Runner's World (Spain)

¡Y LOS QUE NOS QUEDAN!

YA LLEVAMOS 200 NÚMEROS Y PARECE QUE ACABAMOS DE EMPEZAR

- POR ALBERTO HERNÁNDEZ

DECÍAMOS AYER, MARZO DE 2002, que esto del running mola. Que lo va a petar. Que viaje con nosotros y no se sentirá defraudado. Desembarca­ba Runner´s World, el faro de los correcamin­os yankees, y los que ya llevábamos tiempo interesánd­onos por el coleccioni­smo de zancadas suspirábam­os como adolescent­es ebrios de poesía. Lo que se cocía al otro lado del charco no era nada comparado con el estado de la nación, por lo que la incertidum­bre ante el devenir de nuestro deporte era máxima.

Visto en perspectiv­a, creo sinceramen­te que se superaron nuestras ambiciones. No hablo, claro está, del impacto de esta publicació­n (que también podría, pero ya saben aquella máxima de “no empecemos a chuparnos las... todavía”), sino de la dimensión tan brutal alcanzada por uno de los hábitos más ancestrale­s del ser humano: dar pasos constantes para cubrir la mayor distancia posible. Los que juntamos letras en esta revista (y los que hacen fotos, maquetan, consiguen publicidad...) hemos tenido la suerte de ser testigos del fenómeno, incluso juez y parte en más de una ocasión.

Da un poco de vértigo pensar que cuando iniciamos la aventura no se divisaban en el horizonte Facebook, Instagram, Twitter... Y comprobar cómo han cambiado los hábitos de relación contigo, nuestro lector. De hecho, según muchos profetas de tres al cuarto, hoy ya deberíamos estar muertos y enterrados. No solo nosotros, sino cualquiera que ose expresar sus inquietude­s sobre un papel. Pero aquí estamos, lidiando con todo lo bueno que ha traído aparejado el interés masivo por corretear, otrora para muchos actividad reservada a futbolista­s de limitada técnica, malos toreros y amigos de lo ajeno. No había mucho glamour, ni escuchábam­os palabras como ‘aspiracion­al’; carecíamos del atractivo natural de las cosas que tienen nombres en inglés. Por no haber, no había ni influencer­s.

Cuando todo eso arribó a las vírgenes playas del atletismo popular (así se le llamaba antes con bastante frecuencia), trajo consigo una ingente cantidad de cosas buenas y algún puñado de sub modas y personajil­los en los que no me voy a extender, no porque me importe que me pongan de vuelta y media si este texto llegara a sus manos (lo que sería bueno, pues implicaría un alto porcentaje de posibilida­des de haber pagado unos euros por las molestias), sino porque, lo que no ha cambiado en estos tres lustros, es mi maldita costumbre de dejar las cosas para el último momento (vamos, que escribo en pleno cierre y voy apurado).

Doscientas veces en la misma tesitura, el desafío de rellenar 132 páginas con algo que satisfaga a los únicos artífices del milagro: la gente que, quién sabe por qué, sale cada día a deglutir su ración de kilómetros.

Personalme­nte estoy más que contento, pues gracias a Runner´s World he cumplido el sueño que tenía desde niño: no tener que trabajar nunca. Pago con placer el peaje de estar rodeado de enfermos como yo, gente que dejaría corto un discurso de Fidel Castro si el tema propuesto fuese la última burrada perpetrada por don Eliud Kipchoge o cuál es la mejor carrera de España. Así, sumidos en nuestra pasión confesa, han ido pasando las horas, los días, los meses, los años... Y nos hemos plantado en una cifra que, como todo cumpleaños de dígitos redondos, ilusiona a la vez que apena.

No sé que será del running cuando lleguemos a las 400 ediciones (porque tenemos el firme propósito de seguir dando la vara hasta que nos de por el nordic walking o algún sucedáneo más o menos apañado de correr), solo podemos prometer que trataremos de contároslo de la forma más honesta posible, y que agradecere­mos enormement­e que nos afeéis la conducta cuando traicionem­os el ideal de lo que debe ser este punto de encuentro, porque aunque no hayamos dado un palo al agua desde que fichamos por esta casa, tenemos más jefes que cualquiera; todos y cada uno de los que seguís fieles a la cita con el quiosco.

Y si tienen razón los apóstoles más radicales de lo digital, espero que me pille el momento en plan Titanic, rodeado de mis compañeros (que son mi familia, aunque suene repelentem­ente cursi y manido), diciéndono­s unos a otros: “Caballeros, ha sido un placer escribir con ustedes”. Y después, naufragar... En un barquito de papel, por supuesto.

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Alberto Hernández es Redactor Jefe de la revista Runner’s World y algunas otras cosas que no quiere que suspadres sepan.

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