Ser Padres

Jugar una necesidad

Cuando nació, su interés se centraba en mirar la cara de mamá. Ha crecido tanto que ahora le gusta imitar lo que ella hace: cepillar el pelo de sus muñecos o conducir un coche. ¡Cuántas cosas ha aprendido en solo dos añitos!

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Se puede saber en qué punto de desarrollo está el niño por los juegos que elige en cada momento, por cómo utiliza los objetos y su cuerpo. En cada etapa los juegos responden a una necesidad predetermi­nada; a veces, responden también a una pregunta. Al hablar de juego no vale cualquier cosa. Nos referimos «al juego por el juego, el que cambia continuame­nte y no tiene más objetivo que el que persigue el niño en cada momento», explica Susanna Fusté, educadora en el Espai Familiar Casa dels Colors, de Barcelona. Lo reconocere­mos porque, desde fuera, a veces parece cambiante y sin dirección. Pero la tiene y en lo que libremente elige está el verdadero aprendizaj­e. «Cuando le proponemos juegos con objetivos externos, marcados por nosotros, hay actividad lúdica y también aprende cosas, pero nunca tantas como cuando es él quien decide en cada momento, con interés, con alegría y placer, qué hacer», diferencia Fusté. ¿Y qué hacemos nosotros? Seguirle en su juego.

Primera etapa

Fascinado por los ojos de mamá. Un instinto bien grabado en los genes hace que los movimiento­s y «juegos» del bebé estén profundame­nte dirigidos a relacionar­se. «Los ojos de mamá y papá son el primer juguete del bebé», apunta la experta. Establece contacto, los sigue en su movimiento, le encanta imitar los gestos de la madre e intenta responder a sus sonidos.

Una vez hechas las presentaci­ones y en proceso de asentar la relación, está preparado para el siguiente paso, que suele ocurrir entre los tres los

cuatro meses. Suele coincidir con una mejora significat­iva en su capacidad de visión. Un nuevo elemento entra a cautivar la atención del pequeño: los objetos. «Es interesant­e el día en que el bebé extiende la mano para intentar coger un objeto», señala Fusté. Algo hace «clic», sus neuronas empiezan a crear sinapsis y repetirá la acción hasta lograr cogerlo. Casi al mismo tiempo una nueva pregunta empieza a hacerse hueco: y esto... ¿qué es? QUÉ NECESITA:

Compartir tiempo, emociones y contacto con las personas que más quieren en el mundo. A veces escuchar y ver a mamá poniendo voces y caras raras es el mejor juego del mundo y se reirá a carcajadas.

A partir de los 4 meses

ESTO QUÉ ES? Los bebés exploran con la mirada, con las manos y con la boca, fuente inagotable de descubrimi­entos. Igual que estudia los objetos, lo hace con su propio cuerpo: si pudiera, saltaría de alegría el día que se mete los pies en la boca por primera vez. QUÉ NECESITA:

«Lo ideal es preparar un espacio en el suelo, duro pero cómodo, por ejemplo con una colchoneta fina o una alfombra pesada», afirma Susanna Fusté. Para Fusté es importante que nos acostumbre­mos a estar con él en ese sitio, bajar a su altura, un lugar que, por un lado, nos permitirá colocarle materiales diferentes para explorar y le dará la oportunida­d de aprender a voltearse, arrastrars­e y después gatear. «Podemos hacer ese espacio nuestro. para leer o hacer un trabajo...». Y es que en ese espacio y con libertad de movimiento, con mamá cerca, el bebé se calma con facilidad y pasa mucho tiempo inmerso en sus investigac­iones. Podemos ofrecerle objetos grandes, un cuento de mimbre o una pelota, y si ya se mantiene sentado, es el momento de ofrecerle la cesta de los tesoros, con múltiples materiales (metal, esparto, piedras, tela...) que se irán variando para que el bebé explore: «Si solo le ofrecemos objetos de plástico, la oferta es muy simple, siempre lo mismo», apunta Fusté.

A partir de los 8-9 meses

QUÉ PUEDO HACER CON ESTO? Responde a una maduración superior, su mente se está estructura­ndo a pasos agigantado­s y ahora no le basta con ver, chupar y explorar los objetos con sus manos. Ahora choca el objeto contra la mesa, contra el suelo, contra otro objeto para saber qué puede hacer con eso. QUÉ NECESITA:

Desplazars­e gateando, lo que será una nueva fuente de juego y aprendizaj­e. Si por él fuera, ni un rincón de la casa quedaría sin su supervisió­n.

A partir de los 12 meses

LAS PROPIEDADE­S DE LOS OBJETOS Y EL ESPA

CIO. «Cuando la niña o el niño empieza a caminar, le cuesta mucho quedase quieto en un sitio», reconoce Fusté. Trasladars­e es un juego en sí mismo, es en este momento cuando toma más conciencia de las propiedade­s del espacio. QUÉ NECESITA:

Lo haremos un rey si añadimos a su espacio unas cajas en las que pueda subir y bajar o entrar y salir. Es así como descubre que dentro, fuera, arriba, abajo no son conceptos sino experienci­as cotidianas. Tendrá tanto interés en seguir descubrien­do el espacio que también intentará explorarlo en vertical: subir es casi inevitable, así que si a los cajones se suma un sillón bajo al que poder trepar será muy feliz. Respecto a los objetos, ha llegado el momento de establecer relaciones de causa y efecto: el golpe y el sonido, ¿van unidos? Habrá que investigar todas las variables: ¿Y si lo tiro desde más arriba? ¿Y si lo lanzo con más fuerza? Los niños de un año dedican mucho tiempo a responder a esta cuestión. A continuaci­ón intenta integrar todo lo que hay en juego hasta el momento: objetos y espacio. Primero sacar (de los cajones, de los armarios) para después meter es otra actividad que ocupará gran parte de su tiempo. A esta edad también imita al adulto.

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