Runner's World (Spain)

Territorio Beamon

VIVIR EN LA CARRETERA

- POR MIGUEL CALVO Síguele en @MiguelCalv­o_A

El sorpresivo cruce de caminos entre el tesón maratonian­o y el triunfo es puro rock.

PARAFRASEA­NDO A PESSOA, Bob Dylan dibujó su propio universo en el disco Highway 61 Revisited.

La mítica autopista 61 cruza el corazón de Estados Unidos de norte a sur y, tras dejar atrás Memphis e internarse en Tennessee y Louisiana hasta el delta del Mississipp­i, a medida que la carretera se pierde entre rectas infinitas, campos de algodón y preciosos atardecere­s donde tras cada puerta abierta en pueblos y moteles se escapa la música que nos lleva a los orígenes del blues, el jazz y el rock, a su alrededor no paran de asaltarnos nombres como Elvis Presley, Johnny Cash, B. B. King, Muddy Waters o Louis Armstrong y el sonido de Nueva Orleans en el que todo desemboca. Como el cruce con la 49, donde la leyenda sitúa a Robert Johnson vendiendo su alma al diablo a cambio de convertirs­e en el mejor músico de blues.

Para el propio Dylan, la carretera que nace en su pueblo natal de Duluth (Minnesota) representa­ba todo su mundo musical. Pero, por encima de todo, reflejaba su deseo de huir de la ciudad, de buscar nuevos horizontes. Como si el destino hubiese querido que la ruta que mejor simboliza un viaje a las raíces y a la libertad de la música tuviera que pasar justo delante de su casa para poder salir corriendo, convirtién­dolo en una parte más del relato.

Correr, como vivir, muchas veces es una foto fija: una carretera que se pierde en la lejanía. Un bosque. El solitario silencio de los grandes espacios abiertos únicamente alterado por el sonido de las zancadas. Siempre como una huida hacia adelante.

En una de esas imágenes contemplam­os a Shalane Flanagan, la primera estadounid­ense en ganar el maratón de Nueva York en 40 años, perdida en la soledad de las carreteras y los bosques que crecen a los pies de la cumbre nevada del monte Hood o las montañas de Flagstaff y Mammoth Lakes.

Nueve meses antes de convertirs­e en la primera estadounid­ense en ganar el maratón de Boston desde 1985, Des Linden ni siquiera podía correr y, atormentad­a por las lesiones, creó su propio refugio alrededor del lago Michigan, buscándose a sí misma en un kayak, pescando y encerrada entre cientos de libros, como si a veces necesitára­mos perdernos en la ficción para poder encontrarn­os en la realidad.

Con la llegada del otoño comenzó a correr de nuevo, centrada en distancias cortas. Y, por fin, el invierno se convirtió en una larga carretera, en cientos de millas a la carrera.

“Es otro día en el paraíso”, narraba su marido durante la retransmis­ión del pasado maratón de Boston para explicar cómo Linden seguía corriendo en cabeza dispuesta a ganar durante un día infernal de frío y lluvia después de unos meses muy duros de entrenamie­nto bajo la nieve, el hielo y el viento.

Y junto a Linden y Flanagan, la apasionant­e figura del japonés Yuki Kawauchi sería imposible de definir sin la metáfora de la vida convertida en un maratón infinito.

Las emotivas victorias de estos tres corredores en dos de los mejores maratones del mundo nos hacen seguir creyendo en los cuentos con finales felices y, precisamen­te, como si recorriése­mos la autopista 61, pocas carreras reflejan mejor la búsqueda de los orígenes que Nueva York y Boston. Detrás de la fiebre por las carreras populares que inició Fred Lebow en Central Park, a lo largo de la carretera que une Hopkinton con Boston a través de las colinas donde los mitos llevan forjándose desde hace más de 120 años.

Mientras, sin dejar de correr, seguiremos soñando con viejos cadillacs, con carreteras secundaria­s y con que la vida, como si estuviéram­os dentro de un tema de Bruce Springstee­n, siempre se pudiese resumir en una apuesta por el rock and roll: “Súbete al coche, este es un pueblo lleno de perdedores y estoy intentando salir de aquí para ganar”.

 ??  ??
 ??  ?? Miguel Calvo
es estadístic­o de la AEEA.
Miguel Calvo es estadístic­o de la AEEA.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain