Ser Padres

Yo no doy el pecho ¿y qué?

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Ana dio el pecho a su primera hija durante 21 días. Y fue demasiado. «Si lo pensaba fríamente, no tenía dudas», dice esta madre de una niña de dos años y de un bebé de tres meses. «¿Cómo iba a ser mejor intentar dar el pecho a toda costa, aunque temiera la hora de darlo (porque se me saltaban las lágrimas del dolor), que alimentar a mi hija con leche artificial de forma relajada, feliz? Y aún así, me sentía culpable, como si fuera una madre horrorosa por querer negarle a mi hija los nutrientes más sanos del mundo, porque como decía mi círculo de amigas, la leche de fórmula no dejaba de ser un sucedáneo», recuerda esta madre.

No se sentía capaz de ponerle fin. «Cuando tu propio médico te dice que debes sacrificar­te un poquito más, que no hay que ser tan ‘floja’, acabas por creer que eres la peor madre del mundo si lo dejas», comenta. Hasta que una tarde su marido llegó a casa después de trabajar y la encontró llorando mientras daba el pecho a Luna. «Dijo que ya estaba bien. Que por mucho que nuestro pediatra dijera que tenía que seguir intentándo­lo, eso no podía ser bueno ni para Luna ni para mí. Me hacía falta que alguien me apoyara para tomar la decisión, y encontré ese apoyo en mi marido. Asíí que tomé unas pastillas que me recetaron, a pesar de que no lo hicieron de buena gana, y empecé a ser una mamá feliz », recuerda Ana.

Reconoce que algún que otro día la culpa regresaba, sobre todo cuando quedaba con su círculo de amigas que habían sido madres recienteme­nte, ya que todas ellas daban el pecho a sus hijos. Pero entonces miraba a Luna, que crecía fuerte y sana, y se auto-convencía de que era la mejor opción. Hasta que llegó Daniel, su segundo hijo, y todo volvió a empezar.

«Leí mucho acerca de posturas idóneas y formas de facilitar el enganche al pezón. También quedé con una asesora de lactancia materna y hasta volví a comprar las cremas que me habían recomendad­o para evitar irritacion­es antes de que naciera Daniel» explica.

Su intención era intentarlo, y pensó que esta vez sería capaz. Pero se repitió la misma historia. «No quería perderme eso momento perfecto en el que parece que el mundo se para y que me contaban otras madres. Y sobre todo quería alimentar a mi hijo con el mejor alimento que, según los pediatras, es la leche materna. Pero volví a sangrar y a pasar unos dolores horrorosos.

Con la excusa de que me tenía que incorporar al trabajo (porque soy autónoma y los clientes no esperan), corté la lactancia a las cuatro semanas. Pero no me atreví a contar la verdad a mis amigos. Dije que dejaba la lactancia por motivos laborales cuando en realidad me incorporé antes de lo que tenía pensado para dejar el pecho sin sentirme culpable» confiesa Ana. «Creo que ser madre es mucho más que dar el pecho. Es ver sonreír a tu bebé, darle cariño, cuidarlo, mimarlo, pasar noches en vela por él cuando no puede dormir, estar ahí cuando te necesita... Pero parece que durante los primeros meses de vida, todo se reduce a si le das o no el pecho», explica.

«¿Cómo va a ser mejor dar el pecho llorando de dolor que el biberón de forma relajada?»

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