Cómo hablarle de la muerte
La pérdida de un ser querido es, para muchos niños, un momento de tristeza tan indescriptible que no saben cómo manejarlo. Podemos ayudarles desde la sinceridad.
Hablar a los niños de la muerte es una preocupación recurrente de muchos padres tras el fallecimiento de un abuelo, un amigo del colegio o, lo que es peor, un hermano o un padre. Calmarles y responder con naturalidad a sus preguntas parece la mejor forma de abordar la cuestión. Sin embargo, a veces, su sufrimiento (¡o el nuestro!) impide una correcta comunicación familiar y el dolor de los niños se alarga en exceso. Hablemos, pues, de la muerte.
1 ¿Cómo asumen los niños la muerte?
Hasta los tres años, los niños no comprenden de manera clara qué es la muerte. Entienden y viven la ausencia, pero tardan un tiempo en asimilar que esa ausencia es total y para siempre. Pero a partir de los tres años y hasta los nueve viven la muerte “como la viven sus padres” según explica Paloma Rosado, terapeuta gestáltica de acompañamiento en el duelo. Y añade que“unos padres bloqueados por la muerte dejarán en sus hijos esa huella aunque no hablen de ello”. Los niños actúan por ósmosis y del modo en que lo vivan los padres, así seguramente lo vivan ellos. Por eso, el adulto “tiene que saber qué postura tiene frente a la muerte, que es la actitud que tienen frente a la vida”.
2 ¿Cómo hay que responderles?
Cuando un niño pregunta acerca de la muerte, cuando saca el tema un día hablando del abuelo y pregunta si no va a volver “hay que darle una respuesta clara y sincera, la que nosotros creamos verdadera”, dice la experta, pues si “él siente que no se le dice la verdad, se asustará y se imaginará lo peor”. En este sentido, “no debemos adelantarnos en el ofrecimiento de datos, pero tampoco negarle una información que hay que darle siempre desde su nivel de desarrollo, no desde el del adulto”.
3 ¿Cómo podemos ayudarles a sobrellevar la tristeza?
El trabajo inicial está en los propios padres. “El adulto debe identificar, ordenar y poner en palabras sus propios estados afectivos ofreciendo un ejemplo vivo, digno y sano al niño y evitando los dobles mensajes”, explica la especialista en acompañamiento de duelo. No
se les puede decir una cosa y estar viviendo otra “porque los niños perciben inmediatamente esa contradicción y les genera mucha confusión”. Así es como los niños aprenderán que el dolor también forma parte de la vida y que “si mi padre o mi madre puede transitarlo, yo también podré”. Desde ese escenario es desde donde podemos ayudar al niño en el manejo y regulación de sus propias emociones profundas.
¿Hay que decirles que esa 4 melancolía es normal?
El duelo es un tránsito, no un estado en el que instalarse. Tampoco es una enfermedad, es dolor por haber perdido a un ser amado y tienen que entender que “ante esto lo natural, lo sano, lo adaptativo es llorar, suspirar, enfadarse, languidecerse...”, señala Paloma.
¿Cuándo hay que pedir ayuda 5 si el sufrimiento no pasa?
El riesgo es que esa tristeza no permite la continuidad de la vida y que aparezcan “la negación, la victimización o la congelación”, explica Rosado. Lo habitual es que si los padres viven un duelo en el que están en contacto con sus emociones, las expresan y buscan compañía de amigos en la que apoyarse –sin caer en culpas o en victimismos– los niños harán un duelo sano”. Aunque depende mucho de la edad, un niño en duelo “necesita seguir con cierta rutina, no tener sensación de inseguridad, continuar con los límites y normas que ya estaban fijados...”, añade. Por eso, si se observan de modo mantenido trastornos de sueño o apetito, conductas regresivas (volver a hacerse pis o chuparse el dedo), aumento considerable de los temores, aislamiento, quejas físicas (dolor de estómago, cefaleas...), picos de tristeza o rabia, “es buena idea pedir ayuda a un profesional”, concluye Paloma Rosado.