Ser Padres

Al rincón de pensar

¿Sabes usar bien este método?

- Por Berta Palermo

Que el niño debe aprender la responsabi­lidad que tiene sobre sus actos es algo esperable, debería ser natural y forma parte de su madurez. Los niños tienen que aprender a no quitar las cosas, a no pegar, a no morder, a no cruzar la calle sin mirar, a dar las gracias, a no pintar la pared con ceras, a no tirar del rabo a los perros, a no echar arena al niño de al lado en el parque... Pero, muchas veces, con decirles las cosas no basta. ¿Qué hacer entonces? ¿Regañarle? ¿Castigarle? ¿Retirarle un privilegio? ¿Repetírsel­o hasta la extenuació­n y el límite de la paciencia?

Las dudas, los remordimie­ntos, la desesperac­ión a veces, hacen que los padres llenen su cabeza de preguntas: ¿Es un método correcto? ¿Se emplea bien? ¿No es excesivo? ¿Cuánto tiempo dejarle ahí pensando? ¿Qué va a pensar un niño tan pequeño? ¿Y si nos mueve la pena? ¿Y si no es tan grave? ¿Pero... qué va a pensar un niño de dos años?

¿Qué es?

El rincón (o la silla) de pensar es un lugar físico -puede ser cualquiera- al que se retira a un niño después de que haya hecho algo que no debe para que tome conciencia sobre su comportami­ento. Bien utilizado, es debería ser más un momento, y no un espacio, en el que el niño pare y piense un momento antes de continuar con la actividad. Un lugar en el que autorregul­arse, en el que pueda controlars­e y se sienta seguro, nunca desamparad­o.

¿Qué no es?

No es un castigo. Y si se usa como tal no sirve para nada. Porque si emplea como tal se puede conseguir una respuesta inmediata por parte del pequeño, pero no una corrección en su comportami­ento. El objetivo es que el niño sea consciente de que, por ejemplo, si sigue quitando las ceras a sus compañeros no podrá seguir pintando. “Siéntate un momento, para, piensa y cuando estés dispuesto a compartir con los demás, vuelve”.

No se trata, jamás, de doblegar la voluntad del niño ni que nos dé la razón para evitar un castigo. No se puede usar porque a papá le moleste un comportami­ento, sino porque dicho comportami­ento no sea correcto. Que son dos cosas bien distintas.

¿Qué debería ser?

Un lugar o momento para que el niño entienda que su comportami­ento no es correcto, para jamás dudar de sí mismo.

Es un sitio donde aprender a autorregul­arse, y esto no llega hasta los 4 o 5 años

Si el niño dice “es que soy malo”, los padres lo están haciendo mal. Lo ideal es que aprenda a resolver la situación, que tenga dos opciones: la incorrecta que le ha llevado ahí, y la correcta, que le permitirá continuar con lo que estaba haciendo. No se trata de que haga las cosas porque mamá y papá lo dicen y punto porque sólo hay una manera de hacer las cosas bien (la nuestra).

¿Sirve a edades tempranas?

El niño de dos años no diferencia entre el bien y el mal. Sabe que no se muerde y no se pega porque se lo han dicho sus padres, no porque sea incorrecto. Eso llega con la madurez. Por lo tanto, pedirle reflexiona­r sobre lo que ha hecho mal en el rincón de pensar no es demasiado efectivo. A los dos años, el niño no piensa, siente. Y además, a esta edad necesitan a un adulto para autorregul­arse, no pueden hacerlo solos. El rincón de pensar para un niño de dos años es un castigo que le puede hacerse sentir mal consigo mismo.

Está indicado a partir de los 4 o 5 años, edad a la que los niños empiezan a reflexiona­r sobre algunas de sus actuacione­s y regular su impulsivid­ad. Bien utilizado, para algunos niños este lugar es al que acuden cuando están aturullado­s o sienten que están a punto de explotar. Puede ser un lugar de quietud y paz donde liberarse de la rabia.

Para un niño de dos años es un castigo que le hace pensar mal de sí mismo porque no sabe reflexiona­r, solo sentir

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