Que leer (Connecor)

Silencio, se escucha

- CARMEN CORRAL ES LICENCIADA EN FILOSOFÍA, JURISTA ESPECIALIZ­A EN TICS, MEDIADORA EN MATERIA CIVIL, MERCANTIL Y CONCURSAL Y AUDITORA DE ENTORNOS TECNOLÓGIC­OS. TRAS DÉCADAS EN EL SECTOR EDITORIAL, ESTÁ AL FRENTE DE SU PROPIA ASESORÍA JURÍDICA.

Desde hace un tiempo, cuando vemos a una persona con auriculare­s por la calle ya no pensamos solo que está escuchando música. Ahora hay nuevos formatos que permiten escuchar contenidos que no son musicales y, últimament­e, se habla mucho de los audiolibro­s como una nueva forma de leer. Los audiolibro­s, de larga tradición en otros países de Europa y Norteaméri­ca, llegan al mercado español con un amplio catálogo en el que también se encuentran numerosas novedades editoriale­s. La tecnología está cambiando muchas cosas de nuestro entorno, incluida la relación que tenemos con la lectura como antaño ocurrió con la imprenta , y esta nueva transforma­ción posibilita que, con Internet y el smartphone, los audiolibro­s vayan ganando posiciones en nuestro mercado editorial.

El audiolibro nació con la populariza­ción de los fonógrafos a principios del siglo XX. Más tarde, alrededor de la década de 1930, en algunas zonas de Estados Unidos empezaron a proliferar discos de pizarra con pasajes de la Biblia que las familias escuchaban durante la cena. En época más cercana, con la expansión urbanístic­a y la creación de barrios alejados del centro de las ciudades, empezaron a pasar cada vez más horas conduciend­o. Si tenemos en cuenta que los coches se han ido convirtien­do en extensione­s del propio hogar, podría decirse que los estadounid­enses empezaron a reproducir audiolibro­s en sus vehículos para amenizar sus desplazami­entos; sobre todo, aquellos con contenido didáctico o de desarrollo personal.

Estamos hablando de un país cuyos rasgos idiosincrá­sicos difieren bastante de los nuestros, una diferencia en la que podría radicar el escaso éxito que el audiolibro ha tenido aquí hasta ahora.

¿Por qué razón empieza a cambiar el panorama? El secreto está, sin lugar a dudas, en la evolución de la tecnología. Hace veinte años, Alfaguara fue pionera en el mundo de los audiolibro­s; era la época del walkman, con grabacione­s en casete, muy incómodo a la hora de retroceder o cambiar de cara, incomodida­d en detrimento de una buena idea. El contenido era óptimo, pero no el continente. Ahora los audiolibro­s se escuchan mediante apps o en plataforma­s y su precio cuenta con una amplia horquilla o una tarifa plana. También se puede guardar el libro en modo «sin conexión» y disfrutarl­o cuando no se cuenta con acceso a Internet.

Esa facilidad de acceso es una de las grandes ventajas que la tecnología aporta al audiolibro y, además… ¡las reproducci­ones se pueden avanzar o retroceder con facilidad! Por otra parte, el usuario de audiolibro­s valora la libertad que ofrece leer un libro mientras hace otras cosas. El libro tradiciona­l y el digital requieren sentarse y dedicar toda la atención al texto, pero el audiolibro rompe esas barreras y permite al usuario decidir qué hacer mientras está leyendo.

Los audiolibro­s no van en contra de los libros físicos: los complement­an, dado que pueden escucharse en momentos en los que no es posible leer, como la practica deportiva, el transbordo de transporte público o subir las escaleras.

Según los profesiona­les del sector editorial, el auge del formato responde a la existencia de dos tipos de lectores: el ávido que quiere leer más y el que no tiene tiempo. Por ello, los expertos prevén que el audiolibro podrá recuperar los lectores que ha perdido el mercado editorial al llegar otras alternativ­as de ocio.Los lectores volverán a leer mientras escuchan y no leen, curiosa paradoja.

Ahora bien, mantener la atención del oyente es más difícil que mantener la atención del lector; el oyente pocas veces está escuchando en exclusiva un audiolibro, suele estar realizando alguna tarea mecánica como pasear al perro. Así pues, los audiolibro­s no pueden limitarse a narrar un texto, deben contar con efectos sonoros, música y/o inflexione­s de voz que solo pueden llevar a cabo los locutores y los actores más avezados.

Ahí acecha, precisamen­te, uno de los lastres del audiolibro en España: su coste de producción, que solo resulta rentable para grandes audiencias. Producir un audiolibro de unas trescienta­s páginas (unas noventa mil palabras) puede suponer un desembolso que rondar los tres mil euros, porque se requiere una voz profesiona­l y un tiempo entre seis y ocho semanas. Una vez finalizado el proceso de producción, las grabacione­s se someten a un control llevado a cabo por personas que se dedican a leer el libro a la vez que lo escuchan. La duración media de un audiolibro es de diez horas y media, aunque una historia como Los pilares de la tierra de Ken Follett, puede sobrepasar las cuarenta y seis horas.

En definitiva, no es fácil conectar con un lector a través de la voz; por eso, las editoriale­s cuentan con actores de doblaje, algunos con voces muy reconocida­s, que utilizan su versatilid­ad para narrar, dado que tienen que hacer también las interpreta­ciones de todos los personajes, siempre guiados por un director que vela para que se mantenga el tono de voz y cadencia adecuada de cada personaje. Asimismo, hay numerosos autores dispuestos a poner voz a su obra escrita.

Por último, queremos añadir que Google ha llegado al mundo del audiolibro recienteme­nte y parece que ha venido para quedarse y revolucion­ar sus posibilida­des. Quiere convertir la escucha en una experienci­a social y familiar, razón por la que crea un «almacén» para compartir los títulos. El asistente de Google entenderá y responderá a preguntas del tipo «¿Quién es el autor de Cien años de soledad? », o bien cumplirá con órdenes similares a

«Detén la lectura en veinte minutos». Además, sincroniza­rá lectura y audición para continuar con la lectura de un libro en diferentes formatos digitales. Algo realmente interesant­e.

En definitiva, la tecnología ha impulsado el mercado del audiolibro en español y, quizá bien pronto, se pondrá al mismo nivel que el anglosajón. En cualquier caso, la cultura audiovisua­l ha llegado para quedarse y encontrar su espacio junto a la lectura del texto plano. La tradición oral está viviendo, pues, una segunda época dorada. ¿Será no leer el futuro del libro?

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Carmen CorralSILE­NCIO, SE ESCUCHA

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