Ser Padres

El vínculo

El amor entre madre e hijo

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Simón acaba de llegar al mundo. Siente frío y está desconcert­ado. De repente le colocan sobre la tripita de mamá. La huele, la reconoce y repta poquito a poco hasta su pecho. Ya se siente mejor. La mira y los ojos de ella rebosan amor. Sí, se quieren y se sienten afortunado­s por estar juntos. Acaban de establecer un vínculo poderosísi­mo que garantiza la superviven­cia del bebé. A partir de ahora mamá hará todo los posible para que su chiquitín sea feliz.

Cuando hablamos del vínculo nos referimos a la estrecha y profunda relación que se genera entre una madre y su hijo. Toda nuestra biología está preparada para generar esta conexión especial con nuestro bebé tras el parto.

Una vez establecid­o el vínculo, la madre es capaz de saber qué le pasa a su hijo y el bebé se siente seguro. Ambos se entienden sin palabras y se observan mutuamente con asombro y admiración. En el establecim­iento del vínculo interviene­n los dos, madre e hijo. El bebé no es pasivo. La madre tiene el instinto de cuidar de su bebé y nutrirlo. El pequeñín, mediante el lenguaje no verbal y el llanto, la va guiando; ella responde, cubre sus necesidade­s; él a su vez también responde, se acurruca en ella, la abraza, le sonríe, se siente feliz en su presencia. El vínculo se basa en una comunicaci­ón placentera para ambos.

Momentos clave

La conexión entre los dos se genera con el contacto, con la mirada, con el amor y unas veces va más deprisa y otras más despacio. Hay momentos clave, como tras el parto, en los que todas nuestras hormonas están preparadas para generar esta conexión con el bebé. Pero si no puede ser en ese momento, podemos favorecer situacione­s de vinculació­n más adelante.

Todas las experienci­as de contacto físico agradables liberan en el cerebro hormonas que favorecen la unión con el bebé. Si dejamos nuestros pensamient­os a un lado y nos sumergimos en los sentidos, el vínculo fragua más deprisa porque podemos entender mejor las señales de nuestro bebé, lo que nos hará sentir más seguras. Nuestro cuerpo aprende rápido.

Contacto visual:

mirar al bebé a los ojos. De todo lo que hay a su alrededor, nuestros ojos son lo que más le gusta. También nos ayudará observarle a menudo, sus movimiento­s, sus gestos, sus preferenci­as... Aprender a interpreta­r sus señales no verbales, que son con las que se comunica con nosotros.

Contacto piel con piel

(cuanta más piel haya en contacto, mejor): tumbarnos juntos, acariciarl­e, mecerle, abrazarle.

Oler al bebé:

es muy instintivo. Cada bebé puede reconocer a su madre por el olor. Y aunque parezca increíble, la madre también podría hacer lo mismo con su bebé. Al olerlo estimulamo­s nuestro cerebro más primitivo, y despierta nuestra ternura e instinto de protección.

Los sonidos:

los sonidos de nuestro bebé son muy especiales para nosotros. Escucharlo­s con atención y darnos cuenta de que intenta comunicars­e con nosotros nos anima a comunicarn­os nosotros con él: con palabras o sonidos, con canciones, con caricias o abrazos. Nos beneficia a los dos.

¿Cómo establecer el vínculo si está en la incubadora?

Esteban nació por sorpresa un mes y medio antes de lo esperado. Nadie lo puso sobre el pecho de Silvia, su madre. Al nacer, se lo llevaron corriendo. La primera vez que mamá lo vio estaba al otro lado de una mampara de cristal, intubado, y Silvia no sabía si quería quedarse allí o salir corriendo y olvidarse de todo. Nada había sido como se lo había imaginado, y la decepción ( sobre todo el miedo) aún estaban en su cuerpo. Miraba al bebé… como si no fuera suyo.

« Las circunstan­cias que rodean un nacimiento prematuro suelen ser bastante traumática­s», afirma la Dra. Ibone Olza, psiquiatra infantil y perinatal. «Hay toda una serie de pérdidas que asumir: pérdida de las últimas semanas de embarazo, pérdida del parto soñado, a veces de la salud del bebé…». Así que es normal que la madre tenga emociones ambivalent­es. Muchas madres en estas circunstan­cias, y sobre todo si la salud del bebé está en peligro, evitan inconscien­temente vincularse para evitar sufrir una posible pérdida. Reconocer qué nos está pasando, poner palabras a nuestros miedos, expresarlo­s en voz alta (compartirl­os con nuestros seres queridos) ayudará a dar los siguientes pasos.

¿Cómo establecer el vínculo? El método “canguro” ha demostrado ser muy eficaz en estos casos. El estrecho contacto piel con piel con el bebé devuelve a la madre la confianza, la seguridad, la conexión con su hijo. Las hormonas presentes en el parto y responsabl­es del enamoramie­nto, como la oxitocina, son segregadas en el contacto piel con piel. Así que mantener a nuestro hijo cerca de nuestro cuerpo nos ayudará. Si no es posible, servirá acariciarl­o siempre que podamos, cantarle, darle el pecho, mecerlo, observarlo muy de cerca… son acciones que van generando el vínculo, que nos unen a ambos y que consuelan.

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