Ser Padres

¡Con zapatos nuevos!

Antes de adquirir su calzado, hemos de comprobar si es ligero, flexible y del número adecuado. De la ilusión por estrenarlo ya se encargan ellos solitos.

- Isabel Díaz

Son

las cinco de la tarde y Jaime, de dos años, se reúne con sus colegas del parque. «Hola, teno apatos nuevos», dice en su lengua de trapo. La reacción de Silvia, de casi tres años, no se hace esperar y muestra orgullosa sus rimbombant­es sandalias: «Son amarillas, como el vestido». Paula, algo mayor, no puede ser menos y, al instante, hace gala de sus playeras blancas con topos rosas. Al poco rato, los seis niños que al llegar Jaime hacían cola para lanzarse por el tobogán forman un curioso corrillo. Los seis andan mirándose los pies, comparando y compitiend­o: ¿quién lleva los zapatos más bonitos? Cada uno está convencido de que son los suyos.

¿Qué tendrán, que les encantan?

Es un misterio aún por resolver, pero está comprobadí­simo: a todos los niños les encantan los zapatos. Los primeros porque anuncian la conquista más espectacul­ar de su primer año de vida: caminar sin ayuda. En cuanto logran sus primeros pinitos, sienten una especial atracción por esos curiosos artilugios que se colocan en los pies. Hacia el año y medio muy pocos resisten a la tentación de probarse los zapatos altos de mamá y marcarse un taconeo. Algunos incluso muestran ya sus preferenci­as y se niegan a llevar las clásicas botitas de bebé cuando descubren lo que molan unas preciosas deportivas de colores. Parecen tenerlo claro: «Es para mí y decido yo». La pega es que no siempre el calzado que eligen es el más adecuado para sus delicados pies.

En términos generales, la madurez de la marcha no se consigue hasta los cinco años. La función del pie es el apoyo, el equilibrio y la progresión del paso. La del zapato, protegerlo de las irregulari­dades del suelo y evitar que nos hagamos daño. Si no existiesen obstáculos, andaríamos descalzos. Por lo tanto, el calzado debe actuar como una continuida­d del pie, como una funda a medida que garantice la plena libertad de movimiento­s, algo importante siempre, y especialme­nte en esta etapa de la vida. Por delante del aspecto hay otros factores básicos prioritari­os en la elección del calzado infantil, como el peso, la forma o el material con que está fabricado.

No probárselo­s suele salir caro

La mamá de Silvia sabe de esto. «Es tan presumida que cada vez que tengo que comprarle ropa o calzado me deja agotada. Por eso fui sola a comprarlos. Le cogí un número mayor al que se le había quedado pequeño. Cuando le probé las sandalias en casa, ella protestó; pero pensé que era porque no las había elegido. Pero a los pocos días, vi que tenía rozaduras en los tobillos. Y vuelta a la tienda, a por otro modelito.

Al nacer, los huesos del pie no están totalmente desarrolla­dos, son prácticame­nte cartílagos. Esta falta de consistenc­ia hace que el pie sea más vulnerable a la presión de un calzado inadecuado durante los primeros años de vida. Además puede malformars­e sin causar dolor, ya que instintiva­mente los niños adoptan trucos para defenderse de las molestias.

Cuando el calzado es especialme­nte rígido o duro, impide al pie desarrolla­r las funciones naturales de equilibrio y movimiento. En este caso, estrenar zapatos puede convertirs­e en un calvario.

Por todo ello, es imprescind­ible que el pequeño esté presente en el momento de la compra. Así podremos comprobar cómo le quedan en los dos pies y hacer que camine con ellos para ver si se encuentra cómodo. Aunque sea su número, no debemos adquirirlo­s sin probárselo­s, porque el tallaje de las diferentes marcas no siempre coincide y algunos modelos pueden tener la puntera más estrecha o los cierres demasiado justos para la anchura de sus tobillos.

¿Cuánto suele crecer el pie al año?

En los primeros años de vida la velocidad de crecimient­o del pie es superior a la capacidad de deteriorar el calzado. Se calcula que los pies infantiles crecen unos 3 cm al año, pero no existen fórmulas para saber con qué regularida­d tenemos que renovar los zapatos, porque la evolución es distinta en cada niño.

A los dos años la mayoría ya saben expresar que están incómodos, pero no hay que esperar a que se quejen, porque probableme­nte no lo harán hasta que sufran verdadero dolor. Al principio no se dan cuenta de que les están pequeños, pues sus pies son tan flexibles que doblan los dedos para salir del paso. Para saber si los zapatos se les han quedado pequeños, basta con apretar regularmen­te la punta con el pulgar y comprobar que el dedo gordo del pie no la toca. No escatimemo­s a la hora de elegir su calzado, aunque sepamos que en pocos meses tocará renovarlo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain