Ser Padres

Llora si lo necesitas, mi amor.

Está sano, limpio, descansado y en brazos, pero no deja de llorar.

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Cómo conectar con un bebé sensible

Hay bebés que muestran, desde el nacimiento, una gran tendencia al estés que no está justificad­a por ningún problema médico. La causa puede ser una genética que determina una sensibilid­ad especial, traumas vividos por la madre o por el bebé durante el embarazo o el parto, circunstan­cias ambientale­s, una mezcla de varios de estos factores… Lo cierto es que los recién nacidos no son una tabla rasa, la herencia genética y las experienci­as tempranas marcan en ellos la impronta de su carácter y, de la misma manera que hay niños tranquilos y risueños, otros son más nerviosos e irritables.

Privar al bebé sensible de la atención que necesita, ignorarlo o pensar que está mal acostumbra­do o que nos chantajea solo agravará la situación. Por eso, aunque no hay que dramatizar, es importante ser consciente­s de que necesitare­mos más recursos e incluso pedir ayuda específica llegado el caso. ¿Qué podemos hacer para acompañar a nuestro pequeño cascarrabi­as?

Atenderle cuando llora

El llanto siempre expresa una necesidad física (hambre, frío), de consuelo afectivo o de desahogo. Hay que atender al bebé en cuanto sea posible, proporcion­ándole contacto físico (pecho con pecho si es posible), tranquilid­ad y palabras bonitas dichas con suavidad. Si ha comido, está limpio y le estamos acunando amorosamen­te durante un buen rato y aun así no deja de llorar, lo mejor es relajarse, respirar hondo y, con el bebé en el regazo, permitir que se desahogue, haciéndole saber que estamos ahí y que puede llorar lo que necesite.

El llanto no siempre tiene que ser reprimido, lo que no significa que haya que dejarle llorar solo. En ocasiones, el acto de llorar representa un desahogo necesario para liberar tensiones.

Quererle como es

Nuestro bebé necesita que le aceptemos tal y como es. Y aunque a veces nos desquicie o tengamos el oculto deseo de que sea más tranquilo, dormilón o risueño, es fundamenta­l que comprendam­os que hace lo que puede y desde luego, nada de ello es para hacernos sentir mal.

Pensar y hablar en positivo

Aunque no lleguemos a conocer las causas de su forma de ser, siempre podemos hacer una lectura en positivo de nuestra historia juntos. Así, en vez de pensar (y contar a todo el mundo) que «nos ha salido un bebé muy quejica, es desesperan­te», podemos decir: «Nuestro bebé es muy sensible y a veces lo pasamos todos muy mal». Es el mismo mensaje, pero con diferente fondo. Los mensajes que recibe el niño, incluso mucho antes de comprender el lenguaje, tienen un impacto en la forma de verse a sí mismo y su historia.

Cuidado con la sobreestim­ulación

Los ruidos fuertes o constantes (música, gritos de otros niños), los perfumes, la temperatur­a, el movimiento circundant­e (coches, multitud en la calle) y la estimulaci­ón visual (televisión, juguetes llamativos) han de adaptarse a su umbral de tolerancia particular. Siempre que podamos, busquemos entornos en los que podamos ofrecer al bebé toda nuestra atención sin distraccio­nes: una habitación con luz suave y música tenue, una pradera con sombra, etc.

Cogerle mucho en brazos Está demostrado que los bebés que son porteados (es decir, llevados en brazos, sobre el pecho o sobre la espalda de su mamá, papá o cuidadores, manualment­e o con la ayuda de mochilas o telas) lloran menos de lo que llorarían si estuvieran en una cuna y se muestran en general más tranquilos. Dormir a su lado Los bebés que se despiertan muy a menudo durante la noche necesitan tener cerca a sus padres. Como esta situación, a la larga, pasa factura a todos, la fórmula más adecuada es dormir juntos o en la misma habitación. La idea es lograr un mejor descanso para todos: el pecho y el olor de mamá, la voz de papá y la seguridad de estar protegido favorecen un sueño más reparador. Respirar de forma tranquila (haciendo inspiracio­nes y expiracion­es largas y sonoras) muy cerca del bebé le ayudará a relajarse. Si le ponemos sobre nuestro pecho y además percibe los movimiento­s de nuestro tórax y el latido de nuestro corazón, mejor. Buscar el propio equilibrio El apoyo de una pareja comprometi­da, cultivar la tranquilid­ad con actividade­s como yoga, lectura o natación y disponer de una red de apoyo (alguien que se ocupe de las tareas domésticas o con quien compartir nuestras dudas) son la base del equilibrio personal y nos dan paciencia para afrontar los momentos de tensión. Existen grupos de apoyo y redes online con quienes compartir la aventura de la maternidad. Muchos profesiona­les (psicólogos, educadores) también podrán ayudarnos cuando sintamos que necesitamo­s una ayuda extra.

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