Ser Padres

Emociones

Cuando apaga las dos velas es un niño orgulloso de sí mismo que entiende sus emociones e interpreta las de sus papás. ¿Quién se acuerda ya de aquel bebé de días que solo podía expresar si estaba a gusto o a disgusto?

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Uno frente a otro, mamá busca la forma de conectar con su bebé. Lo observa confusa, con el entrecejo fruncido, mientras se pregunta qué le pasa. Él también tiene el entrecejo un poco fruncido. Mamá sonríe y el gesto del bebé se relaja, el niño abre más sus brillantes ojos, ¡parece que está contento! Y la madre cae en la cuenta: claro que se entienden, madre e hijo comparten emociones.

Desde que nace

Al principio todo parece resumirse en dos sensacione­s que se leen en sus gestos y en su cuerpo: bienestar o malestar. Con el paso de las semanas los padres empiezan a afinar su observació­n hasta diferencia­r cinco emociones básicas: «Alegría, tristeza, enfado, curiosidad y miedo están presentes desde el principio», afirma María Jesús Fuentes, catedrátic­a de Psicología en la Universida­d de Málaga. Los padres se deleitan con su alegría; su enfado avisa de que hay algo que le está molestando, y corren a subsanar el problema; su tristeza les empuja a abrazarlo; su miedo les incita a protegerlo; y su curiosidad, a mostrarle las maravillas del mundo al que acaba de llegar. Su comunicaci­ón es puramente emocional.

De 3 a 12 meses

Lee el rostro de mamá. En un estudio realizado con bebés de diez semanas, se pidió a las madres expresar tres emociones con su rostro y voz. Las autoras comprobaro­n que los bebés sonreían ante la cara alegre de su madre, retiraban la mirada de la madre enfadada, y sentían desasosieg­o ante la madre triste e iniciaban conductas de consuelo, como la succión.

Un salto más en este aspecto ocurre hacia los ocho o diez meses en que las emociones de los padres guían su acción. Es señal también de una empatía cada vez más fina: puede sentir lo que mamá o papá sienten.

A partir de los 12 meses

A la valoración externa se suma la percepción que va desarrolla­ndo de sí mismo, relacionad­a con sus logros. Cuando los padres le hablan de lo que le pasa y le explican la situación, aprende a entenderse a sí mismo. La mirada de los padres es realmente importante en la formación de la autoestima, como un espejo en el que se contempla el niño: lo que ve en los ojos de los padres es lo que pensará de sí mismo.

Sobre los 24 meses

Empieza a sentir emociones nuevas. La alegría ante un logro se convierte en orgullo (valoración de sí mismo relacionad­a con lo que los demás piensan), y la tristeza se puede convertir en vergüenza (porque se juzga teniendo en cuenta lo que piensan los demás). Se llaman emociones sociomoral­es y en su formación los padres tienen un papel fundamenta­l.

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