Hablamos con Rafael Guerrero.
La capacidad de percibir, asimilar y controlar nuestras emociones con tal de desarrollar nuestro intelecto, no suele figurar en nuestras prioridades. Pero es la clave para lograr un estado de equilibrio físico y psíquico.
Todos los padres sueñan con que su hijo sea inteligente, competente y con las herramientas para poder comerse el mundo. Por eso, la formación que va a recibir las dos primeras décadas de su vida son muy importantes, pero también existe otro tipo de inteligencia que se educa todo el tiempo. La inteligencia emocional es ir más allá del cociente intelectual. Supone vivir la vida que queramos vivir y saber qué cualidades propias podemos utilizar en cada caso para conseguirlo, lo que a su vez contribuye a gozar de una mejor salud. De todo eso, y sobre el lanzamiento de su último libro Educación emocional y apego, hemos hablado con Rafael Guerrero, director de Darwin Psicólogos y profesor de Educación en la Universidad Complutense de Madrid.
¿A qué edad empiezan los niños a tener conciencia de sí mismos y de sus acciones?
En el momento del nacimiento el neonato es una prolongación de mamá. Con el desarrollo evolutivo se empieza diferenciar de ella de manera cognitiva y también emocionalmente. A los dos años de edad es cuando por primera vez es capaz de reconocerse al espejo y no es hasta los cuatro o cinco años cuando empieza a autorregularse. Es decir, controlar y modular las expresiones emocionales e interactuar con otros de maneras cada vez más complejas de acuerdo a reglas sociales. Esta habilidad y las distintas estrategias que conlleva son altamente dependientes del contexto. Es por lo que los niños, en esta etapa, necesitan especial atención y ejemplos de su entorno.
¿Es posible la independencia emocional?
Es un error hablar a la vez de independencia emocional y de niños, porque no existe tal cosa. El apego seguro es el que sirve como base para que el niño, en el futuro, alcance su plena madurez física y emocional. Hasta entonces la vida nos da distintos palos y no somos capaces de recuperarnos sin la ayuda de nadie. Es muy importante estar al lado de nuestros hijos para darles lo que necesitan y cumplir sus necesidades básicas. Cuando hablamos de emociones y apego, hablamos de necesidades.
¿Cuánto hay en los genes en el caso de una actitud problemática?
El porcentaje de genética no es tan considerable y tampoco influye tanto. Por lo general,
Es un error hablar de independencia emocional a la vez que hablamos de niños, esta no existe
el cerebro tiende a la salud mental y estamos siempre a tiempo de cambiar cosas. Esto es así porque podríamos decir que estamos configurados y preparados para aprender, al igual que con un idioma. Por tanto, si nuestro hijo manifiesta una actitud más peleona, lo único que hay que hacer es ayudarle un poco más.
¿Cómo podemos desarrollar la competencia emocional en el adulto?
Expresar y canalizar las emociones de tal manera que fortalezca las relaciones, es una asignatura pendiente para todos. Sin embargo, hay cinco pasos a seguir muy básicos que cualquier adulto puede adoptar, tenga o no su inteligencia emocional muy desarrollada. El primero sería dar protección y seguridad. Puesto que el bebé llega cien por cien inmaduro al mundo, eso le convierte en cien por cien dependiente. La dependencia es una consecuencia de no ser maduro y por eso hay que protegerlos y cubrir sus necesidades básicas. Una vez conquistado ese paso, habría que fomentar su autonomía. La educación y la protección que le aportamos debe ser ejercitada de tal manera que anime al niño a aprender cuáles son aquellas prácticas fundamentales que le convertirán en persona autónoma. La siguiente estrategia sería la empatía, tener los ojos abiertos para ver lo que está pasando y entender plenamente cómo se siente el niño. Después llega la asertividad, es decir darle lo que necesita. Eso sí, siempre hay que dar en el grado exacto, sin caer en excesos o faltas.
¿Y cuál sería la clave más efectiva?
A todo lo anterior lo complementa la estrategia que mejor va a llegar al niño, dar una narrativa. Explicar lo que está pasando desde los hechos hasta mostrarle que sabes cómo y por qué se siente así respecto a lo sucedido. Después pue-
des diferenciar, si hace falta tu postura, y otra vez explicar el porqué. Los niños perciben muy bien la información, pero a la hora de elaborar esa información son un poco torpes. Por eso al principio necesitan a alguien que les explique todo de manera externa y matizar lo que está pasando.
¿Cómo les podemos enseñar que su frustración es injustificada?
Legitimar las emociones implica que cualquier emoción que experimente tiene que ser aceptada. Tenemos que hacerle entender que tiene el derecho de sentir una emoción y que a la vez tiene el derecho de expresarla. En lo que tenemos que trabajar e insistirle es aprender a ejercer esos derechos dentro de unos límites.
¿Y cómo lo conseguimos?
Poniéndoles ejemplos de nuestras experiencias que sirvan como un indicador, una opción de gestionar esas emociones involuntarias. Lo importante es ser sinceros con ellos y tratarlos como seres iguales a nosotros, capaces de entender y acordarse de todo. Luego diferenciar entre lo importante y lo que no lo es, es algo que se aprende con los años. Pero no deberíamos olvidar que los niños llegan al mundo siendo completamente egocéntricos. De ahí la necesidad de darles una narrativa bien matizada, explicarles el mundo a su alrededor y enseñarles distinguir entre lo que es una necesidad y lo que es un capricho. Por ejemplo, es un error responderle que “mamá no tiene dinero para comprarte chuches hoy”o“mamá está muy cansada para jugar contigo ahora”, porque el dinero o el trabajo son valores que el pequeño no entiende. Ponerle en contexto, prometerle que atenderemos sus necesidades en otro momento y luego cumplir con todo esto, es la mejor técnica. Tenemos que ser empáticos y ayudarle a que pueda racionalizar, pesando más la actitud que el hecho.
¿No es peligroso premiarles por todo?
¡Lo es! Muchos padres cometen el error de decir a sus hijos que pueden con todo para animarles a que se atreven a asumir responsabilidades. Les estamos inflando una autoestima falsa y luego esto tiene sus repercusiones. Se hacen adolescentes narcisistas y a la vez incapaces de hacer cosas sin que alguien les anime o cuide. En cambio, lo que debemos hacer es hacerles conscientes desde pequeños de lo que se les da bien y lo que se les da mal. No tener miedo a que les vamos a dañar con nuestra opinión, no agobiarlos con nuestras expectativas y, en cambio, normalizar el hecho de que van a ser buenos en algunas cosas, pero también regulares e incluso malos en otras.
¿Un niño emocionalmente inteligente puede no entenderse con sus amigos?
Nos tendemos a juntar con los que nos sentimos identificados y al mismo nivel. Incluso un niño que tiene la cabeza bien amueblada, no puede evitar ser influenciado por sus amigos. Pero tiene más probabilidades de no afectarse tanto de unas malas prácticas, no olvidar lo aprendido y salir de algunas situaciones complicadas con más facilidad que sus compañeros por el trasfondo que tiene. Con lo cual, no corre el riesgo de sentirse solo ni excluido de la gente de su edad en el caso de que ellos no hayan desarrollado todavía la inteligencia emocional. Los padres deberían recordar que siempre estamos a tiempo de cambiar algo negativo.
Es importante tratarlos como seres iguales a nosotros, capaces de entender y recordar todo