Dos amigos

Eun prado inmenso crecían cada verano los girasoles. Eran flores grandes que sonreían todo el día al sol y competían con él en quién lucía mejor el color amarillo. A pesar de ser las flores más admirables del campo, al nacer son muy tímidas. Un girasol nunca sabe cómo sobresalir, por eso necesitan tener muy cerca a sus amigos girasoles para que le apoyen en sus primeros pasos. El verano empezó pronto y solo dos semillas de girasoles, Pedro y María, parecían estar preparadas para brotar y saludar el sol. Pero esta vez ocurrió algo extraño. Uno de los dos amigos no estaba seguro de que fuera de la superficie estaría mejor. Decía que el calor del verano le haría sudar mucho y que el sol era más aburrido que sus nuevas amigas, las hormigas.

- Con ellas puedo jugar al escondite. Se esconden detrás de las piedras y siempre las encuentran mis raíces. Es divertido, explicó Pedro.

La otra semilla, María, no entendía cómo su amigo no quería salir a la superficie. Ella soñaba con hacerse grande, echar las raíces profundamente en la tierra hasta que se hicieran muy muy fuertes. Solo así podría empujar a la tierra que no le dejaba abrir sus pétalos. - Me imagino el suave soplo del viento al amanecer, el calorcito del sol durante el día y poder, por fin, contar las estrellas por la noche, decía ella con ilusión. Un día pisó muy fuerte en la profundidad de la tierra y dio un salto enorme. La vida con la que soñaba era real y más alcanzable de lo que pensaba. El segundo girasol, que vio que su amiga lo consiguió, empezó a reflexionar:

- Tengo miedo. Si piso fuerte como él, no sé lo que van a encontrar mis raíces ahí abajo. Hay demasiada oscuridad en las profundidades. Y si lo hago y llega la hora de romper la superficie de la tierra, esta es tan dura que puede dañar mis nuevos y delicados pétalos. Me puede romper a mí. Y si todo va bien, quizás al día siguiente se acerque un caracol y se coma mis pétalos bonitos. Y si no hay caracoles en este prado, entonces seguramente va a venir un niño, que embrujado por mi belleza, querrá cortarme para que me lleve consigo siempre. No, no lo puedo permitir. Voy a quedarme aquí hasta asegurarme de que mi amigo no corre ningún riesgo de estos y luego le acompaño, pensaba asustado. Y se durmió. Poco antes del amanecer, un pájaro carpintero estaba buscando comida y vio la pequeña semilla de girasol en la tierra. La semilla suplicó al pájaro que no le comiera porque tenía que crecer más y este le contestó: - ¿Pero a ti nadie te dijo que salir a la vida es la única manera de crecer y saber hacer frente a estos peligros?