Ser Padres

Tu pecho por dentro.

- Antes del parto

Parece magia: nada más dar a luz el pecho empieza a producir leche para alimentar al bebé. Si el recién nacido mama en la misma sala de partos ya sale un poco, y en cada toma irá saliendo más. En realidad, el pecho lleva mucho tiempo preparándo­se... Todos los seres humanos tenemos pechos, tanto hombres como mujeres. En el momento de nacer, niñas y niños tienen el pecho exactament­e igual. En la mayoría de los casos, los senos se mantienen en reposo hasta la pubertad, cuando las hormonas femeninas hacen que crezcan y se desarrolle­n poblándose de grasa y de tejido glandular. Lo que diferencia un pecho grande de otro pequeño es la cantidad de grasa; la cantidad de glándula es más o menos la misma, y las mujeres con el pecho pequeño pueden dar de mamar exactament­e igual que las que tienen el pecho grande.

En cada ciclo menstrual el pecho crece un poco, como esperando tener que entrar en funcionami­ento, y vuelve a disminuir al ver que era una falsa alarma. Cuando llega el

embarazo, por fin crece libremente; los conductos de la glándula se ramifican y las células secretoras se multiplica­n. Pero lo que crece es la glándula, la grasa (que es la mayor parte del pecho) no tiene por qué aumentar. Por eso alguna embarazada, que ya tenía anteriorme­nte el pecho muy grande, es posible que apenas note el cambio.

Durante el embarazo el cuerpo tiene altos niveles de prolactina, la hormona que produce la leche. Pero apenas salen unas gotas, o nada, porque las hormonas que está produciend­o la placenta (estrógenos y gestágenos) impiden la acción de la prolactina.

La subida de la leche no siempre se nota

Después del parto los niveles de estrógenos y gestágenos bajan progresiva­mente en dos o tres días y la prolactina puede, por fin, asumir su destino y producir leche. Hacia el tercer día la madre suele notar los pechos más hinchados. Es lo que se conoce como «subida de la leche».

Antiguamen­te, cuando en los hospitales desaconsej­aban dar el pecho hasta que transcurrí­an de 24 a 48 horas y los 10 minutos cada tres o cuatro horas eran ley sagrada, la leche se acumulaba y producía una hinchazón descomunal. Los pechos se ponían como piedras, y algunas mujeres tenían «fiebre de leche» (que no es debida a una infección, sino al reventón de los conductos llenos de leche).

Hoy sabemos que si el recién nacido se pone al pecho en la misma sala de partos y permanece luego en la habitación de la madre para mamar todo lo que quiera, que es lo deseable, la subida de la leche es muy flojita. Incluso algunas mujeres, tal vez porque esperan tener esos pechos como piedras que explica la abuela, aseguran que no notan nada de nada. El bebé que va engordando es la mejor prueba de que la leche sí que ha subido, aunque no se note.

El papel de hormonas

El funcionami­ento diario del pecho está regulado principalm­ente por tres hormonas: la prolactina, la oxitocina y el FIL (factor inhibidor de la lactancia). Las dos primeras se fabrican en la hipófisis, una pequeña glándula que, desde la base del cerebro, regula la mayor parte de nuestra vida hormonal. El FIL se produce en el mismo pecho.

La prolactina

hace que la glándula mamaria fabrique leche. Cuanta más prolactina, más leche. Ya durante el embarazo el nivel de prolactina era alto. Pero, además, cada vez que el niño mama se produce un pico mucho más alto que tarda unas horas en bajar.

Si el bebé tiene mucha hambre, mama mucho y se produce mucha prolactina y más leche. Si tiene poca hambre, mama poco y se produce menos leche. Si hay gemelos o trillizos, como maman más, se produce el doble o el triple de leche.

La oxitocina

(la misma que provoca las contraccio­nes en el parto) hace que salga la leche al contraer las fibras musculares que rodean a las células secretoras de leche. Muchas mujeres notan esa contracció­n al comienzo de cada toma: es la «bajada de la leche» o «golpe de leche».

Muchas veces, mientras el bebé mama de un lado el otro pecho gotea. Pero la mayor parte de la leche no sale fuera (¡qué desperdici­o!), sino que se acumula cerca del pezón para que el bebé la saque apretando con la lengua. Al cabo de unas semanas de lactancia, la mayor parte de las mujeres dejan de notar el golpe de leche. El pecho aparenteme­nte no se hincha ni se deshincha, no gotea, está siempre blando... pero hay más leche que antes. Cosas del pecho.

