SUEÑO CUMPLIDO
A veces las fantasías se materializan, pero antes de que se hagan realidad tienen que salvar un filtro repleto de sentimiento. Mis ilusiones son como montarse en una montaña rusa, en algunas ocasiones pueden parecer muy divertidas y en otras producen vért
TODO COMENZÓ EL 1 DE NOVIEMBRE
de 2015. Fui al Maratón de Nueva York con la idea de combinar turismo y deporte. Los 42 km de la Gran Manzana no son los más multitudinarios ni los más rápidos, pero sí los más emblemáticos, multicoloristas y sugerentes… nadie se los quiere perder. En mi época de fondista profesional nunca había experimentado la combinación turismo-deporte, pero en esta ocasión no podía sacrificar las vacaciones de mis amigos por los sentimientos adquiridos como atleta de élite.
Pateé las calles de Manhattan y esta vez no me quedé enclaustrado entre las cuatro paredes que componen la habitación del Novotel Time Square. El día anterior a la carrera corrí por Central Park y después de una ducha salí a visitar los lugares más emblemáticos de la ciudad: Brooklyn, Harlem, Bronx, la Quinta Avenida… Anduve unos veinte kilómetros de turisteo y de esta manera empecé a conocer y a sobrevivir como un atleta más, un mortal que corre maratones.
El día del maratón logré algo que no había alcanzado como atleta de elite (en 1996 fui séptimo con 2:12:31 y en 1999 noveno con 2:12:03): ganar. Me impuse en la categoría de M50 con un registro de 2:34:33, una marca que además me servía para doblegar a todos los atletas M45. Una mente inquieta y soñadora empezó a volar por diferentes maratones y llegué a la conclusión de que había que repetir experiencia en el resto de Majors: Tokio, Boston, Berlín, Londres y Chicago. Los mejores maratones del mundo, los más selectos, donde corres rodeado por decenas de miles de runners que disfrutan de una de las mejores experiencias de sus vidas.
La empresa no iba a ser nada fácil, más cuando mis piernas, en una trayectoria que supera los 30 años, han soportado alrededor de 300.000 kilómetros. Sólo me quedaba convencer a mi familia y pedir consejo a mi amigo (y mano derecha en todo, Álex Calabuig). Me tacharon de friki y, sobre todo, me aconsejaron que no me obsesionara y disfrutara del reto. Volví a meditar la idea y me propuse no ser conformista, rice el rizo hasta verbalizarlo: “Quiero ganar los seis Majors en mi categoría y convertirme en el primer atleta del mundo en lograrlo en cualquiera de las categorías. Nadie lo ha hecho jamás, pero me veo con fuerzas y con muchas ganas de intentarlo, aunque soy consciente de la dificultad del desafío”. El calendario fue el siguiente:
TOKIO
Tras Nueva York iba a afrontar el Maratón de Tokio con una motivación extra: que no se desvaneciera la ilusión de ganar los Majors a la primera de cambio. Además, Japón es la cuna del maratón, los atletas que corren en esta distancia son tratados como dioses y vencer en la capital era como rememorar aquellas guerras que tuve que batallar en los años noventa. Allí siempre fui un ídolo y en esta ocasión regresaba con otra vitola totalmente diferente; subirme a lo más alto del podio en M50. La carrera salió muy rápida y en un recorrido plano (en su mayor parte) logré colocarme en un grupo que siempre corrió a ritmo continuo (3:30 min/km). Los cinco últimos kilómetros, con un desnivel ascendente, hicieron que se ralentizase el ritmo de carrera. Terminé muy fuerte y enseguida me di cuenta de que había ganado, además de realizar el récord de la prueba (2:28:29) en M50. El hándicap para los atletas que venimos de Europa es el cambio horario, pero esta vez preferí no adaptarme y opté por viajar con el tiempo justo, dos días antes de la carrera. Fue mi segunda victoria, así que misión cumplida… pero no había que bajar la guardia, Boston aguardaba a la vuelta de la esquina.
