Cómo es su médico
¿Te riñe su pediatra? ¿Se enfada su enfermera? Si le ocultas cosas como que tu hija «aún» toma el pecho, que tu hijo duerme en la cama con vosotros o que sois vegetarianos; si temes que llegue la próxima visita… Tal vez te convenga cambiar de médico. ¡Y estás en tu derecho! Porque el pediatra es otro de las partes de la ecuación y su papel debe ser también el adecuado para que el niño no le vea como al ogro del cuento y te saque de tus casillas. ¿Qué tiene que hacer un buen pediatra?
Evitar cualquier gesto que pueda inti
midar al niño. No hacer movimientos bruscos, no hablar fuerte, no acercarse demasiado rápido y, por último, no mirar fijamente a los pacientes que rehúyen la mirada.
Pedir permiso para cada maniobra, lo mismo que con un paciente adulto. No se puede desnudar a un ser humano, tocarle y meterle cosas por todos los agujeros sin pedir permiso. La autorización no siempre es explícita. La mayoría de las veces se consigue con un simple gesto como acercar la mano, detenerse dos segundos o sonreír. Si el niño se relaja y no nos rechaza, es que nos permite avanzar. Conviene ir anunciando cada paso: «Vamos a tocar la barriguita», «Ahora te miraré la oreja».
No amenazar: «Si no te estás quieto, haremos salir a mamá». Eso no tranquiliza al niño y, de hecho, le asusta aún más. Y si llegáramos a cumplir la amenaza, probablemente empezaría a gritar como un poseso.