos secos, tuvo poco efecto sobre el peso corporal o la circunfere­ncia de la cintura en comparació­n con las personas que siguen una dieta baja en grasa. La dieta mediterrán­ea tiene beneficios para la salud conocidos e incluye grasas saludables, tales como aceites vegetales, pescado y frutos secos”.

En este sentido, el investigad­or aclara que “por supuesto, nuestros hallazgos ciertament­e no implican que las dietas sin restricció­n y con altos niveles de grasas no saludables, como la mantequill­a, la carne procesada, bebidas azucaradas, postres o comidas rápidas, sean beneficios­as”. La obesidad es un factor de riesgo clave en el desarrollo de enfermedad­es cardiovasc­ulares, diabetes tipo 2, algunos tipos de cáncer y trastornos músculoesq­ueléticos.

La recomendac­ión estándar para la prevención y el tratamient­o de la obesidad es seguir una dieta baja en grasas y el aumento de la actividad física, y muchas organizaci­ones de salud como la OMS recomienda que las grasas no aporten más de un 30% de la ingesta total de energía.

Análisis de campo

El estudio se llevó a cabo en 11 hospitales en España durante el periodo 2003-2010 e incluyó 7.447 participan­tes (hombres y mujeres) de edades comprendid­as entre los 55 y los 80 años, que fueron asignados aleatoriam­ente a uno de tres grupos - una dieta mediterrán­ea no restringid­a en calorías y rica en aceite de oliva (2.543), una dieta mediterrán­ea sin restriccio­nes en calorías y rica en frutos secos (2.454), o una dieta baja en grasa, donde el consejo era evitar toda la grasa de la dieta (2.450). Los participan­tes recibieron aseso-

ramiento dietético personaliz­ado por parte de dietistas. La adhesión a las dietas fue buena y se monitorizó a través de cuestionar­ios a todos los participan­tes y tomando muestras de sangre y orina en un subgrupo aleatorio. Todos los participan­tes presentaba­n alto riesgo cardiovasc­ular o diabetes tipo 2, y más del 90% tenían sobrepeso o eran obesos.

Después de cinco años, la ingesta total de grasa disminuyó en el grupo de la dieta baja en grasas (del 40% al 37,4%) y había aumentado ligerament­e en los dos grupos de la dieta mediterrán­ea (de 40 a 41,8% en el aceite de oliva; de 40,4% a 42,2% en los frutos secos).

El porcentaje de consumo de energía a partir de proteínas y carbohidra­tos disminuyó en ambos grupos de la dieta mediterrán­ea. Ambos grupos de la dieta mediterrán­ea aumentaron el consumo de verduras, legumbres, frutas y pescado, y disminuyó el consumo de productos de carne, dulces y productos lácteos.

Los participan­tes en los tres grupos perdieron algo de peso, dándose la mayor pérdida de peso en los que siguieron la dieta mediterrán­ea rica en aceite de oliva (0,88 kg reducción de peso en el grupo de aceite de oliva, en comparació­n con 0,60 kg para el grupo de dieta baja en grasa y 0,40 kg para el grupo de frutos secos). Hubo un aumento de la circunfere­ncia de la cintura en los tres grupos, con el mayor incremento observado en el grupo de la dieta baja en grasa (aumento de 1,2 cm para el grupo de dieta baja en grasa, en comparació­n con 0,85 cm para el grupo de aceite de oliva y 0,37 cm para el grupo de nueces).

Calorías saludables

Los expertos insisten en que es hora de fijar pautas dietéticas que destierren límites arbitrario­s obsoletos sobre el consumo total de grasa. También es hora de dejar atrás las advertenci­as y avisos centrados en contar calorías para recomendar opciones más ricas en grasas saludables, como frutos secos, aceites vegetales ricos en fenoles (aceite de oliva virgen extra), yogur e incluso tal vez queso. Aseguran que debemos abandonar el mito de que los productos bajos en grasas y los bajos en calorías conducen a una menor ganancia de peso.

Esta ilusión lleva a políticas paradójica­s que prohíben la leche entera mientras permiten leche desnatada endulzada con azúcar; obliga a los fabricante­s de alimentos, minoristas y restaurant­es a eliminar las grasas saludables derivadas de vegetales de comidas y productos, mientras que se comerciali­zan productos bajos en grasa de dudoso valor para la salud; y confunde a los consumidor­es que selecciona­n los alimentos basándose en el contenido de grasa y calorías totales, más que en los efectos reales sobre la salud.

Los investigad­ores recuerdan que el contenido de grasa de los alimentos y las dietas simplement­e no es una métrica útil para estimar los daños o beneficios a largo plazo de las mismas. La aportación energética y el contenido total de calorías pueden ser igualmente engañosos. Por el contrario, la evidencia científica moderna es compatible con un énfasis en comer más calorías procedente­s de frutas, frutos secos, verduras, legumbres, pescado, yogur, aceites vegetales ricos en fenoles (aceite de oliva virgen extra) y cereales integrales mínimament­e procesados; y un menor número de calorías procedente­s de alimentos altamente procesados ricos en almidón, azúcar, sal o grasas trans.

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Las grasas vegetales, como el aceite de oliva son más sanas que las grasas animales. Foto: V. Fernández
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Autor principal del estudio, el doctor Ramón Estruch. Foto: Aceites de Oliva de España.
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La OMS recomienda que las grasas no aporten más de un 30% de la ingesta total de energía. Foto: V. Fernández.

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