Martín Fiz
El hombre que cambió la fisonomía del maratón español. Su legado supera medallas y marcas. ¿Próximo desafío? Solo hay una cosa clara: sus zapatillas le acompañarán hasta que el cuerpo aguante.
EL CAMPEÓN MUNDIAL guarda un recuerdo muy familiar de sus primeras zapatillas, lo que no resulta nada extraño, pues eran hereditarias: “Las llamaba ‘tenis’ y recuerdo que pasaban de hermano a hermano. Soy el mediano, con lo cual fui el segundo en probarlas”. Hablamos de los primeros 70, cuando la especialización deportiva estaba en estado embrionario, así que aquel par sin pedigrí resultaba sin embargo de una polivalencia exagerada, pues “jugaban al baloncesto, al fútbol, corrían campo a través... Hacían de todo esas Tao de lona azul, sin amortiguación, que por supuesto no sabíamos si eran para corredores neutros, pronadores o supinadores”, comenta uno de los atletas españoles que, probablemente, más suelas ha devastado desde aquellos tiempos de zancadas desabridas.
Entre tantos modelos calzados por alguien que se dedica profesionalmente a la acumulación de kilómetros, debe ser difícil escoger los que marcaron su percepción de cada pisada con mayor firmeza.
Sin embargo Fiz lo tiene muy claro: “Guardo un cariño especial a las zapatillas con las que competí en mis primeras maratones y gané el Campeonato de Europa de Helsinki en 1994. Pasado el tiempo, en 2015, me topé por vez primera con unas Skechers, lo recuerdo perfectamente porque fue en Nueva York, donde inicié mi reto de ganar las Six Majors en categoría master. Las vi por primera vez en la Feria del Corredor, había oído hablar de ellas, pero no las conocía en profundidad, así que me acerqué al stand a informarme. Me dijeron que era la segunda marca más vendida... ¡del mundo! A partir de ahí me puse en contacto con sus responsables en España y Estados Unidos y surgió el amor... que dura hasta hoy”.
¿Y qué es lo que más valora un doctorado en la materia de sus compañeras de fatigas? “Me gusta su polivalencia, el carácter mixto, ni excesivamente rápidas ni lentas, ideales para un fondista; el equilibrio perfecto entre una zapatilla veloz y una de amortiguación”, dice un tipo que, al año, suele usar entre “cuatro pares, dos de competición y dos de entrenamiento. No soy de los que tiene necesidad de estrenar calzado constantemente, me gusta acomodarme muy bien a la zapatilla, domarla y usarla bastante, entre 800 y 1.000 kilómetros, unos cuatro meses”.