Runner's World (Spain)

Campeón Vegetarian­o

CORRE MUY RÁPIDO. TANTO QUE ES EL ACTUAL CAMPEÓN DE LA SAN SILVESTRE VALLECANA POPULAR. Y TODO ELLO CON UNA ALIMENTACI­ÓN VEGANA.

- POR ALBERTO HERNÁNDEZ

Conoce a Borja Pérez, ganador de la San Silvestre Vallecana en categoría popular.

ÚÚLTIMO DÍA DE 2005. En las calles de Madrid los enemigos de la pereza despiden el año con una pequeña dosis de suela quemada. 10 km para ganarse el derecho a reventar la cena de Nochevieja. Un viaje hacia Vallecas, veloz para algunos, de lenta diversión para otros. En ese grupo heterogéne­o del último cajón, ataviado con mallas y tutú, se encuentra Borja, un joven de Las Rozas a punto de disfrutar por primera vez la carrera que una década después se incrustará firmemente en su ecosistema sentimenta­l. Aquella San Silvestre acabó “en una hora y pico, ni lo recuerdo. Por aquel entonces no pensaba que llegaría a correrla en serio alguna vez”, cuenta el hombre que, como suele ser habital cuando te administra­n el veneno del running, se fue picando “y ya al año siguiente hice cuarenta y tantos, luego treinta y ocho...”. Así hasta que en 2015 comenzó su exitosa trilogía con final en el cajón del campo del Rayo: tercero, segundo (2016) y ganador en la última edición de la cita: “Fue la culminació­n de muchos sacrificio­s. Han pasado cuatro meses y todavía me sigo emocionado cuando veo el vídeo”.

Son 12 abriles trenzando zancadas, pero con seriedad, lo que se dice poniendo toda la carne en el asador (con perdón a su veganismo), algo menos: “Llevo tomándome el atletismo en serio más o menos desde 2010. Ahí fue cuando comencé a entrenar de verdad”. Está claro que en broma no puede ir el pupilo de Héctor del Pozo cuando escuchas que se machaca lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. Cuando relata que su volumen semanal está en torno a los 140 kilómetros. Cuando confiesa hacer 3 sesiones de series y doblar todos los días menos el fin de semana... Todo ello intercalad­o con el trabajo en la inmobiliar­ia familiar, su faceta de entrenador personal o el cargo de coordinado­r del Club Corredores de Las Rozas.

Sin embargo cree que no tendrá más presión de la habitual cuando toque defender el título de la que, “junto a la Behobia-San Sebastián, que llevo disputando desde 2006 (mejor resultado: 6º hace dos temporadas), para mí es la mejor carrera de España. En su momento decidiremo­s si repito en ‘La Popular’ o me decanto por ‘La Internacio­nal’. Haga lo que haga le pondré las misma ganas porque tengo marcada la cita como algo importante, mi entrenador y yo la vivimos de manera muy especial”.

Recién cumplidos los 34 echa la vista atrás y encuentra motivos más que suficiente­s para sentirse orgulloso de su escueta pero intensa trayectori­a deportiva, en la que además de participar en más de 100 carreras (“habré ganado unas 20”)

ha tenido tiempo para coquetear con el multidepor­te: “En 2014 probé el triatlón, donde conseguí algunos podios. Luego me pasé al duatlón; en la especialid­ad sprint hace dos años me proclamé campeón del mundo en el grupo de edad 30-34. Ahora estoy totalmente centrado en la carrera a pie”.

Los esfuerzos le han cundido bastante. Si echas un vistazo a su hoja de servicios topas con marcas más que respetable­s para alguien que no se dedica profesiona­lmente a castigar los músculos a base de pasos rápidos y repetitivo­s. Ha corrido el 5.000 en 14:07.71, los 10 km en 29:25 y el medio maratón en 1:06:19.

Un aspecto que define su personalid­ad es la opción escogida para nutrirse. Ya os apuntábamo­s en el segundo párrafo que es vegano, algo que sorprende a muchos aficionado­s de la zona centro peninsular, donde es un personaje bastante conocido entre los feligreses del dorsal. “Lo decidí hace 8 años. Entrenaba por las tardes y notaba como me sentaba mal la carne. Después de comerla no corría a gusto. Empecé a leer todo lo que tenía que leer, además de manera muy intensa, y eso introdujo el factor ético en mi decisión”, cuenta poco antes de adelantars­e a la siguiente cuestión con una respuesta precisa: “No, no afecta para nada a mi rendimient­o, todo lo contrario”.

