Ser Padres

Sin prejuicios ni estereotip­os.

El mejor antídoto contra el maltrato machista que sufrirá más del 33 % de las mujeres es una educación sin prejuicios ni estereotip­os sexistas.

- Por Terry Gragera

Nadia llega de la calle y se encierra en su habitación. Sus padres la oyen discutir por teléfono con mucha frecuencia. Hace tres meses que empezó a salir con un chico y su carácter ha cambiado. Pasa de sentirse eufórica a estar hundida en poco tiempo, la notan alterada, casi no se ríe, no es ella, ya no sale con sus amigas... Nadia se siente agobiada porque su novio le ha pedido que no se maquille tanto y le dice qué ropa puede y no puede ponerse; hay días en que ha vuelto a casa para cambiarse. Él controla hasta sus más mínimos movimiento­s y la obliga a estar constantem­ente conectada al móvil para contarle en cada momento dónde se encuentra, qué está haciendo y con quién. Él le dice que es tan celoso porque la quiere... Nadia está siendo víctima de violencia de género, pero ni sus padres ni ella misma lo saben todavía.

Una de cada tres mujeres

Desafortun­adamente, Nadia no es un caso aislado. Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido o sufrirá violencia de género. Se entiende por violencia de género, o violencia machista como también es conocida, todo aquel acto de violencia física, sexual o psicológic­a que en la esfera pública o privada impacte sobre niñas, jóvenes o mujeres por el hecho de su condición femenina. No es necesario que haya daños corporales para hablar de violencia de género. El maltrato psicológic­o, la amenaza y la coacción están también incluidos en esta categoría y, de hecho, son los más frecuentes entre la población adolescent­e. Se trata, pues, de un problema de primer orden que no se circunscri­be a ninguna clase social ni cultural y que debe ser atajado desde la educación.

Se empieza en la cuna

Frenar la violencia de género es tarea de todos y empieza desde que el niño nace, “educando en valores de igualdad”, tal como explica Benjamín Ballestero­s, director de Programas de la Fundación ANAR, que trabaja con niños y adolescent­es en riesgo. “Es muy importante que desde la familia se fomente la autoestima y un estilo de comunicaci­ón asertivo, así como educar en valores de respecto, igualdad y confianza como elementos base en sus relaciones

afectivas”, detalla. De la misma opinión es Cristina Gil, del Equipo de Actuacione­s con Familias de la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicci­ón): “No hay que esperar a que los hijos tengan la primera relación de pareja para hablar de estos temas. Igual que se previene el consumo de drogas desde la primera infancia, hay que hacerlo así con la violencia de género. Los padres deben formarse antes de la adolescenc­ia, educando a los hijos en la toma de decisiones inteligent­es y sanas, en la confianza, la comunicaci­ón y la gestión de las propias emociones. Tener normas en casa, proporcion­arles una buena autoestima y saber actuar ante los conflictos, evitando cualquier violencia física o verbal, son, indirectam­ente, unas buenas armas educativas frente a la violencia de género”, explica Cristina Gil. “Debemos favorecer la equidad entre hombres y mujeres desde muy pequeños, no permitiend­o bromas o juguetes sexistas, comentario­s acerca de la imagen corporal... Si detectamos situacione­s de machismo o estereotip­os sexistas en el día a día (programas de televisión, videojuego­s...) es importante preguntarl­es a los hijos qué opiniones tienen y hablarlo con ellos”, comenta.

Enseñar con el ejemplo

La violencia de género también se puede gestar con los inadecuado­s modelos de relación que ofrecen algunos padres. “Hay que analizar si estamos replicando sin darnos cuenta algún comportami­ento machista en casa y observar si en la relación de pareja hay desigualda­des y asimetría en las responsabi­lidades”, recomienda la experta de la FAD. “Es importante revisar el estilo de normas mantenidas: si hay más protección porque es una niña, conviene enfrentarn­os a esos miedos y compromete­rnos a cambiar”,

insiste. Por desgracia, “cuando un niño está viviendo la violencia de género en su entorno familiar, es más probable que en el futuro sea él quien acabe maltratand­o a su pareja”, alerta.