El FIL

es una proteína que está siempre presente en la leche. El niño se la come, la digiere, y se queda tan ancho. Cuando el niño mama mucho, al sacar la leche saca también el inhibidor; y en las próximas horas la leche se fabricará a toda velocidad. Si el niño mama poco, el inhibidor se queda dentro y el pecho fabrica muy poca leche. Si el bebé únicamente mama de un pecho (lo que es normal, tan normal como hacerlo de los dos), para la siguiente toma estarán los dos casi igual de llenos, porque el pecho «lleno» estaba inhibido, mientras que el pecho «vacío» ha fabricado leche que da gusto. Así se regula, de una toma para otra y en cada pecho por separado, la producción de leche para ajustarse exactament­e a las necesidade­s de cada bebé.

Al cabo de unos meses de lactancia, la cantidad de hormona prolactina disminuye. Y al cabo de unos meses más, vuelven los ciclos menstruale­s, y con ellos los estrógenos y gestágenos que impiden a la prolactina actuar. Sin embargo, sigue saliendo leche, y cada vez más. Aún no se sabe muy bien cómo funciona; parece que con el tiempo el FIL tiene un papel mayor y la prolactina pierde importanci­a.

El bebé regula la cantidad que necesita...

A medida que el bebé crece, necesita cada vez más leche. Es evidente: cuando se les cría con biberón, hay que darles cada vez un bibe más grande. ¿Cómo sabe el pecho cuánta leche tiene que fabricar? Pues porque el niño mama cada vez más.

A veces el cambio es gradual. Pero en muchos casos se producen cambios repentinos, lo que llamamos brotes de crecimient­o. De pronto, el bebé un día parece hambriento y pide el pecho bastantes más veces de lo habitual. Es así porque hacer las mismas tomas un poco más largas resulta poco eficaz; solo consigue un poco más de leche. En cambio, si aumenta el número de tomas aumenta también el número de picos de prolactina y consigue mucha más leche.

Si se le da el pecho siempre que pide, mamará más durante un par de días, la producción de leche aumentará y la frecuencia se volverá a estabiliza­r. Así, siempre saldrá siempre la cantidad de leche que necesita.

...Y la calidad de la leche

Se sabía desde hace décadas que el bebé controla la cantidad de leche. Ahora sabemos que también puede controlar su composició­n. La concentrac­ión de grasa en la leche va aumentando a lo largo de la toma. Cuanto más mama el niño de un pecho, más concentrad­a sale. A final hay hasta cinco veces más grasas que al comienzo de la toma (la leche materna tiene más grasa que la leche de vaca entera y la grasa va aumentando con el tiempo; después del año, alimenta mucho más).

Entre toma y toma, la nueva leche que se fabrica, más aguada, va diluyendo la leche espesa que había quedado al final de la toma, de forma que cuanto más tiempo ha pasado desde la toma anterior, menos grasas hay. Y no es lo mismo tomar 100 ml de un solo pecho que tomar 50 de cada pecho, o 70 y 30.

En cada toma el bebé decide si quiere más grasas o por el contrario más lactosa y proteínas. Puede elegir, siempre y cuando le dejemos mamar cuando quiera y el rato que quiera de cada pecho. Cuando se fija un horario arbitrario (10 minutos de cada pecho cada tres horas), ya no sale la leche que el niño necesita, ni en cantidad ni en composició­n. Por eso la lactancia a golpe de reloj no funciona. Cuando los médicos nos empeñábamo­s en recomendar­la, hace tiempo, pocas madres conseguían dar el pecho más de unas semanas.

El destete

Todo lo bueno se acaba. Algunos creen que la lactancia termina cuando se acaba la leche. Se equivocan, es justo al revés: la leche se acaba cuando el bebé deja de mamar.

Todos los niños dejan el pecho por sí mismos un día u otro. No lo hacen de golpe, sino que empiezan a dejarlo el día que toman la primera papilla. A medida que comen más alimentos sólidos tienen forzosamen­te que tomar menos leche. Llega un momento en que solo toman la teta para dormir y, de repente, un día se duermen sin ella.

Cuando la lactancia dura varios años, a veces los pechos se quedan muy, muy pequeños, como si el niño hubiera chupado hasta la carne. La grasa del pecho se ha fundido al usarla para ir fabricando la leche. Pero no hay que asustarse: en los próximos meses (bastantes meses, es un proceso lento), el pecho volverá a crecer y, al final, se quedará más o menos como antes del embarazo.

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La producción de leche es un proceso biológico complejo que, sin embargo, tiene unas bases muy sencillas: cuanto más leche se saca, más leche sale.
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El pecho está formado por numerosos saquitos microscópi­cos: son los alveolos mamarios ( 1). En pequeño, uno de ellos visto al microscopi­o: en su interior están las células que fabrican la leche ( 2), rodeadas por vasos sanguíneos ( 3) y células...
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