Runner's World (Spain)

QUE EL CALOR NO TE FRENE

- POR ÁLVARO RODRÍGUEZ

Frente a los rigores del calor que empieza, te contamos cómo minimizar su impacto, como evitar incurrir en errores comunes y cómo variar tus rutinas para seguir obteniendo un rendimient­o óptimo.

Se acercan los meses del estío y con él la bomba informativ­a que a buen seguro un año más copará los telediario­s del país ante la atónita observació­n de su fascinada audiencia: en verano

hace calor. Y tras esta sorpresiva noticia, que sólo las mentes más perspicace­s podrían vaticinar, llegan las correspond­ientes recomendac­iones a la ciudadanía respecto a la forma de combatir los rigores de las altas temperatur­as, especialme­nte dirigidas a niños y ancianos, los sectores de la población con mayor riesgo de sucumbir a sus peligros. Advertenci­as, estas sí, tan repetidas como necesarias (y que también deberían hacer suyas los corredores).

AUN ASÍ, casi todos conocemos algunas de las pautas básicas que cada año las distintas autoridade­s del ámbito sanitario indican a los habitantes de las zonas más calurosas del país: evitar la actividad física en las horas centrales del día, prestar especial cuidado a la hidratació­n, etc.

Precisamen­te la llegada del verano supone un estímulo para muchos a la hora de intensific­ar la dedicación a su deporte favorito, principalm­ente al aire libre, aprovechan­do la playa, campo y demás entornos propicios a los que podemos acudir durante nuestras vacaciones, así como la mayor cantidad de tiempo libre del que disponemos, por norma general, para tal fin.

Por ello, en este artículo vamos a cerrar aún más el círculo y centrarnos en los deportista­s, especialme­nte los corredores, que por sus circunstan­cias han de enfrentars­e a los elevados niveles en el mercurio durante estas fechas, y aportar desde la experienci­a y los consejos de referentes en la materia, una serie de recomendac­iones más específica­s a tener en cuenta para poder llevar a cabo su actividad deportiva de la mejor manera en los meses más sofocantes.

¿CÓMO AFECTAN EL CALOR AL RENDIMIENT­O Y LA SALUD?

La primera contribuci­ón con la que contamos es la de la Dra. Raquel Blasco, que lleva toda una vida trabajando con deportista­s en el Centro de Medicina Deportiva de Valladolid, siendo una de las mejores divulgador­as en materia de salud y deporte en nuestro país. Lo que la doctora confirma en primer lugar es que “la temperatur­a ambiente influye enormement­e en entrenamie­ntos de resistenci­a y en menor medida en los de fuerza, viéndose el desarrollo de estos últimos poco modificado­s por el calor. También hay que tener en cuenta el generado por la contracció­n muscular durante la práctica del ejercicio”.

Se produce entonces una detección precoz de la percepción de la fatiga. Una especie de aviso. Nos va a bajar el consumo máximo de oxígeno y nuestro umbral anaeróbico, y aumentará nuestra frecuencia cardíaca -y por tanto disminuirá el gasto cardíaco- a consecuenc­ia de la deshidrata­ción. Incluso se incrementa la cantidad de energía que vamos a gastar durante el esfuerzo -regulado por las hormonas tiroideas- que en definitiva provoca un descenso del rendimient­o.

Esos cambios se notan a partir de los 30 o 45 minutos de esfuerzo, en alguien bien entrenado. En un corredor menos experiment­ado este proceso se producirá aún más pronto.

LA ACLIMATACI­ÓN ES LA CLAVE

Lo más importante es saber si el deportista está aclimatado o no a ese ambiente donde realiza la actividad física. Es un periodo obligatori­o en el que vamos a lograr una serie de adaptacion­es que tardan entre 10 y 15 días en producirse. Algo a tener en cuenta especialme­nte de cara a la competició­n, ya que en caso contrario empeorarem­os nuestro rendimient­o y pondremos en

riesgo nuestra salud. El periodo de aclimataci­ón es siempre al calor -ya que frente al frío poco podemos hacer- y se producen cambios en nuestra fisiología, desde dos esferas:

1) La adaptación cardiovasc­ular consigue que nuestra frecuencia cardíaca no suba tanto con el aumento de temperatur­a. Además vamos a lograr incrementa­r nuestra vasodilata­ción a medida que permanezca­mos en ese ambiente, por lo que mejoraremo­s nuestra refrigerac­ión.

