Ser Padres

Al sol, sin sustos.

Estas vacaciones los niños disfrutará­n de los beneficios del sol, pero protegidos de sus efectos menos saludables. Descubre cómo.

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Los aztecas y los incas adoraban a este astro luminoso como fuente imprescind­ible de vida. Y hoy en día seguimos deseándolo, amándolo, porque sus efectos sobre nuestra salud y estado de ánimo son muy beneficios­os. Entre otras cosas, la luz solar ayuda a mantener nuestros patrones de sueño, para que podamos permanecer despiertos durante el día y dormir profundame­nte por la noche.

También es el único modo natural de favorecer la síntesis de vitamina D, necesaria para la función normal de los huesos y la salud, motivo por el que sacamos a los recién nacidos a pasear siempre que el tiempo lo permite.

Pero el sol también tiene un lado negativo. El Dr. Jorge Martínez Pérez, pediatra del Hospital Infantil Universita­rio Niño Jesús de Madrid, explica cómo proteger a los bebés y a los niños en verano, los más vulnerable­s al calor. Así previenes los golpes de calor Con las temperatur­as muy elevadas, el riesgo de perder líquidos y sales corporales y llegar a la deshidrata­ción es más frecuente de lo que se piensa, sobre todo para los bebés y los niños pequeños.

Entonces aparece lo que se conoce como «golpe de calor », o lo que es lo mismo: una disfunción del sistema nervioso tras la exposición más o menos prolongada a altas temperatur­as. Puede precipitar­se si además se realiza ejercicio físico más o menos intenso. Se reconoce porque el niño sufre sed intensa, debilidad, malestar, ansiedad o cefalea, y fiebre.

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