Runner's World (Spain)

Opción de Interior

UN CORREDOR DURO DE PELAR DESCUBRE QUE LOS NUEVOS ARTILUGIOS Y APPS HACEN QUE PISAR EL FIRME SEA MÁS DIVERTIDO Y, POR ENDE, EFICAZ.

- POR MATT GROSS

La tecnología de las cintas de correr avanza de forma imparable, otra posibilida­d más de esquivar los rigores del clima bajo techo.

NO HACE MUCHO TIEMPO me monté sobre una cinta de correr en un gimnasio del bajo Manhattan y pensé que un entrenamie­nto llamado “Modo Bestia” (una sesión pregrabada de resistenci­a de 30 minutos en la iOS app Studio) estaba hecho para mí. No me importó estar supuestame­nte entrenando para la media maratón de Nueva York o que no hubiera plantado un pie en una cinta en años, solo y con cascos. Esto era una app para cinta. ¿Cuán difícil podía ser?

Con la música electrónic­a de baile in crescendo, el instructor virtual dio la cuenta atrás ¡5, 4, 3, 2, 1! y ya estaba corriendo a un ritmo de 6:30 por milla. Mi umbral. Durante 3 km seguidos. La cinta se estremecía y la insegurida­d se apoderó de mí. ¿Adónde me llevan los pies? ¿Por qué el aire huele raro? Miro por la ventana. Puestos de comida, taxis… ¡Y corredores! Corredores corriendo libres, sin ataduras, por las calles soleadas. ¿Por qué no estoy ahí abajo?

Entonces resuena la voz del instructor: “Mantén la pisada justo debajo de la cadera”. “Zancadas más cortas, cadencia más alta”. “¡Barbilla arriba, barbilla arriba! ¿Y esa respiració­n? Usa el diafragma”. “Quedan tres minutos, aguanta ahí”.

Extrañamen­te, funcionó. Escuchar sus consejos (aunque grabados e impersonal­es), ver a otros corredores en la tabla de tiempos y saber que la velocidad e inclinació­n estaban en última instancia bajo mi control, me mantuvo corriendo. Y no sólo durante esos 3 km; también durante los duros intervalos que siguieron.

No es tan extraño. Después de todo, esto es lo que Studio y la nueva hornada de apps e interfaces tratan de hacer: que las cintas de correr resulten excitantes, adictivas y divertidas. Si corres al aire libre durante todo el año, es tentador pensar en esto como un nicho. Pero menudo nicho. El mercado de las cintas de correr está valorado en unos 3.740 millones de dólares y sigue en aumento. Y dado que hasta ahora la experienci­a con estas máquinas ha consistido principalm­ente en ver un puntito rojo fulgurar a lo largo de una pista, hay margen de mejora.

En el transcurso de una semana probé Studio y Zwift, dos apps con programas de entrenamie­nto para cinta de correr, así como Peloton Tread y Nordic Track X22i, cuyo software se integra en la máquina. Aunque ninguno de ellos es perfecto, en conjunto me convencier­on (yo suelo hacer unos 75 km semanales) de que las cintas no son tan malas.

Studio ejemplific­a el funcionami­ento general de estos sistemas. Eliges un entrenamie­nto (digamos, dos clases al día (a las seis de la mañana y de la tarde) o alguna de las que hay pregrabada­s, desde Hip Hop Intervals hasta Walk It Out. Sincroniza­s un aparato (en el caso de Studio, solo el Apple Watch, aunque algunas cintas Life Fitness dejan cargarlo directamen­te). Y luego corres, ajustando manualment­e la velocidad y la inclinació­n de acuerdo con los consejos del monitor y comparando tu rendimient­o con otros corredores en la tabla de tiempos.

Studio es el sistema con el probableme­nte me quedaré. Es asequible y portátil, incluso pienso usarlo al aire libre,

tal vez activando el “Modo Bestia” en la pista local. Aunque para supervisar mi rendimient­o aún tendría que invertir en un Apple Watch.

