El poder de la música
Una botella llena de garbanzos es un instrumento musical; una canción, la excusa perfecta para lanzarse a bailar; y una tonada suavecita invita a acurrucarse en brazos de mamá en busca de calma.
¡Con mucho ritmo!
Aesta edad los niños sienten un interés natural por todo lo que haga ruido o produzca sonido. ¿Por qué no aprovecharlo para ayudarle en su desarrollo? Escuchar y hacer música, sobre todo si es en compañía de papá y mamá, ayuda al peque a sentar las bases de un montón de aprendizajes posteriores (el ritmo y la repetición son estructuras matemáticas; la entonación y las letras, la esencia del lenguaje...).
El poder de la música para evocar emociones es único
Cuando le acunamos con música de fondo la sensación quedará grabada en su memoria, y cada vez que la oiga, podrá volver a ese lugar seguro y confortable. La mejor manera de que la música se convierta en parte de su vida es que escuchen muchos sonidos diferentes y que se les permita experimentar libremente con el sonido. «Debajo un botón ton ton del señor Mar...» Andrea se calla y mira sonriente a Rubén, que termina contentísimo con un «tin tin tin» acompañado de palmas. A través de la música, madre e hijo están viviendo un momento muy espe- cial. Andrea está enseñando a su hijo la misma canción que su madre le cantaba a ella: le está transmitiendo su legado familiar y cultural. Además, la melodía se convertirá en una ayuda para cuando el pequeño se sienta perdido o asustado. La cancioncilla tiene el poder de devolverle a un espacio seguro que le dará tranquilidad. Las canciones que sus padres le cantan con amor son la primera relación de nuestro hijo con la música, una relación que tendrá que ir desarrollando... a veces de una forma poco delicada.
Los pequeños necesitan experimentar para comprender el mundo que les rodea
Y a esta edad se lo pasan genial aporreando todo lo que caiga en sus manos. No hace falta que un amigo se deje caer por casa con un juguete destrozatímpanos (que lo hará). A los niños les sobran ideas para convertir un artefacto cualquiera en instrumento musical: una cacerola y una cuchara, todo tipo de objetos al tirarlos al suelo, sus propias manos contra la puerta de la cocina... En la medida de lo soportable (para nosotros y para
los vecinos), lo mejor es dejarles experimentar: están mejorando la coordinación, explorando las relaciones de causa-efecto y desarrollando la agudeza auditiva. Muchas ventajas a cambio de un poquito de jaleo, ¿no?
Marisa, de año y medio, se lo está tomando con calma con sus primeras palabras. Sin embargo, en el coche camino de la guarde se canta enteras las canciones de Shakira, la cantante favorita de mamá. La música está en el origen del lenguaje (¿o no son rítmicos sus «lalalala babababa» antes de aprender a hablar?), así que escuchando música y cantando aprenden los ritmos y cadencias propios del lenguaje, ejercitan la memoria cuando intentan recordar las letras y desarrollan la creatividad cuando se las inventan a su antojo.
El «efecto Mozart»
¿Sabías que numerosos estudios han relacionado el escuchar obras de este compositor con un mejor desarrollo cerebral? Como explica la educadora musical Yvette Delhom: «Se trata de sonidos muy armónicos que estimulan tanto el neocórtex como el sistema límbico, de tal manera que potencia la imaginación, la coordinación asociativa y la capacidad resolutiva matemática de aprendizaje. Escuchar a Mozart organiza la actividad en la corteza neuronal, reforzando sobre todo los procesos creativos del hemisferio derecho, relacionados con el razonamiento espacio-temporal». De un modo más amplio, este concepto sirve para hacer referencia a la idea de que la música clásica resulta terapeútica.