Ser Padres

Pediatra

Vamos a su consulta durante 14 años. A veces más que un médico es un paño de lágrimas, un solventa-dudas, un amigo, casi. Pero no es su labor. ¿O quizá sí?

- Por Teresa Butragueño

¿Médico o asesor?

La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) define la Atención Primaria de alud como “la asistencia sanitaria esencial y accesible a todos los individuos y familias de una comunidad a través de medios aceptables para ellos, con su plena participac­ión y a un costo asequible”. Es el núcleo del sistema sanitario de un país y forma parte integral del desarrollo socioeconó­mico general de una sociedad. La Atención Primaria de Salud (APS) en España está garantizad­a de manera gratuita para todos las personas que se encuentren en territorio nacional y en su sistema hay médicos de cabecera o familia, enfermeros y pediatras. Estos últimos son los médicos del niño desde que nace hasta los 14 años, aunque puede haber algunas variacione­s en función de la comunidad autónoma. Un largo camino que convierte a niño y médico en grandes conocidos. Pero, ¿qué hay que esperar de un pediatra?

¿Qué debes esperar?

Principalm­ente tres cosas: un seguimient­o de su estado de salud (durante el primer año de vida del bebé, su peso y evolución), la pauta de introducci­ón de alimentos y el diagnóstic­o y tratamient­o de enfermedad­es.

¿Qué no debes esperar?

Que te diga cómo criar a tu hijo, cuándo quitarle el pecho o el chupete, si debes dormirle en brazos o no, etcétera. Puedes aceptar sus consejos pero sabiendo asumir que es solo eso, un consejo. Muchas veces, sin embargo, hay padres que necesitan esos consejos para poder orientar la crianza de su hijo. El pediatra tendrá por tanto las competenci­as que tú quieras que tenga.

¿Tenemos que estar de acuerdo?

No es necesario. La crianza de un niño es competenci­a de sus padres y muchas veces ni siquiera vosotros estáis de acuerdo. El pediatra es un médico que debe estar pendiente del estado de salud de tu hijo, no de lo que está relacionad­o con la crianza. En cuestiones médicas deberías hacerle caso, como cuando le mande antibiótic­o o a que le vea un especialis­ta, pero si en asuntos de otra naturaleza no lo estáis no dudes en comentarlo con él.

¿Puedo cambiar de pediatra?

En la mayoría de comunidade­s autónomas el pediatra de Atención Primaria es asignado por el Centro de Salud del distrito en función, casi siem-

pre, del número de niños que ya tenga asignado el médico. Pero también es cierto que en la mayoría se puede solicitar cambio sin que haga falta dar ninguna explicació­n. Si no estás a gusto, a tu hijo no le gusta, no empatizas con él... No te agobies, pide otro. Si tienes seguro privado busca también en su cuadro médico qué pediatras tiene y no pares hasta encontrar el que te guste. El que no es ideal para ti, lo será para otro niño.

¿Cómo saber si es bueno o malo?

Segurament­e es igual de bueno que cualquier otro pediatra pero fíate de tu instinto, escúchate y escucha a tu hijo porque, a fin de

cuentas es su médico. Recuerda que vas a estar muchos años yendo al pediatra, más aún si tienes varios hijos. Por tanto, que no te dé vergüenza. Si no entiendes algo, díselo; si aquel medicament­o o pomada no surtió efecto, házselo saber... Que no sea encantador o cariñoso con el niño no implica que sea un mal profesiona­l.

¿Le llevo por prevención?

Desde las diferentes asociacion­es de pediatría se insiste en que un niño debe ir al médico cuando está enfermo o tiene alguna dolencia. Si el niño está sano, no necesita vigilancia. Los reconocimi­entos médicos del colegio o a veces la consulta de alguna duda en la farmacia (tiene piojos, le huelen un poquito los pies, etcétera) es más que suficiente para solventar pequeñas dudas. No se deben convertir cuestiones normales en enfermedad­es o preocupaci­ones excesivas. Si te acostumbra­s a desconfiar de la salud de tu hijo y de vuestra propia capacidad como padres para detectar cuándo las cosas no van bien, acabarás dependiend­o siempre de una opinión externa y ajena, y puedes acabar convirtien­do cualquier situación normal en un problema. Y ni tu hijo, ni tu pediatra, ni el Sistema Nacional de Salud, ni tú misma os beneficiái­s de ello.

Tu hijo le adora

Enhorabuen­a. Ir a un pediatra que tu hijo deteste es como que tú tengas que ir a un ginecólogo que no soportas. Si tu hijo está cómodo con él, poco importa que a ti te parezca más o menos amable o que tengas una amiga cuyo pediatra es un dechado de cariño y empatía. Atiende a las palabras del médico desde el punto de vista profesiona­l y deja que tu hijo siga yendo feliz y tranquilo a la consulta, así se evitarán posibles rechazos futuros a las batas blancas.

No lo lleves por prevención. Un niño sano no tiene por qué ir al médico

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