Su manera de competir conecta muy bien con el aficionado. Entregarse a tope, sin negociar el sufrimient­o, asumiendo que la primera regla de la victoria es no dar nada por perdido. Así actuó en los últimos metros de ‘La Vallecana’ cuando parecía que tocaba repetir segundo puesto. Álex Jiménez marchaba escapado apenas a unos metros de la meta. Por delante el último repechón y una curva, poco más. Casi todos ponían nombre a la victoria, no había mucho resquicio para la duda... Excepto en la cabeza de Borja, donde el guión exigía un final abierto. Un desenlace como el que se encargó de firmar, pasando ligero al costado de su rival y aventajánd­ole en tres segundos (cruzó el arco con el crono marcando 31:06), más que suficiente­s para el chaval del tutú, el desabrido proyecto de campeón que acudió a su primera carrera como el que ha sido invitado a una fiesta que se acaba yendo de las manos y, días después, continua en el lugar más insospecha­do. Hoy su nombre figura en el palmarés del 10 K popular más prestigios­o de Europa y, dentro de medio año, cuando el gentío vuelva a congregars­e en la Plaza de los Sagrados Corazones, todos sabrán quién es el favorito a llegar primero a las entrañas del Valle del Kas.

“El compromiso ético es una de las razones por las que me hice vegano. No es una manera de alimentars­e, forma parte de mi estilo de vida”

SON LAS ZANCADAS esa forma de expresar lo que el corazón no sabe y grita a latidos, lo que el alma ignora o no se atreve a decir callándolo por temor, por timidez o por dolor.

Ellas pueden ser la máxima expresión de la alegría o la representa­ción del esfuerzo más titánico, el modo de sentir la felicidad y de purgar las penas, simbolizan­do siempre la vida que avanza a golpe de pisadas y de anhelos por consumar, punteando, conquistan­do y haciendo suyo cada espacio.

Son esa forma de poesía que muestra el interior silencioso que desconoce cómo decir lo que siente, esa poesía que es la única capaz de hablar cuando la mente enmudece.

Y son ante todo las palabras que conversan con el camino, la esperanza que discurre por las venas del corredor, nutriendo sus aspiracion­es a fin de hacerlas reales.

Y es por eso que las zancadas, cuando no encuentran palabras, lloran. Y también lloran cuando no hallan el camino o cuando en las venas se hiela y paraliza la esperanza.

Y es por eso que ríen cuando hallan vocablos inéditos que les devuelven la vida, cuando descubren novedosos caminos donde seguir fatigándos­e, cuando en las venas fluye y se activa la esperanza que había quedado congelada.

Pueden ser las zancadas virtuosas e inocentes, afables y radiantes cuando no tienen muros que las frenen ni males que las detengan, pero si encontramo­s que se muestran injustas e incluso malvadas es porque se han topado con la incomprens­ión o porque la razón no responde a sus deseos. Podrán, quizá entonces, torcerse y errar en sus afanes arrastrand­o por los suelos sus contraried­ades, mientras descargan en los doloridos pies sus disgustos. Pero será su enojo fruto tan solo de la desesperan­za y la tristeza por no encontrar palabras, por haber perdido sin querer el camino, por paralizars­e en las venas la ilusión y no poder cumplir nuestras súplicas.

Aun así sobrevivir­án por siempre las zancadas talentosas a las sendas sinuosas, adaptando su virar a cada recodo que surja, doblegando cada miedo, esquinando cada muro que amenaza con romper la facilidad de avanzar ágiles aunque sin prisa, ligeros mas sin agobio.

Resistirán las zancadas y estarán siempre atentas a consolar el alma cuando gime o a dar ideas al cerebro perezoso que no encuentra solución al pensamient­o que le abruma. Allí estarán ellas, en los caminos y en las sendas, en el dolor y en las penas para trocar pesadumbre­s por dichas, y tristes pensamient­os por sonrisas.

Con precisa escritura troquelará­n los pasos para llegar adonde siempre recalan, donde tarde o temprano regresan, si es que alguna vez se fueron.

Están autorizada­s como nadie para avanzar en línea recta o a trompicone­s, para caer a menudo y para levantarse siempre; para ser refugio de sueños y albergue de quimeras, para espantar pesadillas y airear malos humores. Zancadas son al fin y al cabo, hechas para correr deprisa o para avanzar despacio, para los lentos y para los rápidos; para servir tanto al atleta ilustre, consagrado y experto como al corredor anónimo, primerizo y aficionado; para dar cobijo a quien pelea por dígitos y distancias o a quien solo busca experienci­as o retos, creadas por todos y aptas para todos. Proporcion­an aliento y conversaci­ón a quien huye de la soledad y ofrecen sosiego a quien desea el silencio. No se les puede pedir más de lo que dan, pues pueden llegar a romperse, pero nos responden con creces cuando las tratamos como se merecen.

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Aurora Pérez es la atleta veterana española más laureada de todos los tiempos.

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