Stop rabietas
Ante la pataleta de un niño aparece el llanto. Muchas veces creemos que consolarle es ceder a su chantaje emocional, pero sus lágrimas son solo la forma de expresar sus sentimientos.
Consejos para calmarle y para que deje de hacerlo.
Muchas veces creemos que consolarle es ceder a su chantaje emocional, cuando sus lágrimas indican la forma que tiene de expresar sus sentimientos. “Un niño que se calma solo cuando le dejas llorando, no se consuela porque sepa sino por pura impotencia”, afirma la psicóloga Teresa Muñoz del Toro (de Madrid). Está comprobado que los críos que lloraban mucho y no se les calmaba de pequeños constituyen una población de riesgo de estrés y ansiedad en comparación con los que sí se les apaciguaba. Un niño no sabe tranquilizarse, debemos interpretar su llanto y ponerle palabras para que él lo entienda y sepa canalizar de otro modo su rabia, cansancio, frustración o sueño.
La edad
“Hay que tener en cuenta los años del niño, ya que esto determinará muchas veces el motivo de su llanto”, explica la psicóloga Teresa Muñoz del Toro. No es lo mismo un bebé llorando, que es la única forma que tiene de comunicarse tanto si le duele algo, que un niño de tres años, que puede expresar con palabras un dolor de garganta pero también llorar desconsoladamente si no le compras la piruleta que quería. A ninguno de los dos hay que dejarles llorar, pero al segundo debemos enseñarle a poner palabras a su llanto y a autocontrolarse.
El sueño y el hambre
Un niño cansado es muy probable que derrame lágrimas por cualquier motivo. Por eso es importante que tenga un horario regular e intentar que no se canse más de la cuenta. Y si no lo conseguimos, debemos definirle su desconsuelo: “Es que estás cansado, necesitas dormir”. Si se lo repetimos cada vez que advirtamos su agotamiento, llegará un momento en el que él mismo se lo repita a sí mismo y no llore ante estas situaciones.
La frustración
Cuando tu hijo ha realizado sus rutinas correctamente (ha comido y dormido bien) y aún así entra en bucle, seguramente se tratará de una rabieta. Tampoco en este escenario hay que dejarle llorar, sino que tendremos que enseñarle el arte de desahogarse y expresar sus emociones de otra manera. Si tu pequeño se enfada porque no le has comprado la chuche que quería, debemos decirle que entendemos que esté disgustado, pero también que no podemos comprársela porque dentro de poco va a cenar o porque le va a doler la tripa. Un solo comentario nuestro no hará que se calme, pero diciéndoselo repetidamente, sin levantar la voz y día tras día, conseguiremos que pueda autocontrolarse hasta evitar el llanto.
Mantener la calma
Es importante no perder los nervios ante el berrinche de un niño. Nada enciende más a un niño (e incluso le aterroriza) que ver a su madre nerviosa. En mitad de una rabieta tu hijo necesita tu influencia tranquilizante que le demuestre tu amor incondicional. También cabe preguntarse cómo estaba nuestro estado anímico o el de nuestra pareja cuando el niño empezó a sollozar. Muchas veces los pequeños sacan los sentimientos que sus padres no exteriorizan. A lo mejor llora porque está viéndote nerviosa o enfadada y es su manera de pedir auxilio desesperadamente. En estos casos, intenta explicarle cómo te sientes y arréglalo con un poco de música, dándole un abrazo o recordándole los buenos momentos que habéis pasado juntos.
En público
Cuando nos encontramos en un restaurante o en un tren nos resulta mucho más incómodo que nuestro hijo empiece a lloriquear. En un lugar público no debemos permitirle las rabietas por respeto a los demás. Aunque este no debería ser el principal motivo para calmar su llanto, tenemos que intentar multiplicar nuestras habilidades para conseguirlo. Lo mejor es distraerle cambiando de tema o intentar llevarlo a algún sitio lo más apartado posible con firmeza pero con calma, cogiéndolo en brazos, por ejemplo, y nunca tirando de él.
Son más frecuentes entre los 18 meses y los 3 años, aunque pueden durar hasta los 5 o 6 años