6 cosas que debéis hacer si vuestro hijo os guarda secretos
Conminarle a decir la verdad.
Tratad de llegar a la verdad con mano izquierda, ejercitando la empatía con tu hijo y desde recursos de inteligencia emocional. Si creéis que vuestro hijo oculta algo tenéis que conminarle a contar lo que pasa de modo que él sienta que la seguridad dentro de su familia es inquebrantable, que pase lo que pase se puede arreglar y que nadie en el mundo le va entender y a querer más que papá y mamá. Este tipo de herramientas hay que adaptarlas a la edad del niño, pero es esencial empezar a trabajarlo desde que son muy pequeños y conseguir que nos digan que fue él quién tiró el vaso de leche o quién pegó al hermano pequeño. Notaréis cómo siente un alivio inmediato.
Dejar de mentir en casa.
Que no perciba que en casa se miente. Tal vez su predisposición a mentir haya nacido de la imitación. Si es el caso cortadlo inmediatamente. Se acabaron las mentiras también entre adultos, aunque sean piadosas o (a priori) no dañinas.
Que no se sienta obligado.
A la verdad hay que llegar. No le obliguéis a que os diga, no le amenacéis si no lo hace, ni le chantajeéis para que lo haga. A veces, es inevitable, pero si se siente obligado a decir la verdad tal vez logréis que os la cuente una vez, pero no conseguiréis una relación de verdadera confianza con él o acabará aprendiendo a mentir “mejor” o de manera más sofisticada.
Consecuencias.
No inmediatamente, pero vuestro hijo -sea cual sea su edad- ha de ser consciente de que las mentiras, la ocultación o la falta de sinceridad trae consecuencias. Ojo, éstas no son necesariamente castigos. Muchas veces les sirve más para tomar verdadera conciencia de sus actos que otra cosa.
Trabajar la sinceridad.
Trabajar la sinceridad en la familia de manera permanente y recíproca –aunque creáis que os está mintiendo- contando a vuestro hijo qué habéis hecho hoy o si os ha ocurrido algo complicado. Hay que encontrar momentos para la conversación fluida y dialogada en casa, no tienen que ser momentos grandilocuentes o especiales. Al revés: la cena, el trayecto en coche yendo al colegio, etcétera, son ocasiones ideales para ello.
Que no se sienta culpable.
Muchas veces lo que hace que nuestro hijo no sea sincero no es el miedo al castigo sino sentimientos de culpabilidad por el acto cometido o por el posible sufrimiento que pueda causar a sus padres. A ello a veces, y por razones similares, se une el miedo, la vergüenza o la angustia. Identificar la ocultación en estos casos es “más sencillo” porque va unido a un cambio de actitud evidente porque nuestro hijo está exageradamente callado, triste, preocupado, retraído o irascible. Todo ello suele ser sintomático de que oculta algo. La mejor manera de invitarle a decir la verdad a veces radica en su deseo de que desaparezcan todos esos sentimientos negativos para poder así recuperar la vitalidad, la alegría, el apetito o la berborrea habitual. La sinceridad tiene que ser para él un bálsamo, un bien mayor.