Al rincón de pensar
¿Sabes usar bien este método?
Que el niño debe aprender la responsabilidad que tiene sobre sus actos es algo esperable, debería ser natural y forma parte de su madurez. Los niños tienen que aprender a no quitar las cosas, a no pegar, a no morder, a no cruzar la calle sin mirar, a dar las gracias, a no pintar la pared con ceras, a no tirar del rabo a los perros, a no echar arena al niño de al lado en el parque... Pero, muchas veces, con decirles las cosas no basta. ¿Qué hacer entonces? ¿Regañarle? ¿Castigarle? ¿Retirarle un privilegio? ¿Repetírselo hasta la extenuación y el límite de la paciencia?
Las dudas, los remordimientos, la desesperación a veces, hacen que los padres llenen su cabeza de preguntas: ¿Es un método correcto? ¿Se emplea bien? ¿No es excesivo? ¿Cuánto tiempo dejarle ahí pensando? ¿Qué va a pensar un niño tan pequeño? ¿Y si nos mueve la pena? ¿Y si no es tan grave? ¿Pero... qué va a pensar un niño de dos años?
¿Qué es?
El rincón (o la silla) de pensar es un lugar físico -puede ser cualquiera- al que se retira a un niño después de que haya hecho algo que no debe para que tome conciencia sobre su comportamiento. Bien utilizado, es debería ser más un momento, y no un espacio, en el que el niño pare y piense un momento antes de continuar con la actividad. Un lugar en el que autorregularse, en el que pueda controlarse y se sienta seguro, nunca desamparado.
¿Qué no es?
No es un castigo. Y si se usa como tal no sirve para nada. Porque si emplea como tal se puede conseguir una respuesta inmediata por parte del pequeño, pero no una corrección en su comportamiento. El objetivo es que el niño sea consciente de que, por ejemplo, si sigue quitando las ceras a sus compañeros no podrá seguir pintando. “Siéntate un momento, para, piensa y cuando estés dispuesto a compartir con los demás, vuelve”.
No se trata, jamás, de doblegar la voluntad del niño ni que nos dé la razón para evitar un castigo. No se puede usar porque a papá le moleste un comportamiento, sino porque dicho comportamiento no sea correcto. Que son dos cosas bien distintas.
¿Qué debería ser?
Un lugar o momento para que el niño entienda que su comportamiento no es correcto, para jamás dudar de sí mismo.
Es un sitio donde aprender a autorregularse, y esto no llega hasta los 4 o 5 años
Si el niño dice “es que soy malo”, los padres lo están haciendo mal. Lo ideal es que aprenda a resolver la situación, que tenga dos opciones: la incorrecta que le ha llevado ahí, y la correcta, que le permitirá continuar con lo que estaba haciendo. No se trata de que haga las cosas porque mamá y papá lo dicen y punto porque sólo hay una manera de hacer las cosas bien (la nuestra).
¿Sirve a edades tempranas?
El niño de dos años no diferencia entre el bien y el mal. Sabe que no se muerde y no se pega porque se lo han dicho sus padres, no porque sea incorrecto. Eso llega con la madurez. Por lo tanto, pedirle reflexionar sobre lo que ha hecho mal en el rincón de pensar no es demasiado efectivo. A los dos años, el niño no piensa, siente. Y además, a esta edad necesitan a un adulto para autorregularse, no pueden hacerlo solos. El rincón de pensar para un niño de dos años es un castigo que le puede hacerse sentir mal consigo mismo.
Está indicado a partir de los 4 o 5 años, edad a la que los niños empiezan a reflexionar sobre algunas de sus actuaciones y regular su impulsividad. Bien utilizado, para algunos niños este lugar es al que acuden cuando están aturullados o sienten que están a punto de explotar. Puede ser un lugar de quietud y paz donde liberarse de la rabia.
Para un niño de dos años es un castigo que le hace pensar mal de sí mismo porque no sabe reflexionar, solo sentir