El arte de poner(nos) límites.
En los últimos años hemos pasado de la preocupación por poner límites a los niños, aprender a decirles que no y enseñarles a tolerar la frustración, a una fijación por hacerles conscientes de sus emociones y sentimientos que tampoco parece estar ayudando
No queremos que nuestros hijos sean inhibidos, sin iniciativa y que obedezcan ciegamente, como resultado de una educación demasiado estricta. Pero tampoco queremos niños respondones, permanentemente insatisfechos e incapaces de asimilar una relación jerárquica con padres, abuelos o y profesores, fruto de un exceso de permisividad. Pero encontrar el punto medio no es fácil.
¿ Cómo hemos llegado hasta aquí? « Ha habido cambios sociales importantes – explica la psicóloga Alicia Banderas, autora de los libros Hijos tiranos y
Niños sobreestimulados (Libros Cúpula)–. Los padres actuales somos más democráticos, contamos más con los niños en la toma de decisiones en familia, participamos ambos de manera activa en la educación… Además hay menos hijos en cada hogar y muchas veces los crían los abuelos. Todo esto hace que convirtamos a los niños en los reyes de la casa».
Lo que buscamos los padres es que nuestro hijo sea feliz, que no se frustre, una vez tenemos las necesidades básicas cubiertas. Esto ha marcado un cambio de pautas educativas y ha desembocado, en algunos casos, en una confusión de roles: «En muchas familias no se sabe quién es el padre y quién es el hijo, hay una violencia en sentido ascendente, del hijo hacia los padres, y de normalización de los gritos, del insulto, del trato de igual a igual. Muchos progenitores no se dan cuenta de que lo que están viviendo no es normal», explica Banderas.