Entrevista
Un camino que se va haciendo a lo largo de toda la vida y para el que parece que hay una fórmula de éxito: diálogo y aceptación.
Hablamos con Javier Urra, autor del libro “Educar con criterio”.
La educación de los hijos es un camino que empieza desde el momento que nacen hasta que llega a la vida adulta (e incluso, después). Hacerlo con criterio, coherencia y en común es un aprendizaje para los padres que tienen un objetivo claro: el bienestar de los niños.
El niño autónomo y la inteligencia emocional
El niño debe aprender a ser autónomo, responsable e independiente. Ésa es la base de la última publicación de Javier Urra (Educar con criterio. Salvat). Para ello, es importante que aprendan a tomar sus propias decisiones y “a aceptar las consecuencias de lo que hacen, piensan o deciden -explica-. La responsabilidad se va adquiriendo y, en este sentido, son muy importantes el ejemplo de los adultos y la aprobación social que se dé al niño”. Solo así se les podrá ayudar a tener una buena inteligencia emocional y empatía, por lo que es indispensable animarle desde pequeño a identificar y expresar sus emociones y sus sentimientos. A veces, con escuchar, basta. Para ello, hay infinidad de literatura, ideas y recursos, pero hace falta una premisa previa: que los padres tengan ganas de aceptar a sus hijos, con sus vulnerabilidades, defectos y diferencias, abandonando la idea de que los niños se conviertan en su réplica.
Colegio y amigos
La escuela y la convivencia diaria con niños y profesores es un nuevo mundo por descubrir para los más pequeños y es muy importante la colaboración de padres y maestros con una finalidad común: que sea un espacio de alegría y seguridad para el niño.
En su último libro, Urra habla de los deberes y asegura que ayudan a adquirir hábitos de estudio y a reforzar lo aprendido en cla-
se, pero es claro en este tema: “Con media hora al día en los primeros cursos sería suficiente y que los niños disfruten de su tiempo de jugar”. En esta etapa, coinciden además todos los expertos, hay que fomentar la creatividad y la ilusión por el aprendizaje.
Los niños comienzan a tener amigos a partir de los dos años, cuando comparten juegos y bailes. Trabajar sus amistades es algo que irán haciendo a lo largo de toda la vida y que cobra especial importancia en la adolescencia, momento a partir del cual se forjan amistades más duraderas. Por eso, es esencial que los padres conozcan a los amigos de sus hijos y sus familias y sean conscientes de la influencia que se ejercen entre sí. Desde bien pequeños los niños buscan en sus amigos la aceptación, necesitan sentirse integrados y respetados y a través de los amigos que ellos eligen aprenden a reconocerse.
Límites y sanciones
Poner límites a los niños es una parte esencial de su desarrollo ya que, al establecerlos de pequeños les hacen sentirse protegidos y seguros, aunque muchas veces se rebelen contra ellos y no los entiendan. Poner límites no puede significar para el niño que papá o mamá no son las personas que más le quieren en el mundo, al contrario, no deben perder la certeza de que siempre podrán recurrir a ellos ante cualquier duda, problema o dificultad. Las pautas y las normas no anulan el cariño y deben entenderlo así. Eso sí, explica Urra, las normas deben ser pocas y claras y no declararlas como una imposición sino como una necesidad de la buena convivencia familiar. La flexibilidad, la paciencia, el criterio... son indispensables durante toda la infancia ya que en la época de la adolescencia son absolutamente necesarios.
Ante los errores, imponer castigos, explica, no da tan buen resultado como imponer sanciones o retirar privilegios. Los mejores correctivos son los que no generan miedo, resentimiento, inseguridad, baja autoestima o sentimiento de culpa y no mejoran la capacidad de respuesta de los niños. El refuerzo positivo es mucho más eficaz.
¡SOS! Adolescencia
La etapa de los 12 a los 16 años está llena de cambios a todos los niveles: físicos, emocionales, sociales y psicológicos. Los jóvenes se empiezan a descubrir a sí mismos, tienen miedos e inseguridades hasta entonces desconocidos,
Los mejores correctivos son los que no generan miedo, resentimiento o culpa. Es mucho más efectivo imponer sanciones o retirar privilegios
se rebelan con más facilidad y se vuelven egocéntricos. Para los padres son unos años complicados porque al tiempo que deben ir permitiéndoles hacer ciertas cosas y dándoles algunas responsabilidades, y dejarles equivocarse y aprender, también desean aconsejarles y supervisarles todo el tiempo mientras les enseñan que deben confiar en sí mismos pero también en ellos. Además, son los años en los que empiezan a cuestionarse temas relacionados con la sexualidad y toman sus primeras bebidas alcohólicas, convirtiéndose el tema del consumo de sustancias en el principal asunto de preocupación de los padres de niños a partir de 12 años. Una buena relación dialogada y de confianza permitirá que los menores puedan abordar sus dudas e inquietudes sobre estos temas en casa.
La información profesional de un buen experto
Uno de los puntos que también más inquieta a los padres es el miedo a estar siendo demasiado autoritarios o demasiado impositivos. Una autoridad impuesta “porque lo digo yo” o “porque sí”, los castigos demasiado severos o los castigos físicos no dan resultados positivos. Generan en el niño resentimiento, rabia y miedo que perjudican sus relaciones personales y probablemente les dejen recuerdos negativos y mal sanados de por vida. El miedo no educa. En este sentido, el libro de Urra es claro al recomendar a los padres que sientan que no están llegando a cubrir las necesidades que su hijo tiene en ese momento o que “se les está yendo de las manos” recurran a la ayuda de algún profesional que pueda valorar si hay algún problema en el niño o en la relación entre él y sus padres. Muchas veces, el análisis desde fuera de la situación familiar es la base para una buena búsqueda sosegada de soluciones.