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LAS CLAVES DE EN AGOSTO NOS VEMOS

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Los hijos del que fuera Premio Nobel de Literatura colombiano, Gonzalo y Rodrigo García, prologan un libro que también cuenta con un epílogo del editor Cristóbal Pera, que cuenta cómo estuvo compuesto de cuentos independie­ntes al comienzo y que fue tomando forma como relato más largo, hasta quedar dividido en 6 capítulos. La idea había nacido a comienzo de siglo y estaba entre los papeles que tenía guardados el escritor, que en un principio había desechado el material.

En todo caso, ya está en librerías En agosto nos vemos, cuyo título alude a que cada una vez al año, una mujer que tiene un nombre tan conocido como Ana Magdalena Bach, al igual que la esposa del compositor alemán, toma el transborda­dor hasta la isla donde está enterrada su madre para visitar la tumba en la que yace. Esas visitas y el encuentro esporádico con varios hombres la llevan a desear mantener relaciones sexuales cada agosto, en un ambiente caribeño descrito con la minuciosid­ad y belleza a la que el autor tenía acostumbra­dos a sus lectores.

Atendiendo la noticia y la presencia de los hijos del escritor, en Madrid (con la presentaci­ón del libro en el Instituto Cervantes, presidida por los hijos del autor y la directora editorial del Grupo Random House, Pilar Reyes), el 5 de marzo, Javier Ors se hacía eco, en las páginas de La Razón, de algo que contaba el propio Gonzalo: «Es cierto que dijo “este libro no sirve, hay que destruirlo”, como nosotros mismos explicamos en el prólogo, pero mi hermano y yo decidimos conservarl­o. El motivo es que ya había desarrolla­do alzheimer y la impresión que teníamos es que por la misma razón que no podía rematar el libro, a lo mejor su juicio sobre él también era demasiado radical. Así que respetamos una parte de su voluntad, pero no toda. Jamás se nos hubiera ocurrido destruir el original, aunque no fuéramos a editarlo nunca. Por ese motivo, lo enviamos al Harry Ransom Center de la Universida­d de Texas, en Austin, donde se conservan sus papeles y el resto de manuscrito­s originales de sus otros títulos».

Entonces, tras releerla y valorar ponerla al servicio del público, los hermanos contactaro­n con Cristóbal Pera para emprender una edición del manuscrito. A Gabo le había dado tiempo de hasta completar cinco versiones del texto, aunque algunos capítulos posean algunas más. Y siguió trabajando en ellas hasta 2012. «Era un gran perfeccion­ista y por ese motivo le daba pudor que el libro saliera –prosigue Gonzalo–. Era un revisor cuidadoso y atento de todo lo que difundía. Era muy obsesivo con las correccion­es. En la biblioteca de Ransom pueden verse galeradas originales con tachaduras suyas. Introducía enmiendas incluso en las primeras ediciones que, posteriorm­ente, se incorporab­an en las siguientes, aunque por lo general, cuando el público leía ya el libro, no lo volvía a tocar más. Pero es cierto que KasWa eQ las JaleUadas fiQales KaF¯a FaPbLos}

De hecho, a principios de 2002 y 2003, leyó un capítulo en Casa de América, en un tiempo que coincidió con su última narración, Memoria de mis putas tristes. La cuestión que tenía en mente era una serie de páginas que abordaran el amor y la sexualidad en la edad avanzada. Pero entonces le sobUeYLQo la S«UdLda de PePoULa \ \a sX LQeYLWable fiQal, hasta su muerte en 2014.

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