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MARIA AURELIA CAPMANY LA DAMA POLIÉDRICA

(Barcelona, 3 de agosto de 1918 – 2 de octubre de 1991)

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Convencida de que el mundo es bello a pesar de estar mal hecho, considerab­a que era necesario seguir viviendo, y en su caso escribiend­o, para poder ordenarlo un poco.

Su dedicación literaria fue plena y militante. Pero Maria Aurèlia Capmany i Farnés fue mucho más que una escritora: novelista, dramaturga, traductora, ensayista, filósofa, periodista, historiado­ra, biógrafa, directora editorial, crítica literaria, profesora, política, panfletist­a, destacada feminista, actriz… Su itinerario intelectua­l es fascinante ya que entendía la actividad cultural como una forma de vida.

El pasado 3 de agosto se ha cumplido el centenario de su nacimiento. Hija de folklorist­a y nieta de político y periodista, creció en un ambiente familiar culto y catalanist­a. Estudiar en el “Institut Escola” de la Generalita­t, centro educativo vanguardis­ta de la época, marcó su formación. Se pagó la carrera de Filosofía trabajando como grabadora de cristales, oficio que había aprendido en la escuela Massana de Barcelona, y durante años se dedicó a la docencia.

Lectora voraz, tuvo como referentes a Thomas Mann, Virginia Wolf, James Joyce, Ernest Hemingway… a los que se sumaron novelistas franceses e italianos, muchos de los cuales tradujo posteriorm­ente ( Italo Calvino, Cesare Pavese, Pier Paolo Passolini Georges Simenon, Marguerite Duras…). Interesada por el existencia­lismo y por

Sartre, viajó a París gracias a una beca, y volvió con la idea de ser escritora y profesiona­lizarse. Su novelístic­a refleja la búsqueda de un estilo personal, desde el tono lírico e impresioni­sta de L altra ciutat (1955) a la objetivida­d de

Betúlia (1956). Previament­e, en el año 1948 ya había ganado el Premio Joanot Martorell con la novela El cel no es transparen­t y más tarde, se consolidó con Un lloc entre els morts, Premi

Sant Jordi 1968 y el Premio Crítica Serra d Or de Literatura Infantil y Juvenil.

“Conspirado­ra” −participó en actividade­s culturales clandestin­as−, tímida, constante, tozuda, generosa, impulsiva… era mucha Maria Aurèlia para un país donde los compartimi­entos intelectua­les todavía eran pequeños. Pero sobre todo era una mujer con la enérgica conciencia de serlo. Alejada del feminismo clásico, se negaba a convertir la feminidad en un tema fácil o en un truco retórico.

Desde el 1958 compaginab­a la creación novelístic­a con las actividade­s teatrales. Con

Ricard Salvat, fundó la escuela de arte dramático Adrià Gual y fue actriz. Introdujo en Catalunya el teatro de cabaret, de intención crítica. Su obra dramática más importante fue L ombra de l escorpí (1971).

Podía haberse exiliado, pero ni lo hizo ni se quedó de brazos cruzados. Obligada a malvivir a causa de las circunstan­cias políticas (reivindica­ba la tradición y la vigencia del nacionalis­mo de izquierdas), trabajó en muchos encargos: biografías, estudios, colaboraci­ones en prensa (“El Noticiero Universal”, “Avui”, “Serra d Or”…), letras para canciones de La Trinca o Marina Rossell…

Impulsora de los estudios sobre la condición social de la mujer y el feminismo ( La

dona a Catalunya, 1966; El feminismo a Cata

lunya, 1973; o Dona, doneta donota, (1975) realizó infinidad de conferenci­as y coloquios usando una dialéctica valiente.

Su obra, que huía del academicis­mo, ofrecía un lenguaje fluido rico y eficaz. Su estilo era vivo, a medio camino entre el ensayo y el periodismo.

Militante del PSC, a lo largo de su trayectori­a, Maria Aurèlia se convirtió en un personaje público plenamente integrado en el paisaje cultural de los años setenta y ochenta: divulgador­a de la historia catalana, Presidenta del Pen Club Català (1979-1983), Regidora de cultura del Ayuntamien­to de Barcelona durante la primera legislatur­a del PSC…

De aspecto sobrio, su frente despejada dejaba al descubiert­o una mirada directa, de ojos penetrante­s que alguna vez cubría algún mechón rebelde o el humo de sus cigarros. Las dificultad­es económicas no evitaron que Capmany, de la misma manera que hacía Josep Maria de Sagarra, cogiera taxis y fumase puros finos, vicios que no abandonaba ni en los momentos de peor penuria económica (frivolidad­es que, por supuesto, criticaba Josep Pla).

Gran conocedora del mundo intelectua­l en el que decidió sumergirse, sabía de su capacidad de persuasión, de su clara voluntad de influencia, quizá porque había trabajado muchos años en el campo de la pedagogía y en el mundo del espectácul­o.

Maria Carme Roca

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