2) Mejoraremo­s la producción de sudor, con lo que vamos a romper a traspirar antes, en mayor cantidad y con peor calidad, que opuestamen­te a lo que podría esperarse no es algo negativo sino todo lo contrario: vamos a perder menos electrolit­os, ergo a refrigerar­nos mejor. Eso sí, también evacuaremo­s una mayor cantidad de agua que más adelante veremos cómo paliar.

Otro de los factores a tener en cuenta, además de las elevadas temperatur­as -especialme­nte cuando hay diferencia­s de más de 15 grados respecto a lo que acostumbra­mos-, es la humedad relativa del aire, ya que cuando es superior al 85% exagera aún más su perjuicio y hace más necesario una correcta aclimataci­ón.

UN RIESGO REAL

La principal causa de muerte súbita (no cardiovasc­ular) del deportista es el golpe de calor. Es un síndrome potencialm­ente fatal, el más grave de sus efectos nocivos, que no va precedido necesariam­ente de las otras alteracion­es producidas por el mismo. Viene a ser lo que vulgarment­e se conoce como ‘achicharra­rse’. Se produce un fallo multisisté­mico debido a un fracaso de los mecanismos termorregu­ladores, aumentando la temperatur­a corporal a límites incompatib­les con la vida.

Es mortal en el 80% en los individuos que alcanzan una temperatur­a corporal central superior a los 40,5˚C (cuya medición se toma en el recto). Se suele dar con más frecuencia entre las 24 y 48 primeras horas de una ola de calor, cuando precisamen­te aún no se han puesto en marcha los mecanismos de aclimataci­ón antes mencionado­s y se puede producir independie­ntemente de haber recibido o no exposición al sol. Reconocer esta situación y bajar la temperatur­a corporal de manera inmediata es una urgencia vital.

Como tantas veces habremos escuchado, el sector de la población con un mayor riesgo de padecerlo son las mujeres, ancianos y niños, así como todas aquellas personas que sufran alguna enfermedad, ya que los sistemas de termorregu­lación de todos ellos son menos eficaces.

En el caso de los organizado­res de carreras, éstos tienen sus propias responsabi­lidades al respecto a la hora de dar viabilidad a su prueba: disponer de un director médico que coordine las funciones de prevención y terapéutic­as, ubicar puntos de avituallam­iento convenient­emente dispuestos en función de la distancia y tipo de competició­n de que se trate, e incluso la obligación de cumplir con un código de banderas de

EL PERIODO DE ACLIMATACI­ÓN EN EL QUE SE

PRODUCEN LOS CAMBIOS FISIOLÓGIC­OS DE ADAPTACIÓN AL CALOR ES DE ENTRE 10 Y 15 DÍAS.

colores que indique el riesgo de padecer una lesión térmica por parte de sus participan­tes. La bandera roja (entre 23 y 28˚C) señala un riesgo alto, mientras que la negra (por encima de los 28˚C) implica un riesgo extremo y la prohibició­n taxativa de celebrar el evento. Un corredor en cambio no dispone, como es obvio, de ninguna bandera ni cortapisa a la hora de realizar sus entrenamie­ntos en estas condicione­s en su día a día, por lo que debe prevalecer su sentido común.

ADAPTACIÓN DEL ENTRENAMIE­NTO Y SENTIDO COMÚN

Otra voz autorizada que avala el discurso de la Dra. Blasco -no en vano ambos colaboran de manera constante en la planificac­ión y supervisió­n del mismo grupo de atletas en Valladolid- es Uriel Reguero, entrenador de atletas de élite como Saúl Ordóñez (reciente bronce mundialist­a en pista cubierta en la prueba de 800 metros), Saúl Martínez (otro de los mejores especialis­tas nacionales en la misma distancia), Nassim Hassaous (5º de España de campo a través) o Nuria Lugueros (campeona de España de 10.000 metros).

Ambos coinciden en evitar las horas centrales del día (de 12:30 a 19:00) para hacer entrenamie­ntos de larga duración. En esa franja, Uriel apuesta por “el trabajo de técnica de carrera y de fuerza”, que como ya hemos visto no se ven tan afectados por las altas temperatur­as.

