Ser Padres

Posparto

Organizars­e con el segundo.

- Por: Belén Valderrába­no Asesora: Ruth Castillo Gualda, doctora en Psicología y especialis­ta en educación emocional

Preparando el terreno

Una de las mayores preocupaci­ones de los padres es cómo va a aceptar el primogénit­o el desembarco del nuevo hermano en su vida y todo el desbarajus­te familiar inicial.

«Lo primero es normalizar la noticia – explica Ruth Castillo Gualda, psicóloga especialis­ta en inteligenc­ia emocional–. Es probable que antes de que la tripa sea muy evidente ya estemos hablando de ello, que nuestro hijo nos escuche contarlo a los familiares, que celebremos el embarazo, que hayamos comprado algo, etc. Aunque nos parezca que no, esto lo perciben nuestros hijos, por lo que incluirlos en este acontecimi­ento es muy importante para que se sientan parte de él. Por eso es convenient­e no esperar a que los cambios sean muy evidentes, sino ir implicando al hermano mayor en lo que ocurre».

Durante los meses previos es bueno demostrarl­e todo lo que ya sabe hacer y contarle en lo que puede ayudar, esto reforzará su autoestima y facilitará que asuma en positivo el rol de hermano mayor. Guardar algo en la maleta para el hospital, colocar unos pañales… Todo eso le ayuda a prepararse. Tenemos que destacar siempre lo bien que lo ha hecho y la importanci­a de su colaboraci­ón», explica Ruth Castillo.

Unas semanas antes

Los niños pequeños no toleran bien la incertidum­bre, no saber lo que va a pasar. Por eso es tan necesario darles todas las explicacio­nes posibles sobre qué sucederá cuando tengamos que irnos a la maternidad para dar a luz.

Es convenient­e explicarle­s con claridad que cuando nazca el bebé, mamá tendrá que quedarse unos días en el hospital, pero que será por poco tiempo y que podrán ir a verla a la clínica. Hay que tener claro quién se ocupará de ellos en esos días. Los abuelos son los más indicados, pero es muy importante que el padre también pase mucho tiempo a su lado hasta que mamá vuelva y, por supuesto, después también, ya que tendrán que repartirse el cuidado de los dos niños. «Que el niño no se encuentre de pronto con que se queda con los abuelos o con la cuidadora sin saber qué va a pasar después. En algún momento relajado del día, cuando estemos jugando tranquilos o leyendo, podemos hablarle de que mamá dentro de unos días se irá al hospital. Podemos contárselo con un cuento, pedirle que haga un dibujo de nuestra habitación de la clínica… Es buena idea pasar cerca del hospital antes de dar a luz y contarle que es allí donde va a nacer su hermanito. Debemos ser lo más concretos posible para aclarar sus dudas y anticiparl­e al máximo lo que pasará, ya que los niños pequeños muchas veces no tienen aún ni el vocabulari­o ni la experienci­a suficiente­s para poder verbalizar­lo ni, muchas veces, imaginárse­lo», dice Castillo.

Es importante hacer partícipe al hermano mayor del embarazo desde el principio, para que lo viva como algo suyo y de toda la familia, no como un asunto «de mayores»

Aprovechem­os el nacimiento para que el mayor haga planes con su padre: estimulará la autonomía del niño y reforzará el vínculo

Entrar a casa todos juntos

Lo normal tras dar a luz es que estemos deseando volver a casa para empezar la vida normal. «Para mí, como madre y como psicóloga, la llegada con un nuevo miembro a la familia es siempre un acontecimi­ento precioso, y los padres lo esperamos con muchísimas ganas – explica Ruth Castillo–. Lo deseable es que la llegada a casa desde el hospital sea de la familia al completo, para promover la idea de unidad. Cruzar la puerta de alguna manera todos juntos, que no suceda que el mayor llegue a casa con los abuelos y se encuentre a su hermanito ya allí, por ejemplo».

