Padres e hijos, de Iván Turguéniev
—¿Y qué, Piotr? ¿No ves nada todavía? —preguntaba, el 20 de mayo del año 1859, saliendo sin sombrero a la escalinata de la Casa de Postas, en la calzada, un caballero cincuentón, que vestía un paletó corto y polvoriento y sotabarba y unos ojillos pequeñines y turbios. El criado, que en todos sus detalles —el mechoncito de pelo sobre la oreja, los una palabra— delataba a un joven de la novísima generación perfeccionada, miró, condescendiente, a lo largo del camino, y respondió:
—No se ve a nadie.
—¿Que no se ve? —repitió el caballero.
—No se ve —por segunda vez respondióle el criado. Suspiró el señor y se sentó en un taburete. Se lo presentaremos al lector, en tanto permanece sentado, moviendo los pies y mirando pensativo en torno suyo. Llamábase Nikolai Petrovich Kirnasov. Poseía, a quince verstas de la Casa de Postas, una buena propiedad, con doscientas almas, o, según él decía, desde que hizo el reparto con los campesinos y fundó su granja, con dos mil desiatinas de tierra. Su padre, general el año 1812, un ruso poco instruido, rudo, luego, una división, y vivió siempre en provincias, donde, en virtud de su empleo, desempeñaba un papel bastante principal. Nikolai Petrovich era nacido en la Rusia meridional, lo mismo que su hermano mayor Pavel, del cual hablaremos después, y hasta los diecisiete años crióse en la casa paterna, rodeado de ayas baratas, desenfadadas, pero serviles con los ayudantes y demás personalidades distinguidas, militares y civiles. Su madre, de apellido Koliasin, Agathe de soltera, y de casada, Agazokleya Kusminischna Kirnasova, pertenecía al número de las...
IVÁN TURGUÉNIEV
(Oriol, Rusia, 9 de noviembre de 1818-3 de septiembre de 1883)
Nacido en una familia de la pequeña nobleza rural rusa, sus biógrafos coinciden en que un padre débil —que murió cuando Iván tenía dieciséis años— y una madre dominante y de fuerte carácter, influyeron en el pesimismo de su obra.
Durante su formación universitaria se trasladó a Berlín, donde se impregnó del espíritu hegeliano y de la cultura centroeuropea, en contraposición a la corriente eslavófila que imperaba en su país natal. A su vuelta a Rusia, empezó a trabajar como funcionario e inició su carrera literaria, con relatos y poemas. En 1852 publica su primer éxito, Diario
de un cazador (o Memorias de un cazador), una colección de cuentos que plasman la vida en el campo ruso, desde las clases más humildes, los siervos, hasta los hidalgos y los grandes propietarios. En ella refleja además su compromiso con las clases más desfavorecidas, lo que le valió la enemistad de las autoridades. Se dice, sin embargo, que este título ejerció honda influencia en el futuro zar, Alejandro II, a la hora de emancipar a los siervos. Ese mismo año escribió una hermosa necrológica a la muerte de su ídolo literario, Gógol, lo que le valió un mes de prisión y una deportación en su región de origen por dos años. Era el reinado de Nicolás I, que obligó a numerosos intelectuales a marchar al exilio europeo huyendo de la persecución a la que estaban sometidos.
Durante esos años vieron la luz diferentes novelas cortas, como Diario de un hombre superfluo, Viaje del quinto caballo, Fausto y La tregua.
Cuando en 1855, Alejandro II subió al trono, el ambiente político y artístico se relajó, aunque Turguéniev volvió pocas veces a Rusia. En 1843 había caído rendido ante los encantos de la cantante francoespañola Pauline Viardot, hija del tenor español Manuel García y hermana de María Malibrán.
Pauline estaba casada con el crítico de arte y traductor del
Quijote Louis Viardot y, para estar cerca de ella, Turguéniev se instaló en el pueblo de Bougival, a pocos metros de su amada.
Pauline, Louis e Iván constituyeron un verdadero menâge-à-trois de la época y dejaron numerosa correspondencia que testifica la relación del ruso con el matrimonio y sus hijos.
Siguió publicando novelas como En
vísperas y Nido de hidalgos y, en 1862 aparece su obra más celebrada, Padres e hijos
(1862), considerada una de las novelas más importantes del siglo XIX, de corte realista e impregnada de una sólida crítica social.
Situada a mediados de siglo, retrata el choque generacional entre un padre, su hijo y Bazárov, el compañero de estudios de este, un hombre nihilista y empírico, que se convirtió en prototipo del joven revolucionario. Es el relato de un enfrentamiento entre las ideas caducas y decadentes del padre y el personaje de Bazárov, en el que convergen la modernidad y el deseo radical de progreso y avance científico. El texto también refleja de manera fidedigna el cambio social y político que significó la abolición de la servidumbre, cambio en el que el autor creía fervientemente, a pesar de que las particiones de tierra se hicieron de manera incorrecta y que muchos campesinos siguieron viviendo incluso peor.
Fue célebre su enemistad con Tolstói y Dostoievski. Con el primero estuvo a punto de batirse en duelo y permanecieron diecisiete años sin hablarse; el segundo parodió a Turguéniev en una de sus novelas; posteriormentente habló de su reconciliación en un discurso académico. Parece ser que en su lecho de muerte Turguéniev conminó a Tolstói: Amigo, vuelve a la literatura . El resultado fue La muerte de
Iván Ilich y La Sonata a Kreutzer.
En palabras de Juan Eduardo Zúñiga en el prólogo de
Punin y Baburin, rescatado por Nórdica Turguénev es un adelantado en la configuración de la obra literaria con sedimentos muy profundos de la propia existencia, e incluso la parte menos importante de sus escritos está entretejida de matizaciones de este origen que al ser espejo de sí mismo lo eran también de los hombres de su tiempo .
En esta sección se reproducen las primeras páginas de obras que hicieron historia, ya fuera porque reflejaron certeramente la sociedad de su época, porque gozaron de éxito inmediato o porque no fueron reconocidas hasta tiempo después.