PALABRA DE CAMINANTE
UNA MAÑANA CUALQUIERA te levantas de la cama, te duchas y cuando vas camino del trabajo te das cuenta de que algo falla en tu rodilla izquierda. Puedes caminar, pero la notas embotada, algo inflamada e inestable. Te preguntas qué te estás pasando pero no encuentras respuesta, ya que no has sentido molestias en los días precedentes y estabas corriendo a gusto, haciendo rodajes cortos y suaves. No le das mucha importancia, así que al día siguiente sales a trotar con ilusión, pero inmediatamente percibes que no es una sobrecarga y que además si realizas algún movimiento lateral escuchas un leve “clac”, como si tiraras bruscamente de la cuerda de una guitarra. Te detienes, tratas de respirar, pasas los peores minutos -los de la asunción de la lesión- y comienzas a visualizar que vas a estar unos días sin correr.
Llega la visita a un fisio y este le quita importancia. Te trata, detecta problemas en la cintilla y el poplíteo, pero te anima a correr en un par de días. Obedeces y lo intentas, pero no puedes y sabes que si fuerzas será peor. Afortunadamente, soy un tipo sensato y la experiencia me sirve para evitar las locuras deportivas, así que decido ir a otro fisio, que me hace una ecografía y me explora. Noto que sabe lo que hace y aunque el ecógrafo no es el aparato ideal para detectar problemas de menisco, entre lo que se intuye en la pantalla y las pruebas de exploración manual comienza a tratarme como si tuviera una parameniscitis y me recomienda que me haga una resonancia magnética. Acudo también al doctor Hernán Silván, que rápidamente percibe con sus sabias manos que puede tratarse de una rotura de menisco.
Con la opinión de estos dos expertos, acudo al al traumatólogo de la sociedad médica para solicitarle una resonancia magnética que me saque de dudas. El tipo tiene más de 60 años, trabaja en un prestigioso centro médico y aparenta seguridad, pero su primera medida, sin explorarme, es entregarme un volante para que me hagan una radiografía. Al principio no me parece mala idea, para descartar otro tipo de problemas, pero lo que no sabía es que esa prueba era la única que quería hacerme. Paso por rayos, entrego la radiografía al médico y me dice que el menisco está perfecto, que lo que tengo es una inflamación del tendón rotuliano. En tono tranquilo y amable le comento que en una radiografía no se ve el menisco, que por favor me autorice la realización de una resonancia, que es la prueba adecuada para saber lo que tengo. Se indigna y me invita a salir de su consulta, no sin antes recetarme un potente antiinflamatorio. Una semana después, en otro centro y pagando 200 euros, me hacen una resonancia en la que detectan una rotura en el cuerno posterior del menisco interno...
A día de hoy, después de 100 días sin correr, he aprendido a valorar más las caminatas con y sin dorsal y me he enganchado al gimnasio. Volveré con más fuerza. Lesionado se aprende más que nunca y te das cuenta de lo mal que entrenas habitualmente. El trabajo de la fuerza es lo más importante y deberíamos grabarlo en nuestra mente para no olvidarlo jamás.
DIRECTOR