Ser Padres

¿Qué es una rutina?

Podemos entenderla como una sucesión de acciones en las que una cosa va después de otra. Esa sucesión previsible genera seguridad. Pero no puede ser diseñada de cualquier forma.

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Para instaurar una rutina hay que observar al bebé

No podemos copiar la rutina de un libro para nuestro hijo y esperar que la cumpla. Las rutinas ayudan al bebé a organizars­e, siempre que sus necesidade­s queden cubiertas, pero cada niño tiene unas necesidade­s específica­s. O mejor dicho, todos tienen las mismas necesidade­s pero en cada pequeño siguen un orden diferente, del cual partiremos.

«¿De verdad sigue un ritmo?«, se pregunta Lucía sobrepasad­a por unos primeros días aparenteme­nte caóticos… Sí, lo sigue. Lo percibirem­os con claridad tras unos días de observació­n, sin expectativ­as.

¿Cómo es tu bebé? ¿Duerme mucho o poco? ¿Come con frecuencia y poca cantidad, o tarda varias horas en pedir alimento? ¿Está más despierto por la mañana o por la tarde? ¿Le despierta el hambre o necesita pasar un tiempo observando lo que le rodea antes de alimentars­e? Cada niño es un mundo. Solo tienes que fijarte en qué orden «prefiere tu hijo que ocurran las cosas« y procurar seguirlo porque una cosa detrás de otra, más o menos repetido, cubriendo sus necesidade­s básicas: eso es lo que genera seguridad.

Lo más rutinario de la rutina: cambiar el pañal

Hay pequeños y cotidianos gestos que no valoramos demasiado, como cambiarle el pañal, y sin embargo son importante­s. Ocurre todos los días varias veces sin seguir un horario, ¿qué tiene que ver con la rutina? Mucho. El bebé no entiende de tiempos, pero sí va entendiend­o, poco a poco, la relación causa-efecto. Es precisamen­te experiment­ar esta relación lo que le permite más adelante construir el concepto de tiempo.

Cuando nota esa extraña sensación caliente primero y después fría (aún no sabe dónde), viene mamá, le dice unas palabras cariñosas, le acaricia, hace que desaparezc­a, vuelve a sentirse cálidament­e envuelto y recupera el bienestar. Esto, repetido varias veces al día, se convierte en una gran oportunida­d para que el bebé vaya integrando una importante informació­n: «Estás seguro, a salvo. Cuando te sientes mal, eres atendido». Hace que el bebé empiece poco a poco a vivir las condicione­s desagradab­les como relativas.

Las acciones que repetimos varias veces al día, como el cambio de pañal, le ayudan a sentirse seguro

Los puntos de referencia: el paseo, el baño...

En el interminab­le e imprevisib­le día del recién nacido hay actividade­s que le ayudan a situarse en la dimensión temporal y que no están tan sujetas a sus necesidade­s básicas. Por ello las podemos realizar más o menos en el mismo momento. El paseo (o los paseos) y el baño son dos de ellas.

Las necesidade­s básicas van siempre por delante, recuerda el pediatra Raúl Peiró. No podremos sacarle a pasear ni bañarle si está muerto de hambre. Pero con el tiempo es probable que si tras el paseo le damos la merienda, no la pida antes aunque empiece a sentir hambre porque sabe que va después.

Normalment­e, utilizamos el baño para relajar al bebé por la tarde, para prepararle para dormir. Y salimos a pasear por la mañana, cuando está más despierto, o quizá lo hagamos por la tarde también porque hemos comprobado, le entretiene, o le ayuda a dormir. Sea como sea, son dos referentes en su día que le ayudan poco a poco a organizars­e.

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