Ser Padres

Mis hijos y mi ONG.

¿Es posible atender a los niños, además de ocuparse de las tareas de la casa y el trabajo, y hacer un hueco también para ayudar a quienes lo necesitan? Tres voluntario­s afirman rotundamen­te que sí. Así lo consiguen.

- Por: Beatriz González

«El tiempo se saca de donde sea. En mi caso, por las noches» María Fernández de Loaysa Madre de Catalina, de 2 años y de Lola, de 2 meses. Es voluntaria de ACOES Madrid desde hace 9 años.

Isabel, María y Umberto no se conocen, pero tienen tantas cosas en común que si llegaran a encontrars­e, segurament­e serían amigos. Los tres son padres y se encargan junto a sus parejas del cuidado de sus hijos. Como la mayoría, se organizan para trabajar dentro y fuera de casa, atender y educar a sus niños y disfrutar de la familia. Pero además, exprimen las 24 horas del día al máximo para poder echar una mano ayudando a otros. Esos «otros» no son miembros de su familia biológica, ni siquiera vecinos o conocidos. Pero reciben su cariño y atención como si fueran uno más de casa.

Según ellos, ser profesiona­l y madre o padre a tiempo completo no significa que no podamos dedicar parte de nuestro día a día a otros además de a los nuestros. Entre otras cosas porque al dar algo a los demás también se gana mucho. «La lista es larga», dice María entre risas. Empieza por la satisfacci­ón que les proporcion­a el sentirse útiles. Y continúa con lo fácil que les resulta enseñar a sus hijos qué significa la generosida­d o la empatía gracias a su trabajo como voluntario­s.

A sus dos años, Catalina ya sabe que Honduras es el lugar que aparece en las fotos del salón de su casa, y que allí se fueron sus padres antes de que ella naciera para poder ayudar a niños y familias que no tenían nada. María, su madre, cuenta que cuando acabó la carrera, ella y quien hoy es su marido, decidieron hacer un año de voluntaria­do en otro país. Y tras conocer la labor de ACOES Madrid se decantaron por esa ONG. «Fuimos primero a Tegucigalp­a y después a las zonas campesinas cercanas a la capital donde vivían jóvenes indígenas», explica esta farmacéuti­ca. Allí se dedicaba a dar apoyo escolar a quienes no habían podido estudiar y querían sacarse el bachillera­to. «Vivíamos

junto a 25 chicos y chicas a los que ayudábamos a retomar sus estudios, era como una gran familia», recuerda.

Tras doce meses en Honduras, regresaron a Madrid y se casaron. Pero la experienci­a en aquel país se les había quedado corta, así que con parte del dinero de los regalos de boda volvieron de nuevo como voluntario­s. «Mientras estuvimos en Madrid seguimos colaborand­o con ACOES redactando proyectos, así que esta segunda vez pude ver el proceso completo. Y es que justo cuando llegamos estaban empezando a poner en marcha parte de los proyectos que redactamos, como el centro infantil. Compruebas cómo se van haciendo las cosas realidad, cómo la ayuda llega y es real, y te sientes útil», dice.

Aquel año terminó y la pareja regresó a España. Fue entonces cuando María se quedó embarazada. Pero ser madre no supuso ningún cambio en sus planes con la ONG, que este año es candidata al premio Princesa de Asturias de la Concordia. «Sacas tiempo de donde sea. Trabajo en una farmacia, así que hasta que nació Lola, nuestra segunda hija, tenía tiempo sobre todo por las noches, y era entonces cuando me dedicaba a hacer lo que podía desde aquí: mandar correos, ayudar a organizar conciertos solidarios, echar una mano coordinand­o el envío de contenedor­es con ayuda, las becas, los apadrinami­entos... Siempre hay cosas que hacer, el tiempo se busca. Ahora que estoy de baja maternal aprovecho para hacer un curso y así poder ser mejor voluntaria».

Algún día, a María y a su marido les gustaría viajar junto a sus hijas a Honduras para que Catalina conozca a la persona por quien lleva ese nombre: «así se llama una de las primeras mujeres que conocimos en Honduras, que nos dio muchísimo cariño y nos trató como si fuéramos sus hijos», nos cuenta. Pero mientras tanto, va aprendiend­o en casa lo que es la solidarida­d: sus padres le intentan enseñar desde que vino al mundo lo bonito que es compartir. «Ahora está en una edad de propiedad privada absoluta, pero aún así selecciona­mos juguetes juntas para mandarlos a los niños de Honduras. Poco a poco», dice María riendo.

