Silencio, se escucha
Desde hace un tiempo, cuando vemos a una persona con auriculares por la calle ya no pensamos solo que está escuchando música. Ahora hay nuevos formatos que permiten escuchar contenidos que no son musicales y, últimamente, se habla mucho de los audiolibros como una nueva forma de leer. Los audiolibros, de larga tradición en otros países de Europa y Norteamérica, llegan al mercado español con un amplio catálogo en el que también se encuentran numerosas novedades editoriales. La tecnología está cambiando muchas cosas de nuestro entorno, incluida la relación que tenemos con la lectura como antaño ocurrió con la imprenta , y esta nueva transformación posibilita que, con Internet y el smartphone, los audiolibros vayan ganando posiciones en nuestro mercado editorial.
El audiolibro nació con la popularización de los fonógrafos a principios del siglo XX. Más tarde, alrededor de la década de 1930, en algunas zonas de Estados Unidos empezaron a proliferar discos de pizarra con pasajes de la Biblia que las familias escuchaban durante la cena. En época más cercana, con la expansión urbanística y la creación de barrios alejados del centro de las ciudades, empezaron a pasar cada vez más horas conduciendo. Si tenemos en cuenta que los coches se han ido convirtiendo en extensiones del propio hogar, podría decirse que los estadounidenses empezaron a reproducir audiolibros en sus vehículos para amenizar sus desplazamientos; sobre todo, aquellos con contenido didáctico o de desarrollo personal.
Estamos hablando de un país cuyos rasgos idiosincrásicos difieren bastante de los nuestros, una diferencia en la que podría radicar el escaso éxito que el audiolibro ha tenido aquí hasta ahora.
¿Por qué razón empieza a cambiar el panorama? El secreto está, sin lugar a dudas, en la evolución de la tecnología. Hace veinte años, Alfaguara fue pionera en el mundo de los audiolibros; era la época del walkman, con grabaciones en casete, muy incómodo a la hora de retroceder o cambiar de cara, incomodidad en detrimento de una buena idea. El contenido era óptimo, pero no el continente. Ahora los audiolibros se escuchan mediante apps o en plataformas y su precio cuenta con una amplia horquilla o una tarifa plana. También se puede guardar el libro en modo «sin conexión» y disfrutarlo cuando no se cuenta con acceso a Internet.
Esa facilidad de acceso es una de las grandes ventajas que la tecnología aporta al audiolibro y, además… ¡las reproducciones se pueden avanzar o retroceder con facilidad! Por otra parte, el usuario de audiolibros valora la libertad que ofrece leer un libro mientras hace otras cosas. El libro tradicional y el digital requieren sentarse y dedicar toda la atención al texto, pero el audiolibro rompe esas barreras y permite al usuario decidir qué hacer mientras está leyendo.
Los audiolibros no van en contra de los libros físicos: los complementan, dado que pueden escucharse en momentos en los que no es posible leer, como la practica deportiva, el transbordo de transporte público o subir las escaleras.
Según los profesionales del sector editorial, el auge del formato responde a la existencia de dos tipos de lectores: el ávido que quiere leer más y el que no tiene tiempo. Por ello, los expertos prevén que el audiolibro podrá recuperar los lectores que ha perdido el mercado editorial al llegar otras alternativas de ocio.Los lectores volverán a leer mientras escuchan y no leen, curiosa paradoja.
Ahora bien, mantener la atención del oyente es más difícil que mantener la atención del lector; el oyente pocas veces está escuchando en exclusiva un audiolibro, suele estar realizando alguna tarea mecánica como pasear al perro. Así pues, los audiolibros no pueden limitarse a narrar un texto, deben contar con efectos sonoros, música y/o inflexiones de voz que solo pueden llevar a cabo los locutores y los actores más avezados.
Ahí acecha, precisamente, uno de los lastres del audiolibro en España: su coste de producción, que solo resulta rentable para grandes audiencias. Producir un audiolibro de unas trescientas páginas (unas noventa mil palabras) puede suponer un desembolso que rondar los tres mil euros, porque se requiere una voz profesional y un tiempo entre seis y ocho semanas. Una vez finalizado el proceso de producción, las grabaciones se someten a un control llevado a cabo por personas que se dedican a leer el libro a la vez que lo escuchan. La duración media de un audiolibro es de diez horas y media, aunque una historia como Los pilares de la tierra de Ken Follett, puede sobrepasar las cuarenta y seis horas.
En definitiva, no es fácil conectar con un lector a través de la voz; por eso, las editoriales cuentan con actores de doblaje, algunos con voces muy reconocidas, que utilizan su versatilidad para narrar, dado que tienen que hacer también las interpretaciones de todos los personajes, siempre guiados por un director que vela para que se mantenga el tono de voz y cadencia adecuada de cada personaje. Asimismo, hay numerosos autores dispuestos a poner voz a su obra escrita.
Por último, queremos añadir que Google ha llegado al mundo del audiolibro recientemente y parece que ha venido para quedarse y revolucionar sus posibilidades. Quiere convertir la escucha en una experiencia social y familiar, razón por la que crea un «almacén» para compartir los títulos. El asistente de Google entenderá y responderá a preguntas del tipo «¿Quién es el autor de Cien años de soledad? », o bien cumplirá con órdenes similares a
«Detén la lectura en veinte minutos». Además, sincronizará lectura y audición para continuar con la lectura de un libro en diferentes formatos digitales. Algo realmente interesante.
En definitiva, la tecnología ha impulsado el mercado del audiolibro en español y, quizá bien pronto, se pondrá al mismo nivel que el anglosajón. En cualquier caso, la cultura audiovisual ha llegado para quedarse y encontrar su espacio junto a la lectura del texto plano. La tradición oral está viviendo, pues, una segunda época dorada. ¿Será no leer el futuro del libro?