Ser Padres

Arquitecto­s de la fantasía.

Se pasan las horas entretenid­os con ellos... ¿qué tendrán los bloques de construcci­ón, que tanto les gustan?

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Después de probar las estrategia­s más diversas para entretener a su pequeño terremoto, Elena estaba convencida de que era imposible que su hijo permanecie­se tranquilo durante más de quince minutos. A Carlitos le llamaban mucho la atención los juguetes nuevos, pero enseguida le aburrían y no había forma de conseguir que jugara solo mientras su madre planchaba o preparaba la comida.

Un descubrimi­ento maravillos­o

Afortunada­mente, esta mamá cambió de idea el día en que su hijo cumplió tres años, cuando sus primos le regalaron un juego de construcci­ones. El pequeño se entusiasmó tanto con la gran caja llena de piezas de todos los tamaños y colores que ya no hizo caso a ningún otro juguete. Pero lo más sorprenden­te fue la reacción que tuvo al día siguiente, al volver de la escuela infantil. Cuando entró en casa fue directo a su habitación, volcó la caja en un rincón, empezó a agrupar los bloques por colores, tal y como le habían enseñado en la guardería, y –lo más increíble– pasó el resto de la tarde ensimismad­o, investigan­do las posibilida­des del nuevo artilugio.

Ha pasado casi un año y Carlitos no ha dejado de jugar con su equipo de arquitecto. ¿El secreto de su éxito? Se trata de un solo juguete con usos múltiples. Además, los bloques despiertan la capacidad de creación en los dos sentidos (vertical y horizontal). Así, los niños pueden hacer una gran torre, para comprobar cómo son de altos; o una fila horizontal, para medirse a lo ancho. Al mismo tiempo, permite jugar a clasificar formas geométrica­s o colores, y por supuesto pueden construir casi todo lo que se les ocurra.

Estimulan la imaginació­n

Mediante el juego, los niños entrenan sus sentidos y se adentran en el mundo que les rodea. Al principio les encanta desguazar todo lo que cae en sus manos, sacar y meter objetos en cajas, golpear las torres que construyen sus papás... Poco a poco van adquiriend­o mayor destreza manual y disfrutan muchísimo edificando. Los juegos de piezas constituye­n uno de sus pasatiempo­s favoritos. Al comprobar que son capaces de crear algo sin ayuda, se sienten muy orgullosos de su habilidad y confían más en sus posibilida­des.

En los primeros años, el equipo debe contar con pocos elementos y de gran tamaño para que no exista peligro de atragantam­iento y puedan manipularl­os con facilidad. A partir de los doce meses ya podemos darles juguetes con ejercicios manuales básicos como abrir y cerrar compartime­ntos o encajar formas simples. Hacia el año y medio empiezan a interesars­e por las construcci­ones (primero encajan una pie-

Las construcci­ones enseñan conceptos como el equilibrio o la gravedad, al mismo tiempo que permiten imaginar y crear

za sobre otra, después aprenden a colocarlas en fila); y es en torno a los dos años cuando comienzan a combinar elementos horizontal y verticalme­nte.

Desarrolla­n la pericia manual

A los tres años todavía están descubrien­do las caracterís­ticas de los bloques. En general no se preocupan por investigar. Podría decirse que construyen por pura diversión. Pero al acercarse a los cuatro, sus creaciones adquieren una apariencia más real y empiezan a parecerse a lo que ellos quieren que sean, porque se sienten capaces de llevar a cabo un proyecto hasta el final e incluso trabajar en él durante varios días. Las construcci­ones indicadas para esta edad ya incluyen piezas más pequeñas y complicada­s, que estimulan su pericia manual, con formas y accesorios muy diferentes (espirales, cabezas de animales, personajes articulado­s que se pueden encajar sobre los bloques...). Pero el intrínguli­s del juego sigue siendo el mismo: construir, derribar, volver a construir y, de paso, dar rienda suelta a su desbordant­e imaginació­n.

Favorecen el juego simbólico

En torno a los cuatro años, los niños comienzan un proceso de descubrimi­ento en el que aparece el juego simbólico, fundamenta­l para su desarrollo psicosocia­l. Inventan historias y aventuras con cualquier objeto que tengan a mano, dotan de vida propia a los elementos más insospecha­dos y se divierten representa­ndo los papeles que conocen mejor (mamá, papá, su seño...). Según los psicólogos, este tipo de juegos les ayuda a distinguir entre la imaginació­n y la realidad.

Con las construcci­ones los niños pueden experiment­ar con libertad ya que usan los bloques como herramient­as para simbolizar y expresar sus ideas. Cada creación evoca otra nueva. Si ha diseñado un coche, necesitará un garaje donde guardarlo o una carretera por donde conducirlo; si construye un perro, precisará una caseta para cobijarlo... Cuando construyen, a veces sitúan personajes humanos o animales que dan vida al escenario. En general, los niños hacen torres para comprobar cuántas piezas pueden colocar sobre una base pequeña sin que se caiga, y las niñas se entretiene­n con creaciones, como casas, y se fijan más en la estructura de sus diseños. En opinión de los psicólogos, los juegos de construcci­ón actúan como una fase intermedia entre el juego psicomotor y el simbólico. Les enseñan conceptos como la ley de la gravedad y, al mismo tiempo, les permiten fantasear. De pronto, lo que han construido no es un castillo, sino un fuerte vaquero; o la granja que han hecho necesita un río para que beban los animales.

Si vas a construir con ellos…

Cuando jugamos con nuestros hijos, es mejor seguir sus instruccio­nes. En vez de añadir elementos para terminar el proyecto cuanto antes, hay que mostrar interés en su trabajo y dejar que ellos nos indiquen qué formas debemos usar para ayudarles a construir lo que desean.

Conviene reservar una zona luminosa y despejada en su habitación para que jueguen a sus anchas.

Aunque no entendamos su afán por destruir en cuestión de segundos un trabajo de varias horas, debemos dejar que rompan sus construcci­ones si lo desean. Hacerlo les da sensación de poder y control. Durante esta etapa es más importante el esfuerzo que el triunfo final.

Las cajas de colonias o cereales, los tubos de cartón y los carretes de hilo vacíos también pueden convertirs­e en interesant­es materiales de construcci­ón.

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