BOSTON
Boston es especial, la más antigua de todas las maratones. Allí Kathrine Switzer fue la primera mujer que corrió un maratón de manera oficial, con dorsal, el mítico 261. A nivel personal, logré mi
primer récord de España de la distancia: 2:10:21. Todo fue muy emocionante, participaron varios deportistas víctimas del atentado de 2013. Quien crea que el Maratón de Boston tiene un recorrido fácil está totalmente equivocado; no hay descanso, simultanea bajadas con subidas largas y altos porcentajes de desnivel. Además la ciudad está expuesta a una climatología adversa para correr, muy cambiante. Un año te puedes encontrar con un calor asfixiante y al siguiente el frío es bestial. Esta vez me tocó pasar un poco de calor y viento en contra, lo que frenaba la ‘marcheta’. En la primera parte supe encontrar un buen grupo de atletas, pero pronto me di cuenta de que iban muy deprisa. Tras tirar de experiencia, en la segunda parte de la prueba, que corrí prácticamente en solitario, superé con éxito todos los toboganes que me fui encontrando, sobre todo la durísima Cuesta Rompecorazones (Heartbreak Hill), para acabar firmando un registro de 2:30:57 y presentarme en meta como ganador de mi tercer Major. Tres de tres, cada cual diferente, cada uno con sus bellezas y dificultades.
El siguiente iba a ser Berlín, así que desde el mes de abril hasta septiembre iba a tener el tiempo suficiente para recuperarme del esfuerzo de haber irrumpido en tres maratones en un espacio de seis meses. Esta vez el único contratiempo que me iba a encontrar era el verano, entrenar en julio y agosto, los meses más calurosos del año, donde un sol de justicia podía dañar mi integridad física. Hidratación, alimentación y descanso iban a ser mis mejores aliados.
BERLÍN
La ciudad en la que atletas de élite y aficionados tratan de lograr un récord: mundial, europeo, nacional o personal. Aquí se han logrado varios topes universales, entre ellos el vigente de Dennis Kimetto: 2:02:57. Por Berlín han pasado los mejores: Haile Gebrselassie, Eliud Kipchogue, Fatuma Roba... Abel Antón (2:09:15 en 1996) es el único español que ha ganado la prueba. Con estos antecedentes sabía se me presentaba una oportunidad única de poder ganarlo y lograr una buena marca. El récord M50 lo ostentaba Rene Teniers (Bélgica) con 2:27:49 desde 1992. Salí con el pensamiento de hacer una buena marca, durante la carrera traté de correr a un ritmo constante que me llevara a la victoria y a su vez el récord. No fue nada fácil, ya que hubo un atleta, Mohammed El Yamani, que estuvo delante hasta el kilómetro 25, pero tras rebasarle me di
“Con cuatro victorias en los primeros cuatro maratones empezó a darme vértigo... y a aumentar la responsabilidad”
cuenta de que el francés podía pertenecer a mi misma categoría, M50, como así sucedió. Lo que tiene esto de competir en master, es que en carrera no hay ningún distintivo que te diga quién es de cada categoría. El único distintivo es mirar las caras de tus rivales, el color del pelo… y aún así es muy difícil localizar a tus adversarios. Gané la carrera y alcancé el récord, 2:26:32. Cada vez más cerca, cada vez más ilusión y cada vez más miedos.
Cuatro victorias en cuatro maratones empezaban a darme vértigo y muchas responsabilidades. Sólo (o todavía) faltaban dos maratones, Londres y Chicago, para saborear las mieles del éxito o quedarme a las puertas de conseguir ser el primer atleta del mundo en ganar los Six Majors en cualquiera de las categorías. Algo histórico.
LONDRES
Es el más adinerado. El único que es capaz de aglutinar en una misma edición a los mejores maratonianos del mundo. Ahí iba a estar yo, pero no en ese ramillete de atletas, sino luchando con los de la categoría de veteranos. Cosquilleo por todo el cuerpo y unas piernas temblorosas presagiaban que el sueño estaba muy cerca. No podía fallar, sabía que si vencía en Londres, el camino para ganar los Six Majors se me iba a allanar formidablemente. Tengo la sensación que en Londres lo di todo, mi mente me exigía más y más, mi musculatura y articulaciones se vaciaron y dejaron de acompañarme. Esta vez los kilómetros finales no fueron mis mejores aliados, no me sentí fuerte ni dominador de mi organismo, ni de mi mente. Traspasé los límites y el maratón no tuvo compasión… mandó a socorrerme al hombre del mazo. Piernas vacías y ojos nublados, en Londres se confirmó que no es nada fácil ganar en los seis mejores maratones del mundo, algo que revaloriza mi empeño por alcanzarlo y que me impulsa a conseguir el reto. Corrí en 2:29:32 (54 años) pero hubo un atleta, Mohammed El Yamani (52 años), que corrió mucho más rápido: 2:26:36. Los dos nos sometimos a una lucha extrema, un toma y daca, un yo gano y tú ya veremos. Una rivalidad deportiva y digna de dos atletas que lucharon por la victoria.
Terminé satisfecho (no contento) por mi generosidad en el esfuerzo, porque cada vez que salgo al escenario maratoniano, lo doy todo. Me costó recuperarme del varapalo, iban a ser días, incluso meses, para digerir, asentar, descansar y recapacitar antes de volver a asumir el siguiente reto: Chicago.
CHICAGO
En esta carrera la participación de hombres y mujeres se ha equiparado al cincuenta por ciento. Cada vez son más las mujeres que participan en maratones y el de ‘La Ciudad del Viento’ es ejemplo de ello. Me tocó vivir una jornada de incertidumbre, de indecisiones, de ilusión, motivación, coraje…tuve que convivir con una mentalidad de la que emanaban sentimientos contradictorios: ganar y perder. Meses atrás, en el maratón de Londres, había fallado. Allí me creí grande y en Chicago tuve ciertas dudas en mi preparación.
En un principio me plantee cambiar de estrategia y hacer mis virtudes aún más fuertes. Entonces decidí endurecer los entrenamientos, acumular kilometraje en las piernas y, a su vez, mantener ritmos elevados. El fin que buscaba con este método de entrenamiento era que mi organismo asimilase y memorizase los ritmos para el día de la carrera. En Chicago tenía que prevalecer todo lo que me hizo respetable: perseverancia en el día a día, respeto máximo hacia todos mis rivales. Tuve que mantener el equilibrio (físico y mental), serenidad para, en los momentos críticos, no sentir todo lo que sentí en Londres. La táctica se circunscribía en mantener un ritmo continuo de 3:30 min/km sin
que hubiera altibajos. El recorrido está diseñado para que los atletas logren buenos registros y ese día el habitual viento no sopló. Las condiciones que se dieron invitaban a correr, se podía hacer muy rápido. Tras un buen planteamiento pude alcanzar la victoria y, una vez más, me sonrió la suerte, el trabajo físico y mental para lograr ser el más fuerte. Chicago supuso mi quinta victoria, esto me hacía ser el atleta en el mundo con más triunfos en pruebas diferentes de los Six Majors, pero para poder ganar -ése fue siempre el sueño- todavía me quedaba por conquistar el Maratón de Londres. Volver a Inglaterra significaba regresar al circuito donde me vi hincando la rodilla sobre el asfalto, donde El Yamani me venció con total solvencia… Pero algo en mi interior me decía que debía regresar para solucionar lo que un año antes parecía haberse derrumbado, el sueño de los Six Majors.
Comencé mi particular reto de las Six Majors (Fiz Marathon Majors) con el absoluto convencimiento de disfrutar. De hecho, lo estoy saboreando y haciendo partícipe de él a todos los runners, pero según he ido ganando maratones se ha ido incrementando el nivel de responsabilidad. El 22 de abril volvía a correr el maratón de Londres con un único ideal, ganarlo. A día de hoy tengo unas sensaciones muy familiarizadas con las de mi época en la élite: profesionalidad, motivación y responsabilidad. ¿Esto es bueno? Pues sí. Me hace estar alerta y a la vez me siento muy vivo. Nunca olvido que tengo 55 años y que mis piernas han recorrido más de 300.000 kilómetros. Entonces me diréis… ¿qué te mueve? La pasión. Aunque no lo tengo nada fácil (nunca lo tuve), lucharé por lograr la victoria en Londres y sólo yo puedo creer que puedo conseguirla.
CUENTAS PENDIENTES
Hacía décadas que no afrontaba un maratón con tanta presión, por un instante creí tener veinte años menos. La carrera iba a ser de las llamadas alocadas. Por una parte Eliud Kipchogue, Mo Farah y Kenenisa Bekele pretendían luchar por el récord del mundo. Por otra los británicos se jugaban el campeonato. Y, por último, los aficionados añorábamos hacer una buena marca y algunos lograr la victoria en nuestras respectivas categorías.
No fue una carrera nada fácil, en el sexto kilómetro tropecé con un badén limitador de velocidad y me fui al suelo. Durante casi toda la prueba sufrí dolores y problemas musculares en los cuádriceps, hasta el punto de que llegué a pensar en retirarme. El paso por
“Tengo 55 años y mis piernas ya han recorrido más de 300.000
kilómetros... ¿Qué me mueve?, diréis. La pasión”