La mejor preparación para el mundo on line.
La canadiense, afincada en Barcelona, Catherine L'Ecuyer es autora del bestseller educativo de los últimos años: Educar en el asombro, un libro que ofrece claves para guiar a los niños en una época frenética que ahoga su deseo por conocer y por descubrir
¿Qué podemos hacer los padres para no matar el asombro innato de los niños? Respetarlo, como dejamos crecer las flores cuidando su entorno y regándolas. No se trata de inculcar el asombro, ya que todos nacemos con él. El asombro es el deseo innato para conocer. Tu libro habla de que el asombro es el mejor proceso de aprendizaje, ¿por qué? Porque nace desde dentro, es un deseo. Hoy estamos preocupados porque los niños no están motivados; ¿hay que motivar a un bebé para que vaya corriendo tocando los enchufes y tirando del mantel? Entonces, ¿qué ocurre 18 años después y por qué perdimos ese asombro? Quizás es tiempo de dejar de bombardearles con fuentes de motivación externas (recompensas, castigos, pantallas, métodos conductistas y mecanicistas) que contribuyen a cancelar el deseo interno de aprender. ¿Cómo debería ser el acercamiento de los niños a las pantallas (televisión, ordenador, tableta, smartphone? ¿Qué edad sería la idónea? No es una pregunta que se pueda responder en un párrafo, por ese motivo decidí escribir Educar en la realidad. Es preciso matizar por edad, por medio, entender el impacto que cada medio puede tener en los niños y el motivo por ello.
Los padres no necesitan que alguien venga a darles una receta y una edad mágica, necesitan que alguien les explique las consecuencias de la introducción de las nuevas tecnologías en edades tempranas. Luego cada uno toma sus decisiones en sus circunstancias, que varían de una familia a otra y de un niño a otro. No soy partidaria de las recetas, igual que no soy partidaria de que hagamos todos como burros lo que «mandan» las estadísticas. Las estadísticas las hacemos nosotros, no al revés.
¿Cómo afecta el uso de móviles y tabletas al cerebro de los niños? Introduciéndoles pronto, ¿no les acostumbramos al mundo multitarea? La multitarea es un mito. No podemos hacer dos actividades a la vez que requieren procesar información. Cuando lo hacemos, pasa todo tipo de facturas: inatención, pérdida de profundidad en el pensamiento, pérdida del sentido de relevancia, etc. Si un adulto no puede multitarear, podemos imaginar las consecuencias que eso tiene en un niño. Es como pedirle que beba de una boca de incendio sin mojarse.
¿Podemos educar sin tele o sin tableta? Si la respuesta es negativa, entonces debemos llegar a la conclusión de que las billones de personas que han nacido antes de la era digital no han sido educadas. No se trata de vivir al margen de las nuevas tecnologías o de ignorarlas, es cuestión de darnos cuenta de que son una herramienta estupenda para una mente preparada para usarlas, no para mentes aún inmaduras. Cuando el joven tenga madurez, fuerza de voluntad, sepa lo que es relevante y lo que no, entonces podrá navegar de forma responsable. Pero esa preparación, esa madurez, no se desarrolla con un dispositivo en las manos. Por ejemplo, uno no desarrolla la virtud de la discreción y el sentido de la intimidad navegando por las redes sociales, sino a través de relaciones interpersonales reales. La mejor preparación para el mundo online es el mundo offline, el mundo real, en tres dimensiones.
En esta vida frenética y de difícil conciliación, la tele, los DVD, las canciones en el móvil son una ayuda para los padres. Esas herramientas no pueden convertirse sistemáticamente en una nanny digital. Una cosa es poner un DVD de contenido de calidad a un niño de cuatro años mientras bañamos a sus hermanos porque no llegamos a más y otra cosa es ir al restaurante el sábado con amigos y enchufarle la tableta durante cuatro horas para estar tranquilos en la sobremesa. El sentido común ya nos permite intuir todas esas cosas que hacemos bien y esas otras cosas que podríamos estar haciendo mejor. Solo que estamos cansados y, a veces, nos falta valentía para cortar o para imaginar una alternativa. Es muy difícil dar marcha atrás a una adicción tecnológica, pero es posible y mejora la calidad de vida.
