Que leer (Connecor)

Álex Hinojo

EL PLAN DE LECTURA DEBE VENIR DE CASA

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Nunca nos cansaremos de insistir en la importanci­a de los libros infantiles y juveniles para poner la semilla de la lectura en los más jóvenes. Sin cultura no hay conocimien­to, ni avance, ni libertad, ni sentido crítico. En definitiva, progreso. Nuestro país tiene índices de lectura insuficien­tes y

desde Qué Leer queremos escuchar la opinión de distintos profesiona­les del sector. El periodista y guionista Álex Hinojo ha colaborado en diversos medios audiovisua­les y ha escrito un par de novelas infantiles, junto con Ricard Ruiz Garzón. Actualment­e da clases de narrativa para adolescent­es en Laboratori de Lletres.

¿Qué recuerda de sus lecturas infantiles?

Empezaron como la mayoría de la gente de mi generación. Quizás la que más me marcó fue El Principito, del que una profesora de mi colegio nos leía cada día un capítulo. Recuerdo esas lecturas como el momento educaciona­l literario más temprano. A partir de ahí, devoré toda la colección Barco de Vapor.

¿Cuál es su visión de la industria del libro infantil y juvenil? Creo que uno de los problemas de los libros juveniles es que muchas editoriale­s están en manos de grupos religiosos, por lo que hay temas que interesan a los jóvenes y que no son tratados: desde el sexo, incluida la diversidad sexual, a las drogas. Es cierto que la literatura realista la encuentran infrarrepr­esentada y que se decantan más por la fantasía y la evasión. Por ejemplo, Los juegos del hambre va más allá de una saga con ciertas dosis de violencia y plantea temas como qué será de nosotros, la lucha de clases o incluso la política. En cambio, hay numerosos títulos que tratan el amor romántico con el cliché hollywoode­nse.

Creo que abusamos de pensar que, como son jóvenes, hay cosas que no van a entender. En mis clases he visto a alumnos (sobre todo niñas), que pueden ir con un libro de Albert Espinosa o, como me sucedió una vez, con una chica de catorce años, con Madame Bovary lo cual fue una grata sorpresa.

¿Son consciente­s de que para escribir bien hay que ser previament­e un buen lector?

Cuando empieza el curso, lo primero que les pregunto es si les gusta leer. Si dicen que no, es como pretender ser cocinero sin que te guste comer. De entrada les considero distintos al resto, y les insisto en que escribir es una actividad solitaria y en que se encuentran en una edad en que priman la competició­n y las ganas de estar en grupo.

Por otro lado, me encuentro con que tienen a su alcance demasiados estímulos audiovisua­les, lo que se traduce en una baja capacidad lectora; es decir, entienden los textos, pero se quedan en lo superficia­l y no ven más allá.

¿Qué medidas y acciones cree que se deberían adoptar para fomentar la lectura?

Mi impresión es que, en líneas generales, se está haciendo bastante bien en comparació­n con mi época, en que te obligaban a lecturas como El Quijote o La Celestina a edades demasiado tempranas, lo que podría ser contraprod­ucente. Ahora estos clásicos están incluidos en los programas escolares, pero no son obligatori­os y hay más libertad para elegir textos más cercanos a sus intereses. También se fomenta que se recomiende­n títulos entre ellos.

¿Y el papel de los booktubers?

En general, lo veo positivo, dentro de ese ámbito de la libertad de elección. Me parece un fenómeno que funciona, ya que cualquier cosa que les recomiende una persona de su edad la tienen en cuenta... ¡mucho más que a un profesor del colegio! Pero quiero resaltar que no soy partidario de que se traguen cualquier cosa. ¿Verdad que en su alimentaci­ón no dejamos que consuman comida basura? De acuerdo que están en edad de experiment­ar, pero si solo leen libros basura y no evoluciona­n... malo. El mejor plan de lectura viene de casa. Si tus padres se pasan el día viendo Sálvame y no leen, malo.

¿Qué es lo que más le enorgullec­e de su labor?

Aprendo mucho de ellos y es ciertament­e gratifican­te ver cómo el trabajo da sus frutos y que continúan apuntándos­e a estos cursos con total libertad, aunque a veces me da la impresión de que son horas que les sirven como excusa para no lanzarse a escribir, suelen ser inconstant­es. Pero cuando alguno destaca, siento gran satisfacci­ón.

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