Con Los Pies Por Delante
CUANDO ESCRIBÍA HACE VEINTE AÑOS SOBRE MIS VIAJES Y NI USÁBAMOS INTERNET NI SABÍAMOS MUCHO MÁS ALLÁ DE AQUELLAS GUÍAS QUE HABÍA EN LAS BIBLIOTECAS.
Te llevamos de viaje por seis de las carreras más bellas del continente.
UNO COMPRABA MAPAS en el IGN o la La Tienda Verde y ya. Pocas primaveras después, todo aquello languideció: las guías y los mapas. Los símbolos y etiquetas de los topográficos eran el pasado. Pues igual ocurrió con los sitios simbólicos por donde se corría antaño.
Pronto se quedaron pequeños los lugares de las carreras de siempre, cunas del correr como Elgóibar, Siete Aguas o Fuengirola, donde veraneantes finlandeses organizaban un maratón. O las carreras, lo juro, que había en Alba de Tormes o Villar del Olmo. Nos convertimos en exploradores del mundo, revistas como esta santa casa empujaban y la red de redes llenaba las pantallas con anuncios, fechas y distancias.
Los menos pudientes aprovechamos nuestra emigración para ver el continente. Los que manejaban algo más de capital, lo gastaron en esos intermediarios del vicio que son las agencias de viaje. Quien viajaba por trabajo, allá que buscaba una carrera. Y por no saber yo mantener la boca cerrada, me han pedido que os haga una selección de joyas extranjeras. Por trato, magia o particularidad. Haced sitio y anotad un sexteto paradisíaco.
Sigamos un cierto orden en la temporada. Para soltar las piernas después del jolgorio navideño hay que ir a los Países Bajos, a los 21 kilómetros del Egmond Halve Marathon. Los diez primeros se hacen por la orilla de un mar del Norte que se embravece en el mes de enero. De acuerdo. Está así los doce meses. Correr por la orilla significa que un inmenso pelotón va a ir pisando la espuma que escupe el mar. El regreso se efectúa por el parque natural costero que separa la gran megalópolis del violento embestir del agua. No menos de 18.000 inscritos buscan dorsal desde el pasado 13 de agosto y sería una pena que te lo perdieras.
La mamma. La ciudad eterna. Dos mil años de historia y una calzada que comunicaba la ciudad de Roma con el mundo, cuando todo el mundo se miraba en Roma. La Roma Appia Run es una carrera cómoda que discurre por sitios que quitan el hipo. Se sale de las Termas de Caracalla, se discurre por los adoquines que vieron torcerse las sandalias a los viajeros romanos, pinos centenarios, mausoleos, catacumbas y las mismísimas murallasde Roma (leed esta frase muy despacio y caed atrapados). Una docena de kilómetros sirven para ver que uno echaría a correr por Italia y no se detendría nunca. Dejad avisado en casa que quizá no volváis.
Como me han puesto el tope del maratón, os recomiendo el más bonito que jamás corrí. La británica Fairlands Valley Challenge (Stevenage) es una carrera veraniega por la campiñainglesa, mapa en
mano. Bueno, un mapa exactamente no. Es un folio con una descripción en SMS con la que has de orientarte y encontrar los avituallamientos. Cruzas campos de golf, cementerios y jardines de pubs. Muy cerca de un aeropuerto de los más concurridos. Relajada, muy british, con barbacoa final y una distancia corta como opción.
Del Mediterráneo os quiero llevar a los balnearios de Centroeuropa. La imperial ciudad checa de Karlovy Vary acoge un medio maratón precioso. Dos vueltecitas entre hoteles y casoplones, la orilla de un río y las columnatas de los baños termales. Si eres un fan de películas como El Gran Hotel Budapest, es tu carrera. No dejan correr en batín de seda y sandalias sujetando una copa de champán, pero… esperad. En ningún sitio del reglamento dice que no se pueda. Y el enlace aéreo más cercano es Praga. Con esas premisas, no sé qué esperas a lanzarte a buscar vuelo.
Las diversas distancias menores de la SwissalpineDavos son el modo perfecto de meterte en lo más profundo de la Suiza de los picos y los glaciares. Ni un barranco peligroso ni un risco mal colocado. Siempre por esos grandes senderos alpinos que acogen a las cabras de Heidi. Bien caminando bien corriendo, solateras o en relevos, podrásver cómo son capaces los helvéticos de meter un zurrón de gente en un pueblo y que los coches no se lo coman todo. Entre curiosidad y ejemplo de organización máxima que te caes de culo, con tu dorsal pagas un billete de tren para acceder desde tu aeropuerto de entrada a Suiza. Y yo escogería siempre Ginebra. Viajas gratis más kilómetros de tren suizo, con su puntualidad suiza y su silencio suizo.
Y tengo que repetir mi periplo por los Países Bajos. El país bajo el nivel del mar acoge a millón y medio de corredores de una población total de 16. Es probablemente la meca del correr, de la bicicleta y del patinaje sobre hielo. Por tanto, he de convencerte para que acudas a correr a su ciudad estandarte, Amsterdam, ya que acoge una de las Urban Trail Series holandesas. Ya sabes: correr por donde nadie metería una carrera estándar pero, en lugar del monte, por el medio de la ciudad. Y no me refiero a polígonos industriales o barriadas de adosados sin terminar. En la de Eindhoven les dió por atravesar supermercados, en Amsterdam restaurantes, subes escaleras y bajas desde terrazas de oficinas a la calle, donde te esperan unas barcazas que ayudan a que salves canales. Creo que es uno de los eventos más particulares del turismo deportivo europeo.
Todo esto no son sino pistas, ideas con las que puedes caer en que ya estuviste en ese aeropuerto y, desde ahí, el transporte es fácil. Agárralas y promete a tu otro yo de barrio que volverás, pero sólo cuando hayas saboreado la magia singular que se siente cuando te cuelgan una medalla de finisher y no entiendes nada de lo que te están diciendo.
UNA DOCENA DE KILÓMETROS SIRVE PARA VER QUE UNO ECHARÍA A CORRER POR ITALIA Y NO SEDE TENDRÍA NUNCA.