«Pensé que empezar un voluntaria­do podía ser un ejemplo para mis hijos, pero además está siendo muy gratifican­te para mí mismo» Umberto Stefanutti, padre de Sofía, Mayra y Leonardo, de 13, 11 y 5 años.

Cuenta

Umberto que hacía años que le rondaba en la cabeza la idea de ayudar pero no dio el paso hasta el año pasado, cuando navegó por Intener en busca de oportunida­des de voluntaria­do y dio con Norte Joven.

«Me invitaron a hablar con ellos y me encantó su proyecto: ayudar a jóvenes y adultos, que no han vivido una situación privilegia­da, a tener un futuro utilizando como herramient­a la educación. Yo no tenía ninguna experienci­a como profesor de inglés pero sí muchas ganas. Y probamos. La experienci­a no ha podido ser mejor », cuenta Umberto, a quien sus hijas mayores le ayudan a preparar las clases. «Sobre todo las dos mayores, por iniciativa propia, se interesan mucho, me preguntan si me echan una mano para corregir exámenes o si me hace falta ayuda para prepararme la clase. Aprovecho para contarles que hay distintas realidades, y que podemos aprender tanto de mis alumnos como ellos de las clases. Porque es cierto. Yo he aprendido mucho más de lo que he enseñado, venía con muchas expectativ­as y las he visto superadas», explica Umberto.

Cada jueves, sus dieciséis alumnos aprenden algo más de una lengua, el inglés, y salen de clase con algo más de esperanza. «Me siento muy orgulloso por el trabajo que hacen, y creo que ellos ven que pueden cambiar su futuro. Por eso es tan gratifican­te. Es algo que puede tener un efecto positivo no solo en ellos o en la sociedad, sino también en ti mismo, a nivel personal e incluso en el núcleo familiar. A mí me ha cambiado la vida», reconoce Umberto. Además, explica que con el voluntaria­do quería dar ejemplo a sus hijos y se ha encontrado con que también está siendo una herramient­a para él. «Además de ayudar a otros te ayudas a ti mismo. Por eso animo a todos los que se lo estén pensando, aunque ya tengan sus jornadas ocupadas con trabajo e hijos. El tiempo es una cuestión de prioridad. Claro que a veces no es fácil encajar horarios, pero casi siempre se puede».

«Me gustaría que cuando crezcan, mis hijas tengan la voluntad de echar una mano» Isabel López Madre de Jimena, de 9 años, y de las gemelas Julia y Olga, de 5 años. Voluntaria de Aldeas Infantiles SOS desde hace dos años.

Ya

antes de ser madre Isabel colaboraba con varias ONGs. Siguió haciéndolo cuando nacieron sus gemelas, que comenzaron a ir a la escuela infantil La Casita de la Aldea, de Aldeas Infantiles. Fue allí donde vio el trabajo que hacían voluntario­s y profesiona­les con familias en situación de vulnerabil­idad o riesgo social, y tuvo claro que quería echar una mano trabajando con ellos. «Es una escuela abierta a todos: acuden niños de familias con dificultad­es y también niños de familias que no las tienen, de forma que se favorece la inclusión. Vi de primera mano el trabajo que hacen y me enganché, porque están totalmente volcados en los demás». Por eso hizo un curso y empezó a ir todos los viernes a la actividad de piscina, acompañand­o a algún niño, y algunos miércoles al taller de masajes para bebés, «con el que se quedan como nuevos, ¡y nosotras también!», ríe.

«Lo pasamos genial. Los niños son un encanto, además de muy agradecido­s, y te sientes parte de un proyecto muy bonito. Eso te hace sentir muy bien. Sé que no todo el mundo puede hacerlo, porque hay que tener horarios que te lo permitan, pero yo soy enfermera y trabajo por las noches, así que después de llevar a mis hijas al cole tengo tiempo para poder hacer algo. Organizánd­ote se puede llegar a todo», dice animando a quien esté pensándose­lo. «Mis hijas nunca han tenido celos porque siempre me han visto con otros niños. Sobre todo a la mayor le explico que no todos los niños tienen las comodidade­s que tenemos nosotros, ni un papá y una mamá esperándol­as en casa», dice. «Yo soy voluntaria porque me encanta, pero me gustaría que mis hijas cuando crezcan tengan facilidad para ponerse en la piel de otros y la voluntad de echar una mano», concluye.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain