Lo que debemos aprender de la campaña 2016/17
Si algo ha hecho grande al sector del aceite de oliva español, ha sido su capacidad de reinventarse con el paso de los años. De otra forma no se puede explicar la auténtica revolución que hemos vivido en poco más de tres décadas. Entre otras cosas hemos aprendido que tenemos evaluar de forma crítica y desapasionada lo que hacemos y cómo lo hacemos. De otra forma no es posible mejorar.
El cierre de una campaña oleícola es la oportunidad perfecta para hacer ese ejercicio. Nos permite analizar que hemos hecho bien, pero también que tenemos que mejorar de cara al futuro.
Lo cierto es que, vista con perspectiva, la campaña 2016/17 tenemos que valorarla como positiva, incluso muy positiva a pesar de una climatología que nos dejó una cosecha “cortita”, de 1.284.100 toneladas. Calificar como corta una campaña de 1,3 millones de toneladas (alrededor del 47% de la producción mundial) dice mucho de cómo ha cambiado este sector, pero, sobre todo, cómo hemos ampliado nuestros mercados. Lo cierto es que las exportaciones siguen siendo el motor de nuestra actividad. De hecho, esta campaña es la segunda mejor
"ENTRE OTRAS COSAS HEMOS APRENDIDO QUE TENEMOS EVALUAR DE FORMA CRÍTICA Y DESAPASIONADA LO QUE HACEMOS Y CÓMO LO HACEMOS. DE OTRA FORMA NO ES POSIBLE MEJORAR"
en los mercados exteriores de la historia, superando con holgura las 900.000 toneladas. Sólo 200.000 toneladas menos que la histórica campaña 2013/14, en la que colocamos fuera de nuestras fronteras 1,1 millones de toneladas. El 70% del aceite producido en nuestro país ha ido destinado a consumidores de más de 160 países de todo el mundo. Aquí tenemos que introducir otro de los datos positivos que nos deja la campaña. Hemos vendido más aceite fuera, a pesar de tener una campaña ajustada y, sobre todo, a unos precios netamente superiores a los de otros años. No sólo tenemos precios remuneradores para nuestro producto, sino que, además, las cotizaciones se han mantenido muy estables a lo largo de toda la campaña.
Ahora toca el jarro de agua fría, que en esta campaña corresponde el mercado interior, que a duras penas se acercará a las 450.000 toneladas. Lejos de la barrera psicológica, pero también comercial, del medio millón de toneladas. Es evidente que estamos haciendo bien las cosas en los mercados de exportación, ayudados también por la corta producción mundial. Los consumidores mundiales quieren nuestros aceites y están dispuestos a pagar por ello. ¿Por qué el consumidor nacional no? Esta campaña nos tiene que servir para tratar de conocer mejor que mueve a un español a abandonar el consumo cuando se superan ciertas barreras de precios. En parte, podemos achacar la desafección de parte de los consumidores a algo que ASAJA lleva denunciando hace años. Las estrategias de la gran distribución al usar los aceites de oliva como reclamo para atraer clientes ha tenido las consecuencias que todos nos temíamos. Han logrado banalizar este alimento, despojándolo de casi todos sus atributos que lo hacen único,
para convertirlo en una mercancía más, sin personalidad, que apenas se diferencia del resto. Es evidente que aquellas personas que se han acostumbrado a pagar dos euros por un litro de aceite o que incluso se lo llevaban a casa como regalo por un pack de 10 latas de atún, se lo piensen mucho antes de abonar 4 euros.
Pero tenemos que ir un poco más allá a la hora de analizar el comportamiento del mercado nacional. Algo no hemos hecho bien como colectivo, cuando un consumidor considera que este alimento no vale los 4, 5 o 5 euros que marca en el lineal. No me cabe la menor duda que no hemos sabido conectar con una parte de los compradores. Con aquellos que no tan sólo miran el precio,
"ALGO NO HEMOS HECHO BIEN COMO COLECTIVO, CUANDO UN CONSUMIDOR CONSIDERA QUE ESTE ALIMENTO NO VALE LOS 4, 5 O 5 EUROS QUE MARCA EN EL LINEAL."
aquellos que no saben o no han aprendido a valorar lo que les ofrece una botella de nuestros aceites en salud y disfrute gastronómico. Tenemos que recuperar a todos esos consumidores y sólo lo lograremos con formación e información. Un consumidor bien informado no tendrá muchas dudas a la hora de elegir. Ahí la Interprofesional del Aceite de Oliva Español tiene una labor ingente para poner las cosas en su sitio.
Y esto me lleva a la otra lección que nos deja la campaña. Hace tiempo que el sector perdió el miedo a asumir sus responsabilidades. Ya no espera que venga nadie a sacarle las castañas del fuego. Hace un año, vimos que la mayoría de los consumidores españoles no habían oído hablar de la norma de presentación de los aceites de oliva en los establecimientos de hostelería destinada a acabar con la penosa imagen de las aceiteras en mesas y barras. Fue el sector el que, a través de la Interprofesional, asumió el reto de llevar esa información a la sociedad, con la ya famosa campaña ¿Peeerdona? Estoy convencido que hemos dado un paso de gigante para acabar con la desinformación en este ámbito.
Empezaba este texto hablando de innovación. Pues este es el momento de echar el resto en este campo. Justamente lo que necesitamos para atajar la amenaza de la xylella fastidiosa. La enfermedad está ahí y supone un riesgo para nuestro sector. No hay que escatimar esfuerzos en esta tarea. Europa y nuestro país se juegan mucho en este asunto.
En resumen, espero que esta campaña nos haya hecho a todos un poco más sabios.