Herramientas para amansar a las fieras
Cantarle. Nuestra voz es una forma de contacto que el bebé conoce desde el vientre y, aunque no sustituye al calor del pecho, le tranquiliza y complementa a las caricias y a los achuchones. Las canciones (inventadas o populares) además de ayudar a relajarnos, son un puente de comunicación verbal y emocional.
Pasear. Los paseos al aire libre son una fuente de salud para los bebés y a muchos les calma en las «horas malas» (que suelen ser al atardecer). Escoger un entorno agradable (un parque cercano a casa, la orilla de la playa) y dar todos los días una caminata es una de las mejores terapias contra el estrés (de niños y mayores).
Cambiar de brazos. ¿Qué tendrá la abuela que en sus brazos no llora? o ¿Por qué los brazos de papá actúan como somnífero instantáneo? Cuando estamos cansadas, nerviosas o irritadas después de un día duro, a veces vienen bien unos brazos extra que sean capaces de transmitir la tranquilidad que hemos perdido.
Un baño relajante. Un baño de espuma, en su bañerita o en la bañera grande con mamá o papá, puede relajarle. Si le envolvemos después en un arrullo y le mecemos al calorcito tendremos un final feliz.
Juegos de descarga. Dar golpes con una pala en un cubo, espachurrar la arena húmeda con las manos, rasgar papeles (de una revista vieja, supervisando que no se lleve los trocitos a la boca)... Estos juegos le permiten desprenderse de su estrés.