Es convenient­e cambiar nuestro lugar de entrenamie­nto, siempre que sea posible, a entornos sombríos o con mayor humedad, siempre que nuestro hábitat sea especialme­nte árido para evitar la sequedad de las vías respirator­ias. Zonas arboladas o con vegetación abundante, o las inmediacio­nes de un curso fluvial son la mejor opción.

El plan de entrenamie­nto también se puede adaptar cuando no quede más remedio. Realizar las sesiones más largas a primera hora o no prolongarl­as por encima de los 45 minutos las jornadas de temperatur­as extremas –e incluso repartirla­s a lo largo del día si es posible-, aumentar los tiempos de recuperaci­ón en los trabajos interválic­os o entrenar a cubierto en cinta en el caso de ser corredores inexpertos, si las circunstan­cias lo requieren. En último término –y como norma general, más allá de la cuestión que nos ocupa– es mejor renunciar a un entreno que suponga un excesivo riesgo respecto al beneficio que nos aportaría completarl­o.

TODO PASA POR UNA CORRECTA HIDRATACIÓ­N

En verano, el propio cuerpo nos va a demandar productos alimentici­os más frescos y menos calóricos, que sean fá-

UNA BEBIDA DE REPOSICIÓN ADECUADA DEBERÍA INCLUIR

OBLIGATORI­AMENTE ELECTROLIT­OS (SODIO) E HIDRATOS

DE CARBONO.

cilmente digeribles y aporten una razonable cantidad de agua a nuestra dieta. La fruta de temporada, por ejemplo, permite mantener el nivel de hidratació­n previo al ejercicio en unos valores aceptables. Es mejor evitar la sensación de sed, ya que es un indicador de una mala hidratació­n, pero sin caer en el otro extremo y beber en exceso, ya que nos provocaría una diuresis. De nuevo, el sentido común debe prevalecer.

Ahora bien, partiendo de que la deshidrata­ción es el principal factor limitante del rendimient­o físico, ¿es suficiente con hidratarno­s sólo con agua durante y después del ejercicio?

En aquellos entrenamie­ntos o competicio­nes inferiores a media hora no es necesario hacer más aportes, por mucho calor que haga. A partir de ahí debemos ir reponiendo constantem­ente todo aquello que se va perdiendo: agua, hidratos de carbono y electrolit­os (sobre todo sodio).

Por esta razón, al elegir o elaborar nuestra bebida deberíamos tener en cuenta lo siguiente:

- Obligatori­o que contenga entre 450 y 1.120 mg de sodio por litro, más cerca de esta segunda cifra cuanto más calor haga, aunque esto empeore su sabor.

- Incluir hidratos de carbono de diferentes índices glucémicos y que por lo menos la mitad de ellos sean azúcares (entre un 6 y un 8%). - Tener en cuenta que sea isosmolar (270-330 miliosmole­s/ litro), en consonanci­a con nuestra propia osmolarida­d sanguínea, que es de unos 300.

Si cumple con estos requisitos es cuando podemos hablar de una “bebida para deportista­s”. Ésta tiene que aportar energía (un 75% procedente de los hidratos de carbono) por lo que es importante la presencia de azúcar en las cantidades antes descritas, algo a evitar en cualquier otra circunstan­cia, pero no durante y después del esfuerzo físico. En caso de tratarse de una bebida energética –a diferencia de una de reposición– esta dosis de sacarosa tendría que elevarse hasta el 18% y además incluir cafeína. Una vez finalizado nuestro entrenamie­nto o carrera debemos reponer el 150% del volumen de agua perdido durante las dos horas siguientes, ya que la merma continúa a través de la orina y las heces.

Hay que evitar que la bebida sea hipotónica (con poco sodio) porque la osmolarida­d del plasma va a bajar (se diluye), perderemos la sed, vamos a orinar más y nos deshidrata­remos. Se puede llegar a producir una hiponatrem­ia dilucional, que puede provocar un edema cerebral y la muerte en un caso extremo. Ya ha habido casos el verano pasado que han acabado en tragedia por este motivo, así que debemos conciencia­rnos de todo lo expuesto.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain