“Todos queremos una sociedad inclusiva, pero hay que actuar”
¿Qué quiere cualquier padre para su hijo?: Una infancia normal y feliz y para eso, un niño, por mucha discapacidad que tenga, tiene que poder jugar, ir al colegio, salir al parque y al recreo. Porque los niños no solo necesitan poder hacer eso sino integrarse con los demás niños. Pero ni siquiera está garantizado que el transporte escolar sea accesible para todos ellos. Las familias no tienen más remedio que asociarse o acudir a instituciones, entidades, fundaciones o empresas donde puedan recibir una ayuda…
A ello hay que sumar que la cronicidad de los discapacitados de nacimiento les saca muchas veces fuera del sistema sanitario y no tienen derecho a una rehabilitación de por vida, o a unas medicinas, o a una silla de ruedas, o a algo tan sencillo como un colchón anti-escaras. Las familias tienen que sufragar todo esto, además de lidiar con el sufrimiento añadido del día a día y con los 17 sistemas distintos que existen, con diferentes recursos y sensibilidades, para esta realidad.
Y sin embargo luego nos preguntamos por qué las personas con discapacidad están menos formadas o por qué no consiguen empleos que exigen una formación universitaria. ¿Pero cuántos niños pueden acabar sus estudios si ni siquiera pueden entrar en el centro al que quieren ir? Muchos lo logran por un gran desembolso económico de sus padres, y se abren telediarios informando sobre ese joven discapacitado que ha logrado acabar la carrera como si fuera casi un súper héroe. Pero, ¿cómo la ha terminado?
¿Qué pedimos? Investigación en tratamientos y fármacos, atención temprana, educación inclusiva, más ayudas económicas, que estén exentos del copago sanitario… Que dejemos de ser una sociedad, en definitiva, que parece que culpabiliza al niño porque su situación diferente.