ARTHUR KOESTLER. NUESTRO HOMBRE EN ESPAÑA
AR JORGE JOR FREIRE ALR ALREVÉS. 171 PP., 17 €.
Los apóstoles del cine ojo o kinokis fueron unos voluntariosos e idealistas deconstructores del tiempo. Los seguidores de Dziga Vertov pretendieron ingenuamente —a través de toda una serie de trucos, variedad de planos y actores naturales— captar la realidad y romper la tiranía que dicta el devenir tozudo de los acontecimientos. El ensayo, todos los sabemos, no posee precisamente ese objetivo. Sin embargo, en el caso que nos ocupa se obra el imposible: comprimir y expandir caprichosamente el tiempo. El autor lo consigue, además, con una magnífica, barroca y estética prosa, cuya fluidez redondea y ensalza la narración.
En Arthur Koestler. Nuestro hombre en España el joven filósofo, escritor y pro- feso fesor Jorge Freire parte del hecho signifi nificativo que supone la presencia del inte intelectual húngaro como corresponsal de g guerra en la Málaga de 1937. Aquella jorn jornada en la que los soldados italianos del Cuerpo de Tropas Voluntarias entrar traron triunfales en la ciudad tendrá grav graves consecuencias para nuestro pro protagonista, pues será detenido por los a autoproclamados nacionales. A partir d de ahí, se genera una historia ágil y pot potente que entrevera con un pulso firme y adictivo los hitos totémicos de la vida del autor de El cero y el infinito. No queda fuera del relato la reflexión sobre el transcurrir histórico de nuestra guerra incivil y sus miserias.
Esos saltos novelescos —o cinematográficos— se van construyendo con el jalón de la trascendencia de la vida de Koestler, sus obsesiones y esencias. Así, conoceremos el origen de su nombre y la artificiosa voluntad con la que se escribió, los mimbres de un niño solitario e imaginativo profundamente influido por su abuelo o alguno de sus traumas, como cuando le sacaron las amígdalas sin anestesia. Incluso, en ese manejar del tiempo, sabremos del carácter saturnal y errático que le acompañó desde niño.
Descubriremos en estas páginas junto a un Freire docente, ameno y con calado, a un personaje imbuido de una constante insatisfacción vital. Su obra y, por supuesto, su existencia quedaron condicionadas por dicho desencanto. Esa constante búsqueda le llevó a bascular en sus posiciones ideológicas, así como en sus labores creativas. Estamos ante un libro tan riguroso como divertido.
El hombre (y el mito), con las vetas intangibles que lo sustentan, queda perfectamente retratado en esta obra, pero también el periodista, el divulgador pseudocientífico y hasta el amante suicida que se lleva junto a él la mucho más joven y sana vida de su compañera.
Koestler se va relacionando con toda una serie de personajes estrambóticos que pululan por sus días. Él es de los más singulares. No es un héroe ni un villano, sino un mero superviviente, tanto de sí mismo como de una época de catarsis y transformaciones.
Es este un ensayo breve, pero de alforjas largas. En él se darán cita una infinidad de vidas y realidades posibles. Koestler y sus partenaires son la prueba veraz de ello. El mundo, tal y como lo conocieron, desaparecerá sin dejar huella. No se lo pierdan.
Juan Laborda Barceló