Ser Padres

Por mi culpa, por mi culpa

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Dime si no te has sentido culpable alguna vez por estimular poco a tu hijo, por no apuntarle a ajedrez y a judo, por haberte enfadado (mucho) aquel día en el que no se quería meter en la bañera, por darle dos noches seguidas san jacobos, por no haberle apuntado a una guardería cuatriling­üe desperdici­ando así esa capacidad que tienen los bebés de aprender idiomas sin esfuerzo, por haberle obligado a compartir su juguete con ese niño cuya madre, después, y cuando tu hijo quería el trenecito del niño en cuestión, no obligó a su propio hijo a compartir con el tuyo... Uff.

Esa culpa que sientes no te pertenece en exclusiva, siento decírtelo. Forma parte de la condición materna, casi me atrevería a decir que del ADN femenino, que nos atenaza y paraliza y, oye, hoy estoy positiva, también nos hace crecer y mejorar. Venga, vamos a pensarlo así.

Ya lo dice el Dr. Carlos González en la entrevista de la página 78 a cuenta del libro que acaba de publicar con la editorial Aguilar y con preguntas sobre lactancia que hemos recibido en la revista Ser Padres. «Las madres tienen tendencia a echarse la culpa de cualquier cosa que ocurre. Si un niño tiene una bronquioli­tis e ingresa en el hospital, la pregunta no suele ser cuál será la causa, sino qué he hecho mal».

También lo decimos nosotros en cierta manera en el reportaje Tanto Einstein, tanto Einstein de la página 96 en el que planteamos si no nos estamos pasando un poquito con esto de la estimulaci­ón. ¿Estamos estimuland­o por encima de nuestras posibilida­des? Y además, ¿para qué? ¿Para sentirnos culpables cuando comprobamo­s que nuestro hijo no sabe hacer puzles de mil trescienta­s piezas al cumplir los dos años?

Y ya que estamos hablando de culpa, hemos preparado un artículo en la página 88 sobre la vuelta al trabajo (sobre aspectos legales, cuidado) . ¿Qué? ¿Qué cuerpo se te queda, madre que aún estás de baja maternal, cuando se te nombra este momento, eh? Es el periodo de culpa máxima por excelencia. Para aliviarla un poco, ¿no te sirve pensar que por ese momento hemos pasado todas las madres y que la vida sigue y que los niños crecen perfectame­nte sabiendo que son lo más importante para ti? En el fondo, qué quieres que te diga, es lo único que vale, lo único que queda. Y nadie se acordará de aquel día que perdiste los papeles cuando le fuiste a sentar en la silla del coche, ni que no le apuntaste a ajedrez, ni siquiera nadie recordará la semana del san jacobo. ¡Qué más da!

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