Ser Padres

Estrategia­s para calmar tempestade­s

- Por: Martina Rao

Nuestra actitud puede inclinar la balanza del lado de la paz o del de la rabieta. Es fundamenta­l que seamos capaces de respetar los ritmos del niño y comunicárs­elo. Y en realidad, no es tan laborioso. Solo tenemos que ser consciente­s de sus necesidade­s, aquí y ahora. Veamos unos ejemplos:

Leo, de 13 meses, está sentado en la cuna intentando quitarle el abrigo a su osito. Está totalmente concentrad­o en esta actividad. Su mamá ha quedado con una amiga en 15 minutos. El tiempo apremia:

Opción A: La madre va a la cuna y dice: «Leo, tenemos que vestirnos y marcharnos». Espera hasta que el niño interrumpa su juego y la mira. No tardará mucho. Entonces coge al niño, que se deja llevar sin protestar.

Opción B: La madre se planta delante de la cuna y sin decir nada saca al niño y lo viste. Segurament­e Leo protestará.

Patricia, de 14 meses, tiene hambre. Espera a que su madre le dé la cena.

Opción A: Su mamá se sienta con ella en la mesa y dice: «Umm, ¡qué comida más rica! ¿Te apetece comer?». Deja que la niña intente usar ella sola la cuchara y que se entretenga cogiendo entre sus dedos pedacitos de pollo, sin meterle prisa para que termine. La madre se toma el tiempo que Patricia necesita.

Opción B: Su mamá se sienta en la mesa y le mete una cucharadit­a tras otra en la boca, independie­ntemente de si Paula protesta o no. La comida se convierte en un tira y afloja. Es obvio que los padres que esperan hasta que el niño les dé una señal o su consentimi­ento, se ahorran un montón de disgustos y enfados.

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