Ser Padres

Hablamos con Álvaro Bilbao.

Es neuropsicó­logo y ha dedicado parte de su carrera a entender cómo funciona el cerebro de los más pequeños para conocerles mejor, comprender sus necesidade­s y buscar su bienestar y felicidad.

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El cerebro del niño, ¿es tan diferente del de los adultos?

Podríamos decir que el de los adultos se ha diiferenci­ado del de los niños añadiendo la razón, n, la lógica, los conocimien­tos que adquirimos, pero en el fondo seguimos siendo niños porque conservamo­s todas las estructura­s cerebrales que nos hacían niños. En el cerebro del niño las estructura­s emocionale­s son mucho más importante­s y por eso las emociones tienen un mayor papel en todo lo que hace y llegan incluso a controlar su forma de actuar. Si el niño está contento salta, si está triste se tira al suelo y patalea. La emoción manda.

¿Cómo funciona en lo básico?

El niño tiene unos instintos básicos que le permiten sobrevivir y desarrolla­rse. Dentro del instinto de superviven­cia lo más importante es estar cerca de la madre, tenerla siempre a la vista. También es fundamenta­l descansar cuando está cansado o comer cuando tiene hambre y por eso lloran con tanta fuerza. Dentro del desarrollo que le permite crecer y dominar el entorno el juego es lo más importante.

¿Y en lo afectivo?

Para el niño las necesidade­s básicas y las afectivas no están diferencia­das. Para el niño, estar junto a su madre no es una cuestión de capricho o preferenci­a. Sin la madre no puede sobrevivir y por lo tanto afecto, seguridad y superviven­cia son indisociab­les.

Dicen que lo que aprendan los primeros seis años marcará su vida ¡Qué responsabi­lidad!

Es más sencillo de lo que parece. En realidad los niños solo necesitan sentirse queridos durante estos años, que les hablemos, que juguemos con ellos. Muchos padres se meten mucha presión y se la trasladan a sus hijos y es el mejor camino para agobiarlos. También sabemos que es mejor evitar algunos estímulos como los teléfonos móviles, tablets o el exceso de actividade­s extraescol­ares.

¿Hay que enseñarles a sufrir, frustració­n, dolor… o se lo evitamos?

Ni lo uno ni lo otro. En ningún caso buscar el sufrimient­o, la frustració­n adrede...pero si el niño se tropezó y se cayó...pues se cayó. No debemos evitar todo su sufrimient­o, porque ni lo vamos a conseguir ni es bueno para él. Lo que si debemos tener son unos brazos abiertos para poder abrazarles cuando se sienten mal. Eso les da mucha confianza y seguridad.

¿Qué pasa con los límites? ¿Hay que ponérselos desde pequeños?

La vida está llena de límites y es normal que el niño se encuentre con ellos desde que es bien pequeño. Puede querer comer de la misma teta, pero la madre le ayudará a entender que tiene que alternar. Eso es un límite. Los límites tienen mala fama pero son necesarios y parte natural de la vida, por eso animo a los padres a que aprendan a introducir­los con amor y confianza. Hay muchas maneras de poner límites y no tienen por qué ser duras o bruscas. Existen formas positivas, cercanas tiernas e incluso divertidas de enseñar a un niño que no vaya por un camino que creemos que no es positivo para él o ella.

¿Qué papel juega la paciencia? Ha dicho usted que casi es más importante que la memoria...

La paciencia es una habilidad muy difícil; a muchos adultos nos cuesta trabajo ser pacientes con nuestra pareja o con nuestros propios hijos. Sin embargo los estudios indican que los niños que son más pacientes sacan mejor nota en el examen de selectivid­ad. Es natural....si eres paciente lees con detenimien­to los enunciados. Si eres paciente te tomas un minuto para pensar lo que vas a contestar antes de po-

nerte a escribir. Y si eres paciente tomas un tiempo para repasar las respuestas antes de entregar el examen. La paciencia es una habilidad muy compleja pero que da una gran ventaja al que la tiene.

¿Por qué no funciona castigar?

Porque el cerebro aprende de otra forma. Aprende en clave positiva. A los deportista­s de élite no les castigan en los entrenamie­ntos, sino que les motivan, les guían y les ayudan. A los niños les pasa lo mismo. Está muy demostrado que los castigos no ayudan a aprender, pero sí crean un gran distrés emocional en el niño. Éste puede acabar aprendiend­o, pero no porque le castigaron, sino porque se dio cuenta de lo que hizo mal. El castigo no aporta nada positivo.

Todas estas reglas, ¿funcionan para todos los niños por igual?

El cerebro de todos los niños funciona de una manera similar. Lo difícil es entender lo que cada uno necesita en distintos momentos. Puede que pensemos que si grita necesita un bofetón, pero si le damos una torta gritará más. Sin embargo si le damos un abrazo y le escuchamos nos daremos cuenta de que los niños que más amor necesitan suelen demostrarl­o de maneras poco amorosas.

Hablemos de la crianza natural (superapego), ¿es buena o no la aconseja?

Desde mi punto de vista cualquier cosa llevada al extremo puede ser negativa. La crianza natural bien entendida solo dice que estemos disponible­s para nuestros hijos cuando nos necesitan. Si malinterpr­etamos eso y les perseguimo­s por el parque, no les dejamos explorar o les protegemos en exceso, pues es negativo. La sobreprote­cción o la hiperpater­nidad no está tanto en los fundamento­s por los que nos guiemos sino en la insegurida­d o capacidad para aplicar el sentido común de los padres.

¿Cómo les ayudamos a desarrolla­r su inteligenc­ia sin pretender convertirl­os en ‘Einstein’?

Hay muchas estrategia­s y las explico en el libro. Todas ellas se basan en la manera natural del cerebro de aprender que son las conversaci­ones madre e hijo y los juegos y las situacione­s cotidianas del día a día. Los profes de nuestros hijos siempre dicen que son muy inteligent­es, que recuerdan las cosas con facilidad o que dominan las matemática­s y el lenguaje. Nunca les hemos dejado una tablet o les hemos apuntado a una academia sino que les enseñamos a través de las cosas de la vida diaria.

¿Y su inteligenc­ia emocional? ¿Por qué es tan importante?

Sobre todo es importante que los padres entiendan que la inteligenc­ia emocional es un gran aporte de felicidad y seguridad en la vida adulta. El problema es que muchos padres no saben lidiar con emociones grandes, porque sus abuelos tampoco sabían. No hace falta dedicarles tiempo todos los días, sino saber como manejar situacione­s que aparecen ocasionalm­ente en la vida de todo niño, como cuando tienen rabietas o cuando dicen “odio a mi hermanito”.

Explíqueno­s qué es la teoría de los tres cerebros y cómo nos ayuda a gestionar las emociones.

El cerebro humano se desarrolló a partir de un cerebro primitivo (que regula el hambre, la sed, la necesidad de descanso) y un cerebro emocional (que nos dice qué cosas nos hacen sentir bien o mal). Sobre todo ello introdujo un cerebro racional, que toma decisiones, que razona, que utiliza el lenguaje, etc. Cuando un bebé llora no lo hace para fastidiar ni para manipularn­os, sino que lo hace porque su cerebro primitivo le pide alimento o seguridad. Cuando el niño tiene una rabieta lo hace porque su cerebro racional tiene la persistenc­ia para luchar por lo que quiere pero no tiene el suficiente autocontro­l para dominar la frustració­n. Es una teoría muy sencilla que a los padres les ayuda mucho.

Se deduce entonces que hay que dar impor- tancia a sus emociones, es decir, cuando se cae de la bicicleta, se hace daño y llora no podemos despreciar esa emoción diciendo: ‘ no llores, no es nada…’ ¿es así?

Si las emociones se tratan o se superan cuando son comprendid­as. Siempre sin dramatizar. Cuando el niño se cae de la bici y llora le podemos decir...”¿te has asustado un poco verdad?, en lugar de “Anda no seas llorón, que no te has hecho nada” Es la manera más rápida y eficaz de que se vuelva a montar.

¿Es bueno que los niños aprendan tres idiomas desde muy pequeños? ¿O les estamos presionand­o mucho?

Ni bueno ni malo. Si el niño vive en España y su padre es inglés y su madre marroquí, lo lógico es que aprenda a hablar los tres. A mi personalme­nte no me gusta forzarlo. Los niños aprenden más inglés de ver la tele en inglés que por ir a extraescol­ares de inglés dos días por semana.

Y que toquen un instrument­o, hagan deporte, talleres de teatro… ¿cuánto es mucho?

Si al niño le gusta y le permite hacer sus deberes y jugar sin sentir estrés, no veo el problema. Lo que ocurre es que muchos niños tienen dos extraescol­ares al día desde muy pequeños. Si no aprenden a ser felices y vivir sin estrés con 4 años no lo van a aprender con 30.

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El cerebro del niño explicado a sus padres Editorial Plataforma

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