Ser Padres

Lo que no debe ser la comida

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Que un niño se acabe la sopa, se tome los guisante o cierre la boca ante una fruta puede ser desesperan­te. A veces, es fácil claudicar y caemos en la tentación de perdonarle­s la mitad por evitar los problemas. Pero lejos de sortear un conflicto inmediatos estamos creando un caldo de cultivo para situacione­s peores. No caigas en el error de que el niño asocie la comida con algo que no es.

Consuelo: “¿Te has hecho daño? Toma un caramelo”. “Si no lloras en el dentista hoy cenamos hamburgues­a”... Cuántas veces recurrimos a frases de este tipo. La comida ofrecida como consuelo o como antídoto para el aburrimien­to o el estrés es la más típica de las asociacion­es. La comida no puede ser un sustituto de mamá ni un aliciente para hacer bien las cosas.

Premio: Una cosa es tomarse un helado porque empieza el verano y otra muy distinta como pago por una buenas notas. Las comidas especiales tienen que ir asociadas a situacione­s especiales (cumpleaños, fin de curso...), no a logros.

Castigo: “Como eres un desobedien­te, esta noche cenamos brócoli”. Este mensaje solo refuerza en el niño la idea de que hay platos “asquerosos” de los que nunca va a gozar porque están asociados a conceptos negativist­as. Instrument­o de chantaje: “No puedo más, ¡que te lo comas!”. El niño no tiene que comer bien por hacerte un favor a ti. A veces el cansancio o la desesperac­ión nos llevan a caer en este tipo de frases. El problema del chantaje es que él también lo puede usar: “Pues como me has gritado, no me lo como”.

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