¿Qué opinas de la rama de la educación que aboga por la formación sin libros? La cuestión no es el papel, sino el paradigma con el que se hacen ciertos libros de texto, que puede ser tanto constructivista como conductista. Un buen profesor puede apoyarse en un libro de texto, pero nunca dependerá de él. Y desde el punto de vista del alumno, el sacar nota o aprobar nunca debería sustituir a la sed de conocer. El libro es una herramienta activa, porque para leer un libro hay que esforzarse y estar dispuesto a dejarse medir por la realidad. Quizás por eso molesta tanto. Hoy parece que todo lo que sabe a
«Es tiempo de dejar de bombardearles con fuentes de motivación externas que contribuyen a cancelar el deseo interno de aprender»
esfuerzo pertenece al pasado y la noción misma de conocimiento está en crisis. Podemos preguntarnos: ¿me gustaría que me operase del riñón un cirujano que se ha negado a estudiar con libros durante toda su escolarización? La creatividad y la imaginación son importantes, pero han de anclarse en la realidad.
¿Cuál sería el sistema educativo ideal? ¡Ojalá se pudiera responder a esa pregunta en un párrafo! Supongo que si fuera capaz de hacerlo, alguien se habría hecho con la propuesta y lo habríamos resuelto hace tiempo. El ser humano es complejo, ese es el motivo por el que no se le puede tratar como si fuera un conjunto repetido de compuestos químicos que reaccionan a unos estímulos externos. Ese es el enfoque conductista que denuncio en mis escritos. Hay algo más en el ser humano que le hace imprevisible, necesita que le seduzcan sutilmente para ponerse en marcha, incluso cognitivamente. Por eso la belleza es tan importante. Lo que asombra es la belleza.
¿Qué piensas de las actividades extraescolares? ¿Son buenas para el desarrollo del niño o es un relleno para conciliar las horas con el mundo laboral de los padres? No se puede hablar de extraescolares sin hablar de conciliación. Si no hay otro remedio que llenarles la agenda porque estamos trabajando, ¿qué vamos a hacer? Por otro lado, si tenemos la opción de reducir los días de extraescolares, hemos de ser conscientes de que más no es mejor, especialmente en la etapa infantil. Los niños de menos de seis años pasan un número de horas exagerado en el parvulario y lo que necesitan después de esas horas es estar en casa, jugando tranquilamente, no aprendiendo chino o haciendo clases de ballet de lunes a viernes. En Primaria tiene que ser según el interés del niño, no todos los días, y hemos de asegurarnos de que duermen las horas suficientes. ¿Qué opinas de los colegios en los que en horas de recreo les ponen una película o serie infantil? ¿Mandamos a nuestros hijos al colegio para que les pongan películas de Disney o de Pixar? Pienso que hay ciertos contenidos audiovisuales, con contenidos pedagógicos, que pueden tener relevancia en las aulas para apoyar ciertos aprendizajes concretos. Pero el objetivo que persigue la industria del cine no es educar. Un colegio que no sabe encontrar una alternativa a las películas comerciales en las horas de lluvia es un colegio que ha dejado de buscar la excelencia y que no puede hablar de creatividad ni defenderla, porque esa creatividad le ha fallado.
El patio no consiste en un tiempo muerto en el que se ha de tener controlado al alumnado, se trata de una oportunidad más para educar. Educativamente hablando, no existe el concepto de tiempo muerto. Curiosamente (o no), los colegios que más películas ponen en sus horas lectivas son los que más deberes mandan a casa. El orden no solo consiste en tener bien puesta la mochila o el pupitre, el orden responde a poner cada cosa en su lugar y eso incluye el uso que se da al tiempo. Si el educador no lo tiene claro, ¿cómo puede pretender que el alumno lo entienda?
¿Qué podemos hacer los padres para que los niños aprendan a tener sensibilidad, empatía, espíritu atento? Nuestros hijos prestarán atención si nosotros somos capaces de prestarles atención a ellos. Hoy mismo miremos a cada uno de nuestros hijos con esa mirada atenta; esa mirada, como decía Simone Weil: «En la que el alma se vacía de contenido propio para recibir al ser al que está mirando tal cual es, en toda su verdad. Solo es capaz de ello quien es capaz de atención».