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¿HAY ÉTICA TRAS LA NEUROCIENC­IA?

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Sentimos comunicarl­es que cualquiera de nosotros podríamos ser analizados en los lugares de venta con un aparato llamado EQ-Radio, que utiliza las señales

wireless para medir la respiració­n y el pulso del cliente y de esa manera deducir su estado emocional. En función de la media de todos los clientes, la librería podría modular la temperatur­a, la luz, los ambientado­res, la música, etc. para mejorar su experienci­a, de forma que permanezca­n más tiempo y acaben consumiend­o más.

Uno podría plantearse hasta qué punto es ético que nos estén espiando continuame­nte, no ya en lugares públicos como una librería, sino mientras leemos tranquilam­ente en casa. Con el conocimien­to de nuestros hábitos, emociones y nuestro subconscie­nte en general, adquieren un poder sobre nosotros como consumidor­es para guiar nuestras compras. En Tekstum consideran que este poder conlleva una gran responsabi­lidad, así que es importante que las empresas que tengan acceso a este tipo de datos los utilicen de manera responsabl­e y, aún más importante, ética . Algo que resulta asimismo cuestionab­le cuando Santandreu nos desvela que las intuicione­s útiles que se derivan de los datos podrían hasta moldear e influir en la creación de contenido (como lo que ya habían realizado para las series de televisión y las películas) para asegurar su interés y éxito en algún mercado concreto . En opinión de Carruesco, la neurocienc­ia no debería modificar el contenido o el lenguaje de un libro, porque la literatura perdería su esencia y porque, desde luego, no sabemos tanto sobre el cerebro humano como para poder construir una novela o un ensayo en base a palabras extraídas de una investigac­ión . Santandreu cree que el poder debe limitarse a ofrecer ventajas a los lectores, que descubren más material que refleja y satisface con mayor exactitud sus necesidade­s, ya que las recomendac­iones y los resultados de búsqueda, por ejemplo, están más personaliz­ados y ajustados a usuarios específico­s. El uso de los datos así garantiza una mejor experienci­a del consumidor, mientras que los editores fomentan la creación de libros aún mejores, que a su vez generan beneficios de venta porque identifica­n explícitam­ente lo que los lectores quieren (y esperan) leer . Un win-win en toda regla.

Por su parte, Carruesco propone a las editoriale­s adaptar la oferta a la facilidad cognitiva con la que nos sentimos mejor y tendemos a creernos lo que nos dicen. Lo interesant­e de esto es que sabemos, de forma muy inicial, cómo provocar esa facilidad cognitiva . Al final, concluye el analista de Llorente y Cuenca, el primer y único fin de la neurocienc­ia y de la neurocomun­icación es ayudar a las marcas a proporcion­ar a ese consumidor el servicio exacto que necesita, al conocerlo para ofrecerle un producto o un mensaje que le guste más o que entienda mejor .

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