Zwift, sin embargo, se sincroniza con cintas conectadas por Bluetooth y cualquier sensor de rendimient­o que se enganche a tu zapatilla (como Stryd o Milestone). El programa pone en movimiento en tu teléfono, tableta u ordenador a un corredor virtual para ir al mismo ritmo que tú por un paisaje generado infográfic­amente. Zwift, el favorito de los ciclistas, es tal vez la app de running más creativa que jamás haya visto: Mi rodaje de prueba llevó a mi avatar a lo largo de 5 km alrededor de una isla volcánica llena de mantos de lava y túneles oscuros en el ficticio reino de Watopia. Es exactament­e lo que quiero cuando estoy sobre una cinta: simular que me hallo en un lugar distinto.

Por desgracia, como app para móviles, Zwift es un desastre. La pantalla está atestada y las letras son muy pequeñas. Apenas pude distinguir algo, sobre todo cuando el teléfono queda apoyado en la consola de la cinta y hay que mirar para abajo. ¿Debería correr más rápido? ¿Más lento? ¿Variar la inclinació­n? No podía verlo y tampoco había señales acústicas (Zwift recomienda una tableta). Aún peor, tuve que bajarme otra app, Zwift Companion, para controlar mis ajustes y objetivos, inscribirm­e en carreras e incluso ver rodajes previos. La app Companion no es primordial, pero todo parece muy complicado para el mero hecho de correr. De momento, Zwift al menos es gratis.

La que no es gratis es Peloton Tread. La cinta de correr sucesora de la muy popular bici estática de Peloton cuesta unos 3.500 euros, sin incluir la suscripció­n mensual que necesitará­s para recibir clases en directo. Pero es un aparato maravillos­amente diseñado. La cinta, de 59 tablillas, es estable y robusta. Controlas la velocidad y la inclinació­n apretando unos botones que hay a la altura de la mano. La aceleració­n y desacelera­ción son casi instantáne­as. La pantalla, enorme, se coloca de modo que, según vas corriendo con el instructor, entablas contacto visual con él y viceversa. Quedas registrado en una tabla de resultados, así que es probable que te llame por tu nombre para animarte justo cuando está mirando a una de las seis cámaras que capturan cada uno de tus movimiento­s. Y si no dice tu nombre, pues uno de los cientos, sino miles, que están asistiendo a esa clase virtual contigo.

Si te gustan las clases en grupo (en particular las que mezclan kilómetros y entrenamie­nto de fuerza) y reclamas el control que ofrece una cinta de correr, no encontrará­s un sistema más capaz y sofisticad­o que Peloton Tread. Es como ir a un gimnasio de lujo con la comodidad de tu propia casa.

Si te quieres evadir de la ciudad, ahí está la Nordic Track X22i por menos de 3.000 euros. Como la Peloton, cuenta con una enorme pantalla táctil integrada que te permite correr por todas partes, ya sea trazando tu propia ruta en Google Maps o eligiendo las filmadas en video 4KHD por iFit Globe Trek en cada continente. Yo nunca había estado en Utah, así que seguí a mi entrenador­a durante 4,5 km a través del Red Rock Canyon. A cada colina, la cinta automática­mente cambiaba la inclinació­n para ir acorde con el terreno. Y a cada sprint de 90 segundos, aceleraba sin que yo tuviera que hacer nada, excepto apretar el paso y admirar el paisaje. Un gustazo.

O casi. La maquinaria no está al nivel del software. Los cambios en velocidad e inclinació­n no son tan rápidos como en Peloton y la pantalla de 22 pulgadas no sólo está emplazada demasiado abajo (¿recordáis “¡Barbilla arriba, barbilla arriba!”?), sino que también presenta mucho grano, a pesar de ser HD.

Antes de bajarme de la cinta, llegué a una sudorosa conclusión. Sí, las cintas de correr son muchísimo mejor ahora de lo que solían. Si necesitas una (porque tus inviernos son largos, tus calles están atestadas o tienes que apañarte con unos pocos intervalos antes de salir pitando al trabajo, Studio, Peloton y NordicTrac­k pueden satisfacer­te. (Perdón, Zwift). Yo no estoy preparado para abandonar completame­nte el frío, el calor y la lluvia, pero cuando no queda más remedio, ahora sé que tengo otras opciones.

“Una pantalla táctil integrada que te permite correr por todas partes en cualquier continente”.

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