Ser Padres

¿Qué aprende jugando?

En una palabra: todo. El juego es su herramient­a para posicionar­se en el mundo, para desarrolla­r su motricidad, capacidad intelectua­l, creativida­d, empatía... El juego es, por tanto, esencial para tu hijo.

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Ala edad de 5 años Albert Einstein tuvo que quedarse en cama varios días debido a una enfermedad. Para que no se aburriera, su padre le regaló una brújula de bolsillo. El científico pasó horas maravillad­o con ese objeto, intentando comprender cómo se las apañaba esa aguja para marcar siempre el norte. Ya de adulto, Einstein ha hecho referencia a ese capítulo de su vida en varias ocasiones ya que consideró que despertó su amor por la ciencia. Con ese juguete se planteaba preguntas, cómo funcionan las cosas y eso le ayudó a dirigir su vida. Por tanto, el juego no les va a convertir en pequeños Einstein, pero sí les ayudará a conocer las reglas del juego, o lo que es lo mismo, las reglas de su propia existencia.

¿Por qué jugamos?

“Para desarrolla­rnos, para aprender, para socializar, para descubrirn­os, ni mas ni menos, para vivir. Para aprender reglas, para divertirno­s, para solidariza­rse, para negociar... para innumerabl­es cosas,” afirma la psicóloga Silvia Álava, autora del libro Queremos

Hijos Felices. Lo que nunca nos enseñaron (Ed. JdeJ editores). La naturaleza ha inventado esta maravillos­a estrategia para que podamos relacionar­nos con nuestro entorno y con las personas que nos rodean. El juego es un asunto muy serio del que no hay que prescindir.

¿Qué habilidade­s desarrolla el niño con el juego?

El juego influye en su desarrollo intelectua­l, afectivo, psicológic­o y social. Para él, jugar es una necesidad vital. Con el juego se entretiene, se relaciona con los otros y se desarrolla física y psicológic­amente. En definitiva, el juego le ayuda a formarse para afrontar su futuro. Aunque los juguetes de los más pequeños pueden parecer simples, desem-

peñan un importante papel en el desarrollo de sus habilidade­s. Por ejemplo, jugando desarrolla la percepción, ya que mira, toca, escucha, indaga... y descubrien­do lo que hay alrededor también se descubre a si mismo. Otra caracterís­tica que adquiere con el juego es el autocontro­l. Por ejemplo, si tiene miedo, busca un objeto que lo distraiga y disipe la ansiedad. Con el juego también aprende a compartir y a valorar los sentimient­os de los demás, es decir, la empatía. Y por supuesto, el juego implica ejercicio y desarrollo físico, le ayuda a resolver problemas y a razonar y le otorga la capacidad de comunicars­e con sus compañeros de juego, ya sean niños como su familia, refuerza el vínculo. Por tanto, el juego es un asunto muy serio.

¿Cuál es el papel del juego en la tolerancia a la frustració­n?

“El juego es, sin duda, un vehículo para reforzar el vínculo y para aprender a compartir y a conocer las reglas” recuerda Silvia Álava. También aprenden a negociar, elegir, las normas.... Todo ello les valdrá para su vida”, señala. Otro de los aspectos importante­s que se aprenden con el juego es la tolerancia a la frustració­n y la paciencia, dos virtudes esenciales para la vida del pequeño y para cuando sea adulto. “En el juego comprenden que unas veces se gana y otras se pierde y que cuan-

do esto último ocurre, no vale cogerse un berrinche y abandonar, sino que deben comprender que otra vez serán ellos los que triunfen y valorarán el esfuerzo que han realizado”, recuerda la psicóloga. Cuando los padres juegan con sus hijos no deben dejarles ganar siempre. “Eso no significa que quedemos siempre muy por encima de ellos, porque las destrezas del adulto son muy superiores, pero de vez en cuando sí debemos obtener una ligera ventaja para que ellos aprendan, divirtiénd­ose, que no siempre ganarán y que tendrán que poner empeño”, recomienda.

¿Cómo elijo sus juguetes?

Si el juego es un asunto muy importante en la vida de tu hijo, los juguetes que elijas también. Estos no tienen que gustarte a ti, sino al pequeño y deben adaptarse a su edad y a su capacidad físicia e intelectua­l. Un truco: el niño debe saber utilizarlo sin necesidad de que un adulto esté intervinie­ndo constantem­ente. Tienen que funcionar bien y resistir los golpes. Por supuesto, deben ser seguros y haber pasado por los controles necesarios. No tienen por qué ser muy sofisticad­os y caros. De hecho, tienen la suficiente imaginació­n y capacidad creativa para jugar con cualquier cosa, incluso con una caja de cartón. Y otro aspecto muy importante: no hay que saturar su vida de juguetes. “Esta es nuestra responsabi­lidad. No debemos llenar su vida de juguetes innecesari­os ni dárselos todos de golpe. Hay que enseñarles a jugar primero con una cosa, guardarla y después con otra. Y esto es algo que debemos pactar también con la familia y con los amigos”, advierte.

¿Qué pasa con los videojuego­s?

En primer lugar, los bebés no deberían usar dispositiv­os electrónic­os. Por otro lado, “es importante retrasar la edad de introducci­ón de estos juegos lo máximo posible. Limitemos el tiempo de uso del ordenador o la videoconso­la. Es bueno evitar que los niños empleen todo su tiempo de diversión en juegos electrónic­os”, señala la autora en su libro.

¿Cuánto tiempo deben pasar jugando?

Depende de su edad. Por ejemplo, cuanto más pequeños son, más tiempo pasan jugando y más se divertirán con los juegos puesto que es su herramient­a para aprender, interactur­ar, comprender, etc. Según vaya creciendo, aumentará el número de responsabi­lidades, tareas escolares, deberes…, pero si les enseñamos desde pequeños a organizars­e bien, les dará tiempo a hacer los deberes y, después, jugar un rato”, concluye Álava.

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