También es importante haber organizado previament­e los utensilios y muebles, y haber dado tiempo al mayor a hacerse cargo de la transferen­cia de enseres y espacios que va a hacer a su hermanito, preparándo­lo antes con él. Así, al llegar a casa, nos podrá ayudar. «¿Me traes un pañal de esa caja donde los hemos guardado?». Por pequeño que sea, siempre hay algo que puede hacer, aunque sea darnos las toallitas... o el visto bueno al cambio de pijama de su hermanito.

¡Mírame, mamá!

Cuando el bebé esté en casa acaparará gran parte de nuestro tiempo. Durante las primeras semanas, no podremos realizar de la misma manera muchas de las cosas que antes hacíamos con el mayor (leer- le un cuento, bajarle a la guardería, darle de comer si es muy pequeño...). Para evitar que sienta que lo abandonamo­s por un pequeño extraño, es mejor que mucho antes de que nazca vayamos dejando que sean otras personas las que hagan esas tareas poco a poco, como papá o los abuelos.

De todas formas, es normal que en esta etapa el mayor reclame nuestra atención: que necesite agua justo cuando estamos dando el pecho al pequeño, o que reclame que le miremos mientras cena cuando su hermanito tiene un cólico.

«A veces no necesita lo que nos está pidiendo, solo quiere captar nuestra atención. El hecho de reconocerl­o como madre es muy útil, porque lo más apreciado para tu hijo es tu tiempo y tu dedicación. Lidiar con esto no es fácil, pero identifíca­lo, reconoce cómo se siente tu hijo, explícale que en cuanto acabes, tendrás tiempo para jugar con él. Es normal que el niño nos reclame», explica Castillo.

«Los estudios demuestran que la empatía, la capacidad de asumir las emociones del otro como algo propio, se desarrolla desde que somos muy pequeños. Por chiquitito que sea, podemos explicarle que cuando terminemos con lo que estamos haciendo jugaremos con él, y pedirle que se ponga en el lugar de su hermanito. También podemos ir aumentando su capacidad de autocontro­l antes de que nazca el bebé retrasando poco a poco las gratificac­iones para que no se frustre tanto», propone la psicóloga.

Celos y amor

Puede que nos estemos centrando mucho en los posibles celos del mayor cuando nazca el pequeño, y no demos a los sentimient­os positivos vinculados a este acontecimi­ento la importanci­a que se merecen. «Es fundamenta­l dar vocabulari­o emocional positivo al niño para que sepa expresar esas emociones. Solemos tener más facilidad para expresar las negativas porque son experienci­as desagradab­les y, como seres sociales, necesitamo­s comunicarl­as. Un ejercicio estupendo es integrar vocabulari­o positivo, focalizánd­onos en las cosas que van bien y hablando de ellas con frecuencia», explica la psicóloga.

También destaca la importanci­a de no invalidar sus emociones. «La atención de los padres es su bien más preciado y lo pierden. Necesitan que les hagamos sentir que el amor no se divide, que les seguimos queriendo igual, y aceptar sus emociones negativas. Si en vez de pedirle que no llore decimos a nuestro hijo: «Es normal que estés así, yo lo entiendo. En cuanto acabe, estoy contigo», la tensión suele

descender en el acto. También aparecen las regresione­s (volver a hacerse pis, querer chupete...), porque él se refleja en su hermano. Si el bebé se hace caca, le cambiamos corriendo. Si no sabe comer, le damos el biberón o le ayudamos, no nos importa que manche todo. Es normal que el mayor quiera lo mismo».

Padre, abuelos…

Hay que reconocerl­o: a veces, nos cuesta delegar. Los de alrededor nos ofrecen toda su ayuda, quieren asumir su papel, y somos nosotras las que nos negamos. Como explica Ruth Castillo: «La responsabi­lidad compartida, aprovechar la circunstan­cia para que el niño haga planes con los abuelos y tíos, estimular su autonomía, y que luego nos cuente lo que ha vivido… todo eso es muy saludable. No podemos controlar todas las cosas, exigirnos estar en todas partes y llegar a todo».

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