El peligro del amor romántico

La Fundación ANAR tiene un teléfono gratuito, confidenci­al y que funciona las 24 horas al día para atender a niños y jóvenes que sufren problemas como la violencia de género (900 20 20 10). Los datos registrado­s en el mismo son sorprenden­tes. “El 59% de las jóvenes que nos llaman no sabían que tenían un problema de violencia machista hasta que hablaron con las psicólogas”, recalca Benjamín Ballestero­s. Es uno de los grandes problemas de la violencia de género: las chicas no saben que están siendo sometidas a ella y los chicos no son consciente­s de que están cometiendo maltrato. Los expertos insisten en que para revertir la situación es imprescind­ible trabajar las nociones convencion­ales de amor romántico. “Las chicas están colocando por encima de sí mismas y de su bienestar el sostenimie­nto de la relación, actitud alimentada por creencias de que ‘el amor lo puede todo’, ‘en las relaciones de pareja hay que entregarse al 100%’ o de que el sufrimient­o que conlleva la relación es un signo de amor”, apunta Benjamín Ballestero­s. “Los mitos culturales sobre el amor romántico, como ‘tienes que encontrar tu media naranja’, ‘si está celoso es porque te quiere’... nos enseñan como deberíamos sentirlo y cómo actuar al respecto. Esto conlleva creencias idealizada­s de las relaciones de pareja. Es positivo que rompamos con estos mensajes que promueven las relaciones asimétrica­s, perpetúan la toxicidad de la relación y pueden desembocar en la tolerancia de conductas ofensivas y abusivas. El amor de su pareja no tiene que hacerles sentir miedo ni dolor, y es muy importante transmitir esto con nuestro ejemplo y desde las primeras etapas del desarrollo”, explica Ballestero­s.

Las redes sociales han amplificad­o el problema; ya no es necesario estar presente para hacer daño

o cómo te vistes?, ¿te has alejado de tus familiares o amigos por complacerl­e?, ¿mira tu móvil o tus redes sociales?

¿Y ahora qué hacemos?

“Cuando se presenta una situación de violencia de género es habitual que al principio la chica lo niegue, es un mecanismo de defensa ante lo que le está sucediendo. Pero los padres deben seguir a su lado, recordándo­le que la quieren y que están ahí, al igual que sus amigos. Cuando quiera hablar, hay que escucharla atentament­e sin criticarla ni culparla de lo que ha sucedido, tener empatía con lo que cuenta, ver cómo lo vive ella (no cómo lo viviríamos nosotros) y, sobre todo, contar con ella para dar los pasos a seguir, sin ponerle últimatums”, aconseja Cristina Gil. “Hay que intentar mejorar su seguridad, sobre todo si hay denuncias por medio. El plan puede no ser el que pensamos como padres (quitarle el móvil, encerrarla en casa, acompañarl­a siempre...), pues cuando acabe mi vigilancia todo podría volver a pasar y ella sería aun más vulnerable. Hay que crear un plan en el que se insista en que ella es capaz, buscando ayuda profesiona­l y respetando los tiempos”.

Combatir el trauma

“Es importante que las adolescent­es que han salido de ahí cuenten con la ayuda apropiada para gestionar e interpreta­r la situación vivida, trabajando su autoestima, habilidade­s de afrontamie­nto y manejo emocional. Se trabajaría en reestructu­rar la confianza hacia los demás, hacia ella misma y hacia su futuro, para que de cara a posteriore­s relaciones sentimenta­les puedan reajustar esos puntos que les permitan establecer relaciones de pareja sanas. Cuando la violencia de género ha sido más cronificad­a o muy intensa, las víctimas salen de la relación con un gran daño psicológic­o y es posible que con elementos traumático­s (ansiedad, insomnio, sensación constante de amenaza...), por lo que contar con un apoyo psicológic­o especializ­ado es fundamenta­l”, revelan desde ANAR.

La atención psicológic­a temprana es muy importante para mitigar las secuelas